—¡Quiero sus manos a un costado de su cuerpo con los puños cerrados! —Taylor les gritaba a los de la cabaña 20. —¡Sus piernas rectas y su mirada en el techo!
Desde que el Coronel se había ido, las cosas habían cambiado bastante. Lucas tenía razón, Taylor era estricto.
—¡Todo lo que hayan hecho hoy es pasado!
Nick observaba en silencio, desde la puerta. Otto estaba en el centro de la cabaña, con los pies ligeramente abiertos y sus manos hechas puños una sobre la otra, encima de su estómago. Taylor iba y venía, de una cama a otra, viendo a los reclutas recostados, su mirada buscaba cualquier objeto que no debiera estar ahí o un movimiento para llamarles la atención.
La primera noche, le quitó una fotografía a un chico de la cabaña 10. —Mañana recuerda venir por ella. —le había dicho.
Era una fotografía familiar, el beta no había dicho nada, más que asentir, pero sus ojos lo dijeron todo. Transmitían tristeza, era como si, por segunda vez, lo hubieran alejado de sus seres queridos.
No se aceptaban distracciones, nada que pudiera alejarlos de su deber.
Se había dado cuenta de que al alfa no le costaba ser duro, pero en situaciones específicas, como esa, precia no disfrutarlo. Se ponía inmóvil, con ese semblante serio, y unía sus labios en una línea. Hacía ver tan sencillo apagar sus sentimientos, como si fuera una máscara que estaba acostumbrado a llevar puesta. Pero, cuando llegaban a la cabaña, lo escuchaba suspirar, tirando su cabeza hacia atrás y masajeándose la nuca, desprendiéndose de aquella fachada.
Entonces supone que no debió ser fácil, para el cómo niño crecer con un padre como William y mucho menos seguir sus pasos.
Llevaba semanas creando preguntas que le gustaría hacerle, tenía interés en saber si no estuviera ahí, dónde estaría, qué le hubiera gustado, qué le gustaba hacer, pero nunca tenía oportunidad de preguntar.
Sus ojos se encontraron con los de Taylor, oscuros, apagados, con ese ligero destello dorado en ellos, en advertencia. El silencio se hizo presente y lo llevó a darse la vuelta, no le gustaba esa parte del discurso.
Se detuvo a observar la oscuridad de la noche, los pinos a sus alrededores parecían en calma, quietos, como si ellos también esperaran que terminara el verano. El camino estaba iluminado por los faros exteriores de las cabañas, a veces llegaba a pensar que sin las farolas las propias estrellas serían suficientes para ver.
Su madre siempre le decía que, en el campo, las noches estrelladas eran mejores, le daba la razón.
—Vámonos. —Taylor sale y Otto apaga las luces de la cabaña, obligando de alguna manera a los reclutas a dormir, o al menos a intentarlo.
Faltaban dos cabañas más para que ellos volvieran a la suya, puede ver por el cuerpo de Otto que está cansado, sus hombros están tensos, se ven como si alguien tirara de ellos, jalándolos hacia abajo, como si estuviera cargando con todo el peso del mundo.
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Indeleble•BORRADOR
Teen FictionDesde que miró fijamente la carta que su padre le había entregado, sabía cuál sería su sentencia. El sello dorado de la familia Galitzine adornaba el papel pergamino, una señal de la importancia de su contenido. La noticia que derramó la tinta en...