𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐𝟏

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[ ¿Recuerdas nuestros planes de montar en un barco y que la marea fuera nuestra brújula?
Pues, lamento decirte que no podrá ser, porque me he dado cuenta de una cruel realidad.

Discutí muchas veces con mi madre y en ocasiones con los celos de Egan, ¡Te defendí de sus "calumnias"! Porque estuviste conmigo, me apoyaste y brindaste compañía en todo momento. Pensé que cuando preguntabas si había desayunado, dormido bien o como me encontraba, era por parecer caballeroso, para tal vez demostrarme que estabas conmigo cuando mi corazón se encontraba herido, pero tal parece que me equivoque en gran medida.
¿Sabes? Ni una prostituta que vende su cuerpo para al menos tener una moneda de plata ha sido tratada de una manera tan lasciva y despectiva, menos las reses; que son simplemente alimento para la polis, han sido tratadas con tanta maldad.

No te deseo el mal y quisiera que encontraras la felicidad, pero a la vez espero que te pudras en algún lugar inhóspito donde los cuervos se alimenten de ti y arranquen tus ojos, tal como hiciste con aquellas almas de las desafortunadas chicas.

No te preocupes, cada libro que dejaste en el museion quedará intacto y la habitación donde se encuentran bajo llave. ]

Agatha suspiro, leyó de nuevo aquellos folios de papiro que habían sido escritos a la luz de las velas y de los halos plateados que se colaban a la habitación durante aquella noche de insomnio, los tomo con molestia; quizás arrugandolos un poco, pero no le importo en absoluto. Salió de su hogar para bajar con prisa hasta el coliseo; donde infiltrándose en las instalaciones tomó prestado un arco con el carcaj; el cual se ajustó con el cinto de cuero en la cintura, para así dirigirse hacia la morada de Giles.

Cuando llegó notó que la estancia en ruinas se encontraba algo retirada y en silencio, por lo que terciándose el arco se dispuso a escalar el gran árbol que se encontraba a un lado. Llegó más o menos a la mitad de este desde donde tenía una disposición perfecta del interior. Con cuidado la delfiense dejo la rodilla izquierda sobre la rama mientras la otra le permitió mantener un precario equilibrio, tomó el arco y desenvaino una flecha; a la cual en la punta coloco los folios escritos. Agatha sitúo la saeta en su lugar para luego tomar entre el índice y medio el nock de esta trayendo la cuerda al momento en que la chica recogió hacia atrás el brazo derecho, su brazo izquierdo firme y con el dedo índice extendido le permitió tener la flecha en su lugar. Los ojos marrones que se achicaron mientras escudriñaba la estancia y la respiración serena antes de soltar la saeta que atravesó una vasija de porcelana para acabar incrustada en la estructura de un pilar.

La castaña no espero a más ocurrencias por lo que bajo el árbol y echó una mirada rápida antes de comenzar a correr hacia el coliseo, al estar ahí fue hasta el almacén donde guardaban las armas e imploro a alguna deidad que no se dieran cuenta que faltaba una flecha, Agatha se giró y cuando lo hizo dejó escapar un jadeo de sorpresa cuando se encontró de frente con una mirada avellana.

—No es común ver a una linda señorita por el coliseo, y menos en el almacén— Con un deje juguetón Egan se inclinó un poco hacia delante notando con gracia como la delfiense se echaba un paso hacia atrás.— ¿Y bien? ¿Que haces en este lugar polvoriento, Atha?

—Nada, solamente miraba y ya— Respondió para luego fingir que miraba por todos los alrededores.— ¡Oh valla! No me había fijado en sus bellas armaduras— Con algo de ingenuidad la chica se acercó a tocarlas, sin embargo, fue detenida por el ateniense que le tomó del brazo para sacarla del coliseo.— Oh dioses Egan, tampoco es como si hubiera robado algo.

—No es por eso, pero si el entrenador ve que una mujer estaba dentro ten por seguro que tendrás problemas— Dijo al momento en que soltaba a la contraria para poder hablar tranquilamente.

—Tcks— La joven de piel trigueña se cruzó de brazos y ladeo la mirada hacia un lado, el ceño se frunció levemente y murmuro.— Machista.

—¿Que dijiste?— El guerrero alzó un ceja con una expresión de confusión, repentinamente se dio cuenta que la chica se encontraba de una manera un poco defensiva y eso le extraño, generalmente Agatha tenía una actitud tranquila o entusiasta.— Linda, ¿Has dormido bien? o ¿Te sientes mal?

La delfiense frunció el ceño, girando rápidamente su rostro hacia Egan; parpadeo. Su cerebro quiso hacerse el desentendido, aun sabiendo bien que tal vez la interrogante del contrario había sido posiblemente por las leves manchas azuladas que se encontraban debajo de sus ojos producto de pasar en vela toda la noche o quizás porque en ese momento se hizo consciente de la distancia que había dejado entre ambos.

—Si dormí bien y estoy algo regular... ¡Osea si estoy bien, pero estoy molesta! pero... Dioses— La chica se llevó una de las manos a su rostro para cubrirlo, suspiro contra la palma y no supo bien cómo fue que terminó en aquel momento de debilidad.— Solamente estoy decepcionada. Claro, no de ti.

—Entonces ¿De quién?— Con cautela el chico de cabellos cafés se atrevió a preguntar, noto como la contraria pasaba a abrazarse a sí misma y evadía su mirada. Egan pensó en miles de posibilidades que al final no sabía cuál podía ser la correcta.— Agatha...

—Descubrí sin querer las intenciones de Giles, él y otro estaban hablando de raptarme para venderme a algún hacendado rico— La castaña volvió su mirada hacia el chico, con los labios temblando terminó de completar la información bajo aquellos ojos avellanos que ardían de enfado.— Giles está detrás del tráfico de personas.

...

Agatha alzó su mano, sin embargo, no logró de nuevo alcanzar el brazo del contrario. La chica jadeaba, detestaba correr detrás de un guerrero con mejor condición física que ella y que le llevaba algo de ventaja.

—¡Egan, por favor detente!— Pero ante su súplica el ateniense no se detuvo ni siquiera a mirarla. La chica hizo amago de su último esfuerzo para avanzar rápido y aprovechar de que Egan había aminorado la marcha para tomarlo del brazo aferrándose a él.— Por favor, no te preocupes por esto, Giles no va hacerme nada él... él...

—Él va a morir. Ese hijo de perra va a morir.

El destello de enfado que hizo acto de presencia en los ojos avellanos causó conmoción en la castaña, su agarre se aflojó e inconscientemente se alejó un poco del ateniense. En cierta parte deseaba que Giles tuviera su merecido, pero a la vez no deseaba que Egan fuera su verdugo.

El joven de tez bronceada término de llegar hacia la morada del contrario, se detuvo al frente y noto el deplorable estado, parecía más una casa abandonada «Un escondite perfecto para una rata como él» pensó el ateniense con la sangre hirviendo, se adentro, notando el interior todo revuelto y una vasija de porcelana totalmente destruida que se encontraba en el suelo. El chico alzo su mirada y noto en el pilar un extraño orificio, similar al que las flechas de cacería solían dejar «No creo que estuviera practicando tiro al arco»

Agatha se encontraba observando otra habitación, estaba totalmente desorganizada, pero aquello no le extrañó, sino más bien esa tela roja que ondeaba con el viento en la colina. La delfiense se acercó a la ventada donde apoyándose del marco se impulso y saltó hacia el otro lado, se aproximó, notando que la cinta estaba clavada en la tierra con la saeta que ella había utilizado, sus ojos marrones se alzaron al vasto horizonte; donde pudo distinguir la sombra de las montañas que escondían a muchas tierras lejanas.

—¿Agatha?— El joven de cabellos ensortijados se asomo para notar a la chica mirando hacia más allá. Egan llegó a su lado colocando una mano en el hombro desnudo para llamar su atención.

—Se ha ido. Giles se fue— Susurro despacio para señalar hacia la cadena de montañas que majestuosas se alzaban a la distancia.— Quizás, escaparon hacia otras tierras para seguir causando miedo, pero aun así espero que en algún momento ya no lo hagan más.

Egan observó aquel semblante triste de su pareja y escuchó en silencio aquella última oración impregnada de melancolía, entendida como la mayor debía sentirse, pues él nunca se esperaría que uno de sus amigos estuviera detrás del tráfico de personas. El ateniense deslizó su mano hasta llegar a la cintura de la chica para traerla hacia su cuerpo, le hizo que descansara la cabeza en su pecho mientras le repartía varias caricias en busca de calmarla.
La joven de tez trigueña miró de soslayo aquella cinta incrustada en la tierra que solamente pudo interpretar como una respuesta a los folios escritos a la luz de la vela, y simplemente pudo respirar hondamente implorando a los dioses la protección de cualquier alma desamparada. «Espero que algún día pagues por todo el dolor que has ocasionó en las familias, Giles»

ᴛᴡᴏ ᴛᴡɪɴ ғʟᴀᴍᴇs ᴅᴇsᴛɪɴᴇᴅ ɴᴏᴛ ᴛᴏ ʙᴇ ᴛᴏɢᴇᴛʜᴇʀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora