9.- La Chica que no Merezco (5/5)

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Después de un par de besos más, decidimos que era hora de regresar. Bajamos de la torre y volvimos a la Academia.

—Ay, pero también me gusta Arturo ¿Está mal que me gusten dos personas al mismo tiempo?— alegó ella.

Yo reí entre dientes.

—¡Claro que no!— le espeté.

En verdad ya sabía que tanto yo como Arturo le gustábamos, Érica no es muy discreta al respecto. De la misma forma, ella también nos gustaba a ambos. Supongo que era un triángulo amoroso completo.

—¿Entonces está bien?— inquirió.

—¡Sí, está bien! Sabemos que no nos vas a botar a ninguno de los dos por el otro— le espeté.

—¡No, nunca haría eso!— exclamó— ustedes dos son mis mejores ami...

Se cortó, confundida de cómo seguir. Me miró como pidiendo ayuda.

—El nombre da lo mismo— le espeté— amor es amor, pero si te interesa, con Arturo dimos con un nombre al respecto. Podemos ser tus Yotros.

—¿Yotros?— repitió— ¿Qué es eso?

—Es la combinación de "yo" y "otro". Es el Yo en el Otro: Yotro. Significa que eres más especial que una novia; te quiero tanto como a mí misma. Todas tus glorias son mis alegrías, y todas tus penas son mis derrotas.

—Ay, qué lindo— me espetó ella— ¿En serio me consideras tu Yotra?

Asentí con la cabeza sin un momento de duda.

—Eresuna de mis personas favoritas, Érica, sin importar lo que ocurra.

—¡Ay, Lili, me vas a hacer llorar! ¡Tú también eres mi Yotra!— exclamó, y me tomó de las manos— ¡Desde que te conocí, desde el primer momento en que me miraste y me pediste perdón, has tenido mi corazón en tus manos! ¡Tu felicidad también es mi felicidad, y tus penas también son mis penas! ¡Y si te pasara algo...

De la nada me hizo un puchero, sus ojos se volvieron vidriosos.

—¡¿Érica?! ¡¿Pero por que te da pena, si no me ha pasado nada?!

Se limpió los ojos con las manos y se recuperó. Me sonrió con algo de vergüenza.

—Lo siento, es que me imaginé cómo sería el mundo sin ti... y no creo que podría aguantarlo.

—Ay, Érica...— suspiré— pero ahora estamos las dos bien y juntas, no tenemos por qué imaginarnos algo así.

—¡Sí, tienes razón!

Ambas nos reímos un poco, luego nos pegamos la una a la otra y retomamos nuestro camino tomadas de las manos.

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El resto del trecho fuimos discutiendo asuntos un poco más logísticos; Érica fue preguntándome qué cosas podía y no podía hacer como Yotra, pero estaba completamente equivocada.

—Érica, no somos novias. No necesitas andar cuidando de no engañarme con otra persona— le espeté

—¡¿En serio?!

—Sí, en serio. A mí me gusta otro hombre ¿Eso te molesta?

Érica pareció sorprendida.

—¡Claro que no! Soy afortunada de solo tenerte.

—Es lo mismo para mí, así que no te contengas.

Érica sonrió nerviosa.

—Está bien.

La Helada Garra de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora