Al verla en aquella piscina un raro sentimiento se apoderó de mí. Hermes estaba echando todo a la borda, por eso cuando vio la mirada asesina que le eché inmediatamente se fue por donde había venido, cómo un rayo.
Hestia ni siquiera se percató de lo que estaba pasando, seguía en estado de shock sin entender lo ocurrido.A veces no entiendo cómo es que Hermes parecía estar más ansioso por el plan que yo, realmente no lo comprendía a veces.
Hestia estaba mortal, con ese traje de baño blanco, le quedaba de infarto, con ese piercing en el ombligo que le quedaba tan sensual, esa cicatriz por arriba de la ceja izquierda que le daba el aire de chica ruda.
Tenía unas curvas de infarto, su cuerpo parecía como si hubiera sido tallado por los mismísimos dioses, y el diablo era quien te lo ponía en el camino para poner a prueba tu fuerza de voluntad. Era todo lo que definimos como perfección, era despampanante, y con ese diminuto bikini blanco que no dejaba nada a la imaginación, incluyendo sus glúteos de ensueño, que definitivamente son lo que más llama la atención en ella, aunque todo en ella destaca.
Una vez en la moto, tomamos asiento y siento sus brazos entrelazados agarrándome fuerte, cómo le ordené, entrelazados sobre mi pecho, siento el calor de su cuerpo, solo sin entrar en contacto directo por la fina tela de su top que nos separa.
En el camino iba a mayor velocidad de la que acostumbraba, lo hacía propositalmente para ver cómo reaccionaba Hestia, parecía no molestarle en lo más mínimo la velocidad, al contrario,que empiecen los juegos. Luego de un par de minutos llegamos a nuestra destinación, Hestia se baja primero de la moto y luego la sigo por todo el camino.
Estamos todo el camino en silencio hasta que mira hacia mí, con esos enormes ojos verdes que parecen dos esmeraldas, y me dice con voz suave, su voz ya no es ronca como el otro día, su voz es agradable al oído, cálida y dulce, y eso es inclusive peor que su voz ronca y rasposa.
—Creo que este es el lugar ideal—espera mi respuesta de aprobación, no lo hago sin embargo me dirijo al celular.
Mi madre me ha mandado una foto de Aida y quedo embobado mirándola, es perfecta, tiene mis ojos grises y seguramente heredó mi complexión, es alta para una niña de cinco años. Colocar el teléfono en el bolsillo y vuelvo a mi expresión normal, Hestia se percata de eso y otra vez vuelve a dirigirme la palabra.
—¿Solo sabes hacer mala cara?-me pregunta dando vuelta sus ojos esmeraldinos. — ponle un poco de alegría a la vida, estabas más contento mirando al celular— y sí, eso no se lo puedo negar, mi hija es la persona que me pone feliz en segundos.—Lastimosamente, es la única cara que tengo— le respondo, aunque luego intentando ser más simpático con ella aunque se me hace extremadamente difícil, y más a sabiendas de todo, a sabiendo de mi hija, pongo una sonrisa forzada en mi cara —¿Así mejor? — le pregunto
—Perfecto, hasta te hace guapo y todo la sonrisa— ante ese comentario de inmediato se sonroja y sus cachetes se coloran de un cálido rojo.
—Se supone que es un halago, o debo de sentirme ofendido?— le respondo a mi vez mirándola directamente a sus ojos.
—No tengo necesidad de halagarte, ya te crees demasiado tú por tu cuenta- me responde y no replicó porque sé que es verdad, sé que soy atractivo, y sé que le atraigo, solo tengo ventajas en esta situación, que empiecen los juegos
La "sesión fotográfica" fue más interesante de lo que nunca habría pensado, Hestia se la pasaba dando indicaciones de cómo debía de posar.
La tarde se hizo amena..—Ven, te saco unas yo a ti— le digo acercándome a donde está ella con su cámara mirando las fotografías que me ha sacado.
—No hay tal necesidad— me responde de inmediato.
—Vamos... quiero sacarte unas fotografías yo—le digo a mi vez, se me queda mirando por unos segundos, sin saber que hacer, la veo dubitativa.
—¿Y eso por qué? — pregunta con voz casi imperceptible, la noto nerviosa, y me quiero aprovechar de eso, su nerviosismo en mis confrontes me gusta.
—Quiero... apreciarte— en este momento la tengo acorralada, entre mi cuerpo y un árbol.
Me mira comiéndome con la mirada, pero en el momento que se da cuenta de que me percato de eso desvía su mirada de mí, yo no tengo ese problema, continuó mirándola.
—Me estabas comiendo con la mirada— la provocó—vamos, sé que te mueres de ganas de qué te haga fotos.
—Vale de acuerdo—dice volviendo a mirarme—pero que conste una cosa, no te estaba desnudando con la mirada, no te creas.
—Tú has dicho desnudar pitufina, yo he dicho comer, pero usa la palabra que te quede más cómoda-ahora su mirada es todo menos cómo antes, tiene una mirada asesina, cómo si quisiera matarme, me gusta.
—Pitufina, pitufina no—dice no muy convencida.
—Vamos, admítelo, eres una pitufina sensual— digo burlándome de ella a lo cual era da vuelta los ojos, es algo que hace muy seguido, o bueno lo hace conmigo porque le fastidio seguido.
—Vamos a hacer esas benditas fotos— dice finalmente, pasando por debajo de mí y dejándome solo en contacto con el árbol.
La sigo hasta un área donde hay otros bancos de madera, cómo los hay a la entrada.
Ella se sienta y me dirige una mirada.
—¿Qué? —le pregunto sin idea alguna.
—Sácame las fotos.
—No, no pitufina, te quiero en el árbol, ponle ganas, no puede ser simplemente una foto sentada en un banco. —le señalo el árbol.
Ella ríe ante mis palabras, y es un sonido agradable, una risa inconfundible, su risa es estentórea, y retumbaba aún estando al aire libre.
—¿Qué tiene de gracioso? —pregunto cuando termina.
—Tú, no logro descifrarte, a veces un malhumorado, y a veces dando todo de sí mismo, increíble. —dice eso mientras de su mochila saca un gloss y se lo esparce, dejándole a sus labios un aspecto brillante.
Nos dirigimos hacia el árbol que le señalé y le hago unas cuantas fotografías.
Logró a través de la pantalla de la cámara apreciarla más de cerca,tiene unos labios carnosos de muerte, y debido al gloss que se ha puesto tienen aspecto acaramelado, muy apetecible, cómo una manzana jugosa que implora para que le pegues un mordisco sin tan siquiera tener que pedirlo.
La sonrisa que esboza para que capte a través de la cámara logra ser seductora y tímida al mismo tiempo.
Se quita el cabello lacio y negro hacia un lado, dejando a la vista su delicado cuello.
Unas gotas empiezan a caer del cielo, antes claro y que ahora empieza a oscurecerse.
—Va a empezar a llover— me señala lo obvio
—Gran descubrimiento pitufina— al decir esto viene a mi encuentro y me da un golpe en el hombro.
—Vamos ven— la tomo por la mano y nos llevó hacia un árbol bastante grande donde podremos estar más protegidos, al menos por mientras.
Al llegar hasta donde nos llevé, extiendo mi chaqueta, la cuál ya había sacado por las fotos y la extiendo cómo manta sobre la tierra.
—Hasta has sido considerado y todo, mírenlo— dice vacilándome.
—Soy bastante considerado pitufina, ya verás.
Ambos tomamos asiento, estamos lado a lado uno del otro dispuestos a esperar a que termine de llover, lo que ha empeorado bastante desde entonces.
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Diosa del Ring
Fiksi RemajaHestia Miller, vivió toda su vida en Los Ángeles, bicampeona de las competencias más grandes de boxeo del país, pero un evento traumático hace que se tenga que alejar de lo que más ama, el único lugar donde se siente ella misma, el ring Se prometió...