Estoy reviviendo to' lo que hicimos este verano

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Acaricié su pelo, la cabeza de Columbia estaba apoyada en mi pecho. Me sentía a salvo junto a ella. Pero a la vez me sentía frágil. Con miedo de no ser suficiente para ella, con muchísimos miedo acerca de nosotros.

Se durmió y, por ende, acabé durmiéndome yo también. No tenía mucho para hacer a esas horas de la madrugada, en mi casa oyendo de lejos las olas del mar. Quería hacer una canción relacionada con eso, pensé justo antes de caer en los brazos de Morfeo.

Caminé hasta el estudio mientras me fumaba el último cigarrillo del paquete. Tendría que ir a comprar más luego, me dije. Últimamente no fumaba tanto como años atrás, cuando me metí en la obra a trabajar. Ahí sí que tuve una grave adicción al tabaco. Pero que solo me duró los meses que trabajé allí. Luego, cuando comencé con lo de la música, no tenía tiempo ni para fumar.

Me quedé en la puerta del edificio, mirando de lejos la playa. Era la del Inglés, una de mis favoritas. Aunque se llenaba de turistas en verano, en invierno era uno de los mejores sitios para desconectar de todo y todos los que me rodeaban.

Cuando me lo acabé, suspiré y miré la hora en la pantalla del móvil. Su vuelo ya tendría que haber llegado a la Gran Manzana. No podía dejar de pensar en ella. En si habría leído mi carta durante las diez horas de avión. O si simplemente no la leyó.

Subí hacia el estudio de Linton. Me apetecía grabar algo más sentimental, o sea, relacionado con ella. Era lo que sentía y debía desahogarme. Y que mejor manera que con la música.

–¿Qué tal tío? – preguntó Alejo, extendiéndome la mano. Nos estrechamos de manos y suspiré.

Necesitaba desahogarme un poco tras la montaña rusa que había supuesto la pasada semana. Italia. Pelea, gritos, polvos. ¿Prefería eso a tenerla lejos? Obviamente, sí.

–Bien, ahí vamos – me limité a decirle a mi amigo.

Me senté en el sofá y vi el disco de oro encima de su mesa. Sorprendido, quise acercarme enseguida.

–¿Es por...? – me levanté solo para verlo. Nadie me avisó de ese logro.

Mi amigo asintió y me abrazó. Lo logramos. Estábamos logrando tantas cosas en tan poco tiempo, que no me lo podía creer. Quevedo iba a lograr todo lo que Pedrito nunca pudo. Lo sabía desde hacía demasiado tiempo. Que lograría todo eso que mi yo adolescente soñaba con conseguir.

–Triple disco de oro con la Session. Gonza nos lo ha mandado.

Estaba atónito. Sin poder apartar la vista de esa placa que acreditaba los méritos de escuchas por la Session. Era surrealista. Demasiado.

Le hice una foto. Estaba sumamente feliz. No sabía describir ese cumulo de emociones. La felicidad plena después de tanto dolor. Una sensación que no pensaba experimentar.

Subí rápido las escaleras, siguiendo a Columbia. Eran las doce de la noche y tras acabar de ver el partido de la UD Las Palmas, pusimos rumbo a la habitación. Una vez en la planta superior de la casa de la chica, los besos comenzaron. Y no hubo manera de parar esa adicción. Entramos en el cuarto y no había mucha luz, solo la que llegaba a través de la ventana de la farola de la calle. Con eso era suficiente.

La ropa fue cayendo, poco a poco mientras llegábamos a la cama. Esa en la que tantas veces había dormido de niño. Solo que esa noche, lo de dormir estaba siendo algo secundario.

–Nada de ruido – susurré, en le oído de la chica, cosa que provocó su risa. Y la suya, provocó la mía también.

Caímos en la cama, semidesnudos y riendo.

...

–Quien les diría a nuestros yos de pequeños que ya no vienes a mi casa a solo dormir...

Reí y negué mientras observaba el techo. La mariposa azul. Las fotos, intactas a pesar del paso de los años.

–Quien se lo diría...

–¿Entonces lo dejo así? – le pregunté a mi amigo y productor después de un par de horas modificando y grabando la canción –. Parece que olvidaste lo rico que se siente en mi habitación, tu cuerpo con el mío mai combina de una manera que es vernos, apagar la luces, cámara y acción. Y todo sin romper el corazón.

–Como te gusta tirarle indirectas a la niña eh – rio y le seguí esa risa.

–Es lo que toca ahora – me limité a decir –. Sacar todo lo que siento dentro.

Después de terminar la canción, le pedí a Alejo que me pasara la maqueta. Se la tenía que enseñar a mi hermana.

Me fui del estudio y justo enfrente del edificio, tenía a alguien esperándome. Me acerqué con una sonrisa a una de mis mejores amigas.

–Pero si es mi granaína favorita – Mimi esbozó una gran sonrisa y se acercó rápidamente hacia mí. Nos abrazamos y sonreí.

–Me ha dicho Miguel lo de Columbia. Lo siento tío.

Chasqueé la lengua y negué, para restarle importancia.

–No pasa nada. Cosas de la vida – soné desanimado, cosa que no quería que se notara. Pero con Mimi sería inevitable.

–Cualquier cosa que necesites, estaré ahí. Lo sabes. Pero si necesito una bailarina...

Sonreí. Columbia era la mejor que existía. No lo dudaba. Si mi amiga necesitaba a alguien para sus shows, ella era perfecta. Además, se conocían desde hacia un montón de años. No por lo sucedido Bia no merecía una oportunidad como esa.

–Es la mejor. Sin duda.

Caminamos por los alrededores de la Playa del Inglés. Mimi había viajado a la isla para grabar un tema con Juseph. Fuimos hacia donde el mismo Juseph nos esperaba aparcado en doble fila.

–Hombre, el dúo dinámico – saludó Juseph cuando subimos al vehículo.

–Los únicos e inigualables – bromeó Mimi.

–Le he dicho a Miguel de hacerle un remix a Polaris.

Columbia alzó la vista del libro hacia mis ojos. Esbozó una leve sonrisilla.

–¿Con quien lo has pensado? – preguntó ella –. O solo vosotros dos.

Desbloqueé mi móvil y le enseñé la conversación con la sorpresa que le tenía a mi amigo andaluz.

–Me estás vacilando – dijo, sorprendida y tapándose la boca con la mano –. El fucking Ferxxo.

Reí.

–El fucking Ferxxo para nuestro Miguelito.

–Voy a grabar un tema con su nombre – dije, mientras Juseph aparcaba el coche en el aparcamiento del Lidl –. Y será sobre este verano.

Ninguno de mis amigos dijo nada, hasta que Kevin suspiró.

–Ole tu polla hermano. 

COLUMBIA | QuevedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora