Un Pasado, Dos Futuros

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Era su momento. Era ahora o nunca y ella lo sabía. Los ojos de la castaña se dirijieron al colchón, específicamente debajo de aquella almohada, entre las sábanas, donde están escondidas aquellas pastillas.

No fue sencillo, evadir a Alan tantas noches. Pero se sentía más fuerte que nunca, y sabía que no volvería a tener una oportunidad como esta. A la próxima vez no tendría tanta suerte. Es casi como si, por primera vez, la fortuna estuviese a su favor.

Los pasos se aproximaban a su celda. Ya podía oler a aquellos guardias, podía oír las esposas que le colocarían chocar haciendo ese sonido agudo que le dan escalofríos.

Podía oír sus risotadas, y sus tranquilas conversaciones sobre cosas cotidianas que ella nunca había tenido la oportunidad de vivir. Familia, amigos, comidas y fiestas, trabajo. Despreocupados a cada paso como si no les pesara en la conciencia lo que les sucedía a aquellas personas. Porque seguramente no fuese así.

Cosas que apenas entiende. Que no caben en su imaginación.

Comenzó a sentirlo, la fuerza de su loba lista para luchar contra todo por su libertad. Pero tendría que esperar. Primero necesitaba que le sacasen de aquel largo pasillo, traspasar las puertas de seguridad.

- Es la hora.

Los pasos se detuvieron y uno de los guardias sacó la llave de su celda, mientras el otro se preparaba para colocarle las esposas.

"Si." Pensó la muestra armándose de valor, rencor y esperanza. "Es la hora."

******************************

La habitación es un poco distinta a la suya, pero parecida en cierto modo. Las paredes en vez de claras son de un bonito color azul oscuro y, en vez de dos sillones, al lado del fuego hay un elegante sofá de cuero con reposabrazos.

Solo se dejó guiar cuando la cálida mano del Alpha la arrastró fuera de aquel jardín. Alejándola por fin de aquel hombre con el que no quería toparse otra vez.

- Darius, ¿qué hacemos aquí?- Su voz suena como un susurro, observando a aquel hombre que parece sumergido en sus propios pensamientos desde aquel encuentro.

- Perdona. Estás en mi habitación, aquí estarás segura.- Aclara viendo la confusión en su rostro.- Nadie puede olerte en esta habitación, ya hay... mi aroma es más fuerte.

El Alpha espera haberse hecho entender, sin querer nombrar el termino sobreprotección. Cree haberlo conseguido cuando su Luna asiente despacio y aprovecha para mirar a cualquier otro lado, repasando la habitación de nuevo.

Sobre la chimenea, un cuadro modernista con formas geométricas en colores claros. Darius tiene razón en algo, su olor está por todas partes. A penas puede concentrarse con aquel aroma a menta tratando de sacar sus instintos más bajos.

- ¿Cuál es... el peligro?

El Alpha solo chasca la lengua evitando con cierto nerviosismo la pregunta, aún alterado por la nueva aparición de Leonard. Como él mismo dijo, no cree en las casualidades.

- Te daré una toalla limpia y tal vez tenga algo que te valga.- Cambia de tema dirigiéndose al armario de caoba.- Puedes darte una ducha. Seguramente estes cansada de todo el entrenamiento.

- Experimentos.

- ¿Qué?

La voz de Luna ha sido tan baja que, de no ser por su audición lobuna, habría pasado totalmente desapercibida para él. Ambos giran con prisa y sus ojos no tardan en hacer contacto.

- Nos... Nos usaban para hacer experimentos.

El simple hecho de recordarlo le duele. Las lágrimas se agolpan en sus ojos, pero trata de hacerse la fuerte. Se lo debe. Una explicación de por qué no puede ser la Luna que parece que todos esperan.

Si, AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora