Carta en botella

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Aquella niña brincaba por la orilla dejando una hilera de huellas tras de sí, sentándose a pie de mar para una vez más lanzar una carta en botella sin destino.

"para recordar en el futuro quién soy"

Cada año la joven volvía hacia el mismo lugar, caminando por la misma orilla del basto océano que la llevaba a recordar su razón por la que seguir con ese pequeño ritual. Quizás en su corazón existía la ilusión de encontrarse con una de ellas y volver a rememorar aquellos tiempos.

Todas sus cartas en botella viajaron a través de las olas año tras año, llegando a los más recónditos destinos del mundo. Y la vida, cómo no esperar menos de ella, fue pasando. Aquella mujer dejaba su alma en cada trazo sobre el papel, soltando sus miserias, las vivencias felices, los secretos y memorias que cualquier persona puede albergar en lo más profundo de su ser.

Uno de aquellos años, vaya a saber porqué, al surcar la orilla que tan bien conocía la mujer divisó sobre las olas una de las botellas que reconoció al instante. Ante la sorpresa echó a correr hacia el fondo de mar, nadando sin descanso para agarrar uno de sus trazos de vida entre sus manos.

Sentándose sobre la misma roca en la que escribía todas sus cartas, abrió la botella y repleta de regocijo comenzó a leer. Su semblante se ensombreció, su sonrisa desaparecía y cada ápice de ilusión fue quebrado en su alma. Aquella no era ella, la mujer que escribió aquella carta era demasiado diferente, no podía ser. Sin embargo ella recordaba las vivencias relatadas en sus escritos, más no se veía.
Presa de la rabia perdió el sentido de su propia existencia que siempre creyó tener, y perdida en sus emociones rompió su carta en mil pedazos.

Rechazaba por completo la idea de no reconocerse a si misma.

Aquel día dejó de escribir, y con ello, no volvió a recorrer aquella playa a la que siempre había dado esa parte de si misma. La vida jamás esperaba y continuo pasando por la ya anciana, a quién sus líneas de expresión le recorrían el semblante como cicatrices en un guerrero, ojos sabios y cansados, alma ya de hierro.

En su vejez había vuelto a pasear por la orilla, arrepintiéndose de no haber seguido relatando sus años a través de las cartas en botella. El tiempo siempre será ese adversario que jamás da tregua. Ya sea por suerte o destino, la anciana por segunda vez en su vida apreció estancada sobre la arena una de aquellas botellas que tantísimos recuerdos guardaban. Había vuelvo a recuperar uno de sus anhelados años. Tomándola entre sus manos la abrió, comenzando a leer.

Las lágrimas no tardaron en llegar, era su primera carta.

"...Y cada año seré alguien diferente y eso esta bien. No tengo miedo a cambiar, porque yo sigo siendo yo. Y tú que me lees, seguirás siendo tu.
No importa si estoy aquí o allá, porque estaré a donde vaya.
Seré mil versiones distintas todas a la vez.
Estaré en cada lugar, en cada persona, cada emoción y pensamiento diferentes.
¿Puedes recordar quién eras, antes de que el mundo te dijera quién deberías ser?
Si puedes hacerlo, mi misión esta cumplida.

No importa si te pierdes, esto te servirá
para recordar en el futuro quién soy.''

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