96°

1.7K 309 354
                                    

Scarlett.

—De hecho, creo que sería una buena idea el considerar que pasen las fiestas contigo —dije al teléfono.

¿Hablas en serio? ¿Aquí en la cabaña conmigo?

—Claro, eres su padre. Estarán bien contigo. Ambos te extrañan y a Diego, yo tendré tiempo de organizar mis lecturas, mi siguiente año en la universidad y mis estudios del doctorado.

—¿Harás un doctorado? ¿Sobre qué? ¿Por qué?

Sonreí.

Es la primera vez que siento que merezco presumirle a él algo. Haré un doctorado por mí, porque lo deseo.

—Un doctorado en literatura, porque me lo merezco y es algo que siempre he querido.

Él se quedó en silencio. Sé que ambos tuvimos recuerdos de lo mismo. Esa charla en la que le decía que deseaba ser como esas mujeres inteligentes que él frecuentaba, y aquí estoy...

—Felicitaciones, Scarlett. Eres muy lista, sé que será para bien.

—Gracias, Ryan. Me da gusto que lo tengas claro, porque la madre de tus hijos desea darles un buen porvenir de conocimientos y economía.

Él hizo un sonido afirmativo y luego noté que mi prometida acababa de llegar, pues oí que dejaba su bolso en el sofá de la biblioteca.

—Bien, debo dejarte. Hablamos en otro momento para coordinar las vacaciones. Gracias.

Él se despidió y colgué. La rubia se acercó hasta mí y me besó sin preguntar.

—¿Cómo está la maestra más hermosa de todo el mundo? —preguntó y estiró su mano enseñando unas flores hechas a mano.

¿Es un ramo?

—Amor, no debías...

—Debía. Conozco a alguien que hace cosas así a pedido, y mira las flores.

Las flores parecía hechas de diarios en un inicio, al acomodar mis gafas noté que estaba lleno de poemas. Las rosas de papel eran hojas con poemas en ellas.

—¿Cómo?

—Solo fue un minucioso análisis de ti durante estos años. Los poemas que más relees y adoras recitar para mí.

Lizzie se veía ilusionada por mi reacción y yo no hacía sino pensar en cómo podría decirle todo lo que la amo con algo más que palabras.

—Eres el amor de mi vida, Elizabeth.

Ella se sonrojó.

—Oh, y tú el mío, te lo aseguro.

Me acerqué hasta sus labios dejando el ramo sobre el escritorio por un segundo, y la besé repetidas veces mientras ella insistía en que me amaba con locura.

A veces no podía creer que tanta felicidad me consumiera el pecho. Mi prometida, una mujer, una chica. Algo que siempre estuvo ahí, pero jamás vi, y la amaba, ella me amaba, éramos apasionadas y dueñas de nuestro amor por la otra, y eso era más que suficiente para encontrar un sentido en la existencia.

No, no me refiero a que yo exista para amarla y que ella exista para amarme, me refiero a que ambas nos amamos y somos dueñas de nuestro amor por la otra, y que tomamos la elección de amarnos diario, con esa intensidad literaria que muchas personas anhelamos obtener alguna vez. Siempre llega, aunque se tarde, es difícil elegir a alguien, pero cuando das en el clavo, es difícil no querer estar tu vida entera y más con ese alguien.

—Te amo tanto... —susurré contra sus labios —. Eres la mujer más romántica con la que pude encontrarme.

—Te mereces eso y más, mucho más —dijo ella —. Porque hoy me enteré de que ya comenzaste tu preparación del doctorado... quería sorprenderte y, además, es lindo que todos los días sean un recordatorio de lo mucho que te amo y de lo orgullosa que estoy de ser tu prometida.

Laguna negra |Scarzzie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora