Cap. (08): Sentimientos

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- ¿Quieres agua templada o caliente?

-Templada, pero tirando a caliente.

Regulé la temperatura y puse a Eric en una silla improvisada boca abajo con la cabeza sobre la ducha.

- ¿Estás cómodo?

-La verdad es que no, pero no importa.

Con mi pie le quité la inclinación de la silla y salí del cuarto de baño para tomar dos cojines del sillón y volví para colocarlos delante del pecho de Eric, volví a inclinar la silla y le volví a preguntar.

- ¿Ahora estás cómodo?

- ¿Por qué has hecho eso si te he dicho que no importa?

-Porque me has dicho que no estabas cómodo.

Eric soltó un pequeño gruñido e inclinó su cabeza sobre la bañera.

-Sí, estoy más cómodo.

- ¿Y el agua está bien?

Le di un poco en el pelo y la aparté rápido.

-Está perfecta

Cada palabra de Eric era tan monótona e insípida que lo único que hacía era ponerme más tenso, parecía que en cualquier momento me iba a morder.

-En ese caso voy a empezar a echarte agua.

Comencé a mojar su pelo con mucho cuidado para que no entrase agua en sus orejas.

-Roy, gracias. - dijo Eric de repente pillándome por sorpresa.

- ¿Por qué? - le pregunté manteniendo la calma.

-Por sacarme del agua, siento haberte hecho aquellas heridas

Seguía sin poner ningún énfasis en sus palabras, solamente hablaba sin sentimientos y con una expresividad nula.

-No me tienes que dar las gracias, no me pediste ayuda, yo decidí ofrecértela.

Corté el agua y dejé la manguera a un lado. Mientras masajeaba el casco de la cabeza de Eric y enjabonaba su pelo para poderlo desencrespar.

-Tampoco te pedí que me hicieras prisionero en mí propio cuerpo.

Me quedé estático al escuchar eso, pensaba que iba a ser un acto desinteresado de bondad, pero resultó que era una excusa para echarme a la cara lo que hice.

-Lo siento, no existen palabras para expresar lo mal que me siento por lo que hice.

Volvió a soltar un pequeño gruñido y apartó mí mano de su pelo con un manotazo.

- ¿Qué clase de hipócrita eres? ¿Te sientes mal por lo que has hecho o por lo que he sufrido?

Estaba tan abochornado y me sentía tan mal que intentando hablar no podía decir nada, mi mandíbula estaba paralizada y mi mente carbonizada de tantas emociones.

-Pero la verdad es que sé que no fuiste tú, fue tú poder el que me hizo prisionero. - dijo entonándolo de forma triste.

Seguía sin poder hablar así que dejé que se expresara con libertad.

-Pude ver cómo me tratabas, aunque no pudiese manejar mi cuerpo, mi consciencia seguía en contacto con algunos de mis sentidos, podía verte y oírte, pero no sentirte. Vi como lentamente tú propio poder te engañaba, conocía cada uno de tus gustos y creó la personalidad perfecta para ti, un cachorro indefenso al cual enseñar y proteger, una personalidad que en su momento no distaba mucho de la mía.

Desterrados: Los misterios de AsgardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora