Mi pequeño Arata.

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Se oyen pasos en el pasillo principal, una sonrisa deslumbrante se manifiesta en mi rostro, mis amados padres habían vuelto a casa.
A pasos torpes por la emoción de recibirlos en la entrada, me escabullo por la cocina advirtiéndole a mi chico que ya es hora de que prepare todo. Rápidamente guardo la cuchilla de la cocina en mi abrigo antes de proseguir.
El pasillo principal tiene una puerta antes de llegar a la que da a la calle, por ende llegaba a tiempo para esperarlos frente a la segunda puerta. Puedo notar por el leve escandalo de las llaves que han tenido un mal día, a lo mejor están nerviosos por alguna razón que desconozco.
Sus falsos rostros cambian como las caras de un dado siendo tirado desde lo más alto, están alegres de verme, claramente lo están, soy lo único que los mantiene lejos de la decadencia.
—¿Cómo les fue hoy?— Solté anodinamente. El señor me observa sospechando por debajo de sus intenciones. —Bien. Él nos dio esto para vos por lo de la última vez, más te vale que lo tengas presente y te disculpes la próxima vez.— Habla Iwao con sequedéz.
Observo a la mujer de ojos cansados en maquillaje ya desgastado pero aún reluciente, ella me miró y lo único que hizo fue asentirme con una dulce pero peligrosa sonrisa. Unas robustas manos envueltas en un oscuro traje se extienden hacia mi sosteniendo una opaca bolsa de cartón.  De ella prende una tarjeta llamativa con letras plasmadas, se aprecia allí "Arata Endō" en un rojo vivo junto con una hermosa estampa de flores rosadas y corazones amargos. Claramente me pertenece.
Con intriga observo, el contenido en la encomienda es un oscuro bóxer azul marino, junto con un honmeichoko atado a lo que parecía ser una carta.

Mi mente da mil vueltas en lo que trato de formular una oración se oye perfectamente, entre el silencio, como un par de cosas se caen de la estantería de mi habitación

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Mi mente da mil vueltas en lo que trato de formular una oración se oye perfectamente, entre el silencio, como un par de cosas se caen de la estantería de mi habitación.
Una mezcla entre rabia y adrenalina se integran en los ojos del mayor, quien casi al instante desaparece de mi campo de visión. La expresión de mi madre no pudo haber sido más transparente, claramente ella no comprendía nada.
—¡¿A quién mierda metiste a la casa esta vez, eh?! maldito maricón.— Myeong, mi madre, se exalta al ver al hijo de su amiga semidesnudo en mi habitación.
Y con intenciones de molerlo a golpes, veo a mi padre acorralando a mi dueto. Una vez mi madre está dentro también, cierro con llave al puerta de allí encerrándonos a todos en mi dormitorio. Aquella mujer alta, con facciones surcoreanas, gira rápidamente su cabeza hacia mi dirección con furia.
Mi compañero, Kano, suelta una leve carcajada ante el rostro de confusión de quien tiene casi sobre él.
Ellos ya no podrían escapar, ambos recuadros de la habitación estan obstruidos por nosotros. Cierta mezcla de furia y confusión se ven en sus rostros, ellos no se dan una idea lo que les espera.
Observo de forma directa a Kano, con una mirada pesada y atrayente, el mayor responde a mi atracción con una mirada llena de perversidad intensa. Es una mirada ansiosa, impaciente pero segura, de un depredador asechando a su presa, en este caso ambos tenemos en frente a dos sucias presas complicadas de cazar.
Entrecerrando mis ojos con una vengativa sonrisa le hago saber a quien me observa de tal forma que ya es la hora.
Dando lentos pasos hacia delante se nota un ambiente turbio, pesado, como cuando se visita a un cementerio. Me dirijo hacia Endō Iwao, cuarenta y un años de edad, hombre que puso el esperma en el interior de mi madre, o por lo menos lo que él piensa, para que yo naciera. Repugnante hombre el cual abusó y maltrató mi cuerpo de mil maneras diferentes desde que tengo memoria. Jefe y empleado de narcotráfico a la vez, que asco de ser humano.
Kano lo toma de los hombros atrapandolo con fuerza mientras yo preparo una gasa con cloroformo para ambos. Mi madre está atónita ante la situación, ella trata de buscar algun objeto filoso en mis cajones pero no encuentra nada, todo estaba despejado para la obra de teatro. Forzando ambas manos del señor, asfixio sus suspiros desesperados en la gasa. De mientras Kano tira al viejo en la cama y lo va preparando, yo me dirijo hacia Myeong, mujer de cuarenta y cinco años, persona que me dio la vida, o mejor dicho, el derecho a existir. Lo que ella me dió no fue una vida, me repugna esta mujer, vendiendo a su hijo de apenas ocho años a hombres y mujeres mayores para ser servido, ganar unos pesos e invertirlo en todo tipo de drogas; heroína, metanfetamina, cocaína, mescalina y demás.
Ella podría parecer una persona dulce por fuera, pero esta mujer junto con el viejo hicieron de mi vida un infierno, pero hoy acaba todo. Acorralándola contra un rincón me voy acercando a ella y tapo su boca con la misma gasa para ser adormecida.
Una vez ambos cuerpos se encontraban plasmados en las sábanas de la cama aún desordenada, Nono se encarga, junto conmigo, a desprender cada prenda de ropa de ellos. Su ropa está tan desprolija ahora que podría confundirse con las frazadas de la cama, la cual se encontraba hecha un desastre.
—Esto es absurdamente macabro.— Continúa Kano. —Me gusta.— Ambos sabíamos lo que estaba por suceder, lo cual nos hacía sentir unos nervios, algo ténues pero notables, junto con una energía que nos despertaba como si saltáramos de la cama al darnos cuenta de que no escuchamos el despertador.
Mamá abre los ojos y, aún sumergida en los efectos del cloroformo, no logra comprender lo que ve a su alrededor. Se ve como si estuviera imitando la forma de una canasta con sus extremidades, más bien se ve como si fuera una canasta. Tan atada, tan contorsionada, privada de su libertad y derechos, tan vulnerable, tan débil, así describiría a mi progenitora con tan sólo mirarla y verla a los ojos.
En cambio, por otra parte, está mi viejo que pareciera que está soñando que viaja a su mundo ideal, como si un nene soñase con un mundo de golosinas, pero en lugar de golosinas éste estaría repleto de estupefacientes. Él se encuentra completamente desnudo, atado de manos y pies, con un pequeño bondage de cuerda roja que pasa por la entrepierna apretando sus testículos y tapando su agujero. Se ve asqueroso, de verdad lamento reconocer cada extremo de su cuerpo en forma, incluyendo sus partes íntimas. Me da náuseas pero en verdad estoy sediento de venganza.
El hombre a mi lado se acerca a quien tiene reposado en la cama y toma su cabeza de los pocos pelos que tiene haciendo que queden frente a frente, es obvia la respuesta; sigue tan drogado que apenas respira. Está claro con quien vamos a comenzar.
—¿Qué pasa mamita querida?¿No te gustó la sorpresa?— Hago una pausa para comprobar si ésta puede modular y prosigo molestándola un rato recordándole las razones por las cuales nunca fue una buena madre. Veo temor en su mirada, aún no puede modular ni una sola palabra, lo que la hace desesperarse más, ella teme por su futuro. Suelto una risa corta al ver a mi chico justo detrás de la mujer frente a mi. Él la agarra de las caderas con fuerza y juega con ella con el mango de un cuchillo de forma que no se espere lo que se aproxima. Myeong algo confundida y excitada, por lo que estaba ocurriendo en su entrepierna, intenta darse la vuelta para averiguar quién está haciendo tales cosas pero es incapaz de moverse, su cuerpo sigue adormecido del pecho para arriba. Kano corre con sus dedos la fina tela que cubre la intimidad de mi progenitora y sigue moviendo aquel trozo de madera bien moldeado pero esta vez dentro, haciendola estremecer.
Mientras tanto, voy hacia la cocina a prepararme un café tan caliente que podría hervir huevos, literalmente.
Cuando regreso puedo ver como hay unos tajos en la parte superior de mi madre, los cuales ella no siente gracias al efecto ya antes mencionado. Y,  cuando poso la mirada en la parte baja de Kano, veo al desgraciado hombre pelinegro intentando safarse de sus ataduras. Enseguida, y con cuidado tratando de no derramar nada en el camino, vuelco toda la taza de café en el culo de este repugnante señor. Los gritos más desgarradores y horripilantes salieron de su boca como si le hubieran cortado los testículos. —Es sólo un poquito de agua, viejo sucio.— En el instante en que digo eso, Kano agarra de sus testículos con toda su fuerza, lo que lo hace gritar y derramar algunas lágrimas, pero eso no es suficiente. Nono jala hacia abajo con fuerza lastimando la union de éstos haciendo que el viejo pida por su vida ahora hecha una tortura.
Myeong voltea asustada, y desesperada por su marido comienza a gritar queriendo lograr que pare, pero efectivamente es esfuerzo echado a perder. Sus terribles gritos se vuelven más dolorosos al sentir como el mango de madera salía dentro de ella para ser volteado y tener, ahora, el metal filoso del cuchillo dentro. Sus piernas se unen como un imán y un metal, es obvio que se estremece del dolor.
Iwao pasa de desgarrarse las cuerdas vocales a intentar usar un poco la cabeza y empieza a intentar convencerme sobre darme todo su dinero y mercancía, que todo podría ser mío si quisiera y lo dejara en paz. Incluso dijo que me daba el cuerpo de mi madre para que yo hiciera lo que se me dé la gana, que hombre más desagradable. La impotencia me consume por completo. —Por supuesto que voy a hacer lo que se me dé la gana en este instante, es lo justo luego de vivir sin siquiera tener derecho a ser una persona.— Le dedico una mirada decidida a el hombrecito de pelo negro lo suficientemente clara como para que sepa inmediatamente lo que quiero. Éste sale de la habitación a hacer lo suyo, sin antes despedirse de mi con un simple beso en los labios.
La habitación luce similar a un campo de higan-bana, hay rojo por doquier, y no porque haya hecho demasiado, solo que venas y arterias fueron cortadas en algunas zonas específicas del cuerpo de mi madre. Ya ninguno me suplica por paz, no están muertos pero el poco aliento que les queda lo gastan en sollozar y en quejarse levemente. Mis nudillos duelen luego de haberle desfigurado el rostro al señor atado sobre mi cama. Pasan los minutos más lentos y aburridos de mi vida, cansado de oír y ver siempre lo mismo me dirijo hacia los cajones de mi mesita de luz. Rebusco entre el desorden dentro de ellos y por fin logro sentir con la punta de mis dedos aquel objeto vibrante que buscaba. Por fin voy a sentirme satisfecho luego de que él sienta todo lo que me hizo.
Con la misma cuchilla que estaba dentro de la entrepierna de Myeong, razgo una de las nalgas del viejo haciendo que desborde el bello líquido carmesí debajo de su piel, haciendo que la sangre fluya por toda su entrepierna incluyendo su agujero, donde ahora ya lubricado introduzco bruscamente el dildo que sostenían mis manos. —Y esto... Es para que sientas aunquesea la mitad del dolor que me causaste durante los últimos cinco años, infelíz.— Mis movimientos son tan fuertes que pequeñas gotitas de sangre salpican mi ropa junto con la pared, y así prosigo unos diez minutos más hasta cansarme.
En lo que termino Kano toca a la puerta para informarme que la policía estaba en camino y que ya había hecho la denuncia por mí.
—Te espero en la ducha para que nos demos un baño, Moradito.— Dice Yoshida.
Antes de salir de la habitacion vuelvo a adormecer a mis padres para asegurarme de que no provoquen mas desastre del que ya hicieron, luego cierro la puerta con llave para poder dirigirme tranquilamente y sigilosamente hacia el baño.

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⏰ Última actualización: May 09 ⏰

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- 𝕳𝖊𝖒𝖆𝖙𝖔𝖋𝖎𝖑𝖎𝖆. ★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora