El violín lloraba con basta melancolía mientras los hombres llevaban a las mujeres a bailar entre las mesas de apuestas, desde lo alto de las escaleras observaba como cariñosa madre la joven Violette, podía ver en sus ojos como seguía los pasos de los caballeros de traje y quizá se podía imaginar a si misma cayendo en manos de alguno.
Más de un mes había pasado y el señor Antoine no había arremetido en contra de la Madam, ¿Cómo iba hacerlo? Esa misma noche atendía Nadine al Vizconde, que venía cada mes a visitarla, la Madam le advertía de no caer en la buena palabra de aquel hombre, "has de parir a otra Madam Violette y el mundo apenas puede conmigo" era una advertencia triste pero cierta.
Aun así cada vez que volteaba a verla Nadine tenía una sonrisa de oreja a oreja que parecía agradar al alto mando, cosa que parecía despreciar Violette.
-Ese sujeto no ha parado de venir desde hace un año, ya es hora de que me deshaga de él-
-Nadine se pondrá muy triste si se te ocurre hacerle algo-
-Ella no lo ve, pero me necesita-
-O tú a ella-
-Al único que necesito es a ti Blemont-
Ese era el nombre que me había dado mi madre, que a diferencia de la progenitora de Violette, me había criado y amado hasta su último aliento, aun de vez en vez cuando deseaba enfatizar la seriedad de sus palabras, ella usaba para mí ese nombre.
Por eso, cada vez que la veía desprenderse de la barra y caminar entre las mesas, esa cadera que parecía bailar me hipnotizaba.
- ¡Madam!- se escuchó deteniendo a los músicos de interpretar sus románticas sinfonías.
- Monsieur- aun el alcohol terminaba de caerle en la garganta y su voz se escuchaba fría.
- ¿Es verdad que en este tugurio es usted la única virgen? - incluso los clientes con menos antigüedad se escandalizaron por su atrevida pregunta.
Fui entonces a tomarlo del brazo con intención de sacarlo a la fuerza, el alcohol ya le tenía nublado el juicio, pero la Madam alzo su mano delicadamente en señal de que debía detenerme.
-Es mentira Monsieur ¿Cómo una virgen podría tener la mirada de mil leguas que poseo? - conocía yo también esa mirada, que se clavaba en tanto más se acercaba a él y hasta yo podía oler el miedo que desprendía.
La mirada fija y oscura de la Madam, que guardaba todas sus lágrimas y odio.
-Diga pues- intento retomar el control de la conversación, pero todos veían como se convertía en presa de la Madam -¿Cuál es el costo?-
-Solo hay dos formas en las que aceptaría estar con un hombre. La primera... -Violette recorría lentamente la línea de botones de la chaqueta roja manchada por la ceniza -si paga en oro un precio demasiado alto para costearse. Y la segunda, aún más difícil para usted, si el hombre me gusta- exploto la risa entre todos dentro de la sala al ver como la cara del hombre se desencajaba.
Un viejo regordete de barba canosa jamás tentaría ni un poco a Violette, pero lo que ninguno imagino, es que aquella noche junto al armario de la entrada escuchaba atentamente un joven mozo, que más tarde se convertiría en mi martirio.
-¿Qué toma Madam Violette?- me pregunto a penas regrese a la barra.
-Coñac, como todas las noches- era muy bien parecido, apenas unos años mayor que la Madam, quizá igual que yo, su cabello azabache y ojos negros combinaban bien con ese aire de superioridad -pero si lo que quiere es invitarle un trago, le recomiendo abstinencia-
-No soy tonto, sé que me rechazaría, pero se puede saber mucho de una persona por lo que toma en una noche como esta- voltee a la ventana que por las cortinas apenas dejaba ver la calle y note la neblina que comenzaba avanzar entre ella.
-Coñac entonces- serví su trago, lo tomo y lo llevo a su boca mientras con los ojos seguía la figura de Violette subiendo las escaleras.
Se encendió en mí un fuego y el humo comenzó a llenarme la cabeza, me sentía tan caliente de la piel que por un momento me creí enfermo.
-¿Es nuevo en la ciudad?-
-De hecho, no, mi familia tiene años aquí, pero he estudiado en el extranjero y hasta ahora mi labor término, por ello he vuelto-
-Entonces permítame, caballero, darle un consejo, no pierda el tiempo con la Madam, ella no caerá ante usted-
Dejo el vaso en la barra y se acomodó en su silla para voltear a verme fijamente, aún recuerdo la sonrisa sínica que me dio aquella noche cuando con toda seguridad me respondió -no deseo que caiga ante mí- dejo entonces una moneda y se puso de pie abotonando su chaqueta -deseo que camine a mi lado-
¿Con que derecho había yo de responderle?
Un hijo de casa humilde enfrentado a un Barón, que se yo, por la mano de una mujer que en la vida me había regalado si quiera un beso.
Aun tuvo la osadía de entrar al armario para tomar su abrigo negro y regresar la mirada a lo alto para admirarla de nuevo.
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Violette
RomanceDicen que su tatarabuela era bruja, porque sabía de hierbas y era mujer de ciencia, que su abuela seducía marineros en los puertos de Venecia a cambio de licor. Y su madre, bueno que decir de su madre, era una mujer de poca paciencia que atendía por...