En el interior del bosque, en un monasterio aislado y antiguo, Helena vive una vida de devoción y sacrificio. Aquel convento es lo más cercano a una familia que ha logrado experimentar, y cuándo el sacerdote que la acogió cómo hija desde que tiene uso memoria, muere por vejez, Helena siente que su vida pierde sentido y sus ideales poco a poco se resquebrajan.
¿Estoy viviendo de la forma que quiero? ¿Es esto todo lo que tengo? ¿Es correcto lo que hago? ¿Lo hago por amor, o es por qué nunca tuve otra opción? Miles de pensamientos de ese tipo le revuelven la cabeza, empeorando aún más cuándo le conoce a él.
Su belleza, vulnerabilidad, inteligencia y dulzura, han hecho que Gojo Satoru, el nuevo sacerdote, se sienta atraído por la joven, pero hay algo más; presencia en ella un temor absoluto, una sutil gota de rebeldía y odio.
La comunidad religiosa cree que el nuevo sacerdote enigmático y apuesto es un ejemplo a seguir, pero todos desconocen que tiene un gran y oscuro secreto; Gojo Satoru es un demonio caído que ha encontrado refugio en la iglesia, escapando de los cazadores de demonios que habitan en los pueblos y cuidades exteriores.
Gojo, intrigado por la belleza y actitud de Helena, se esfuerza en resistir la tentación que ella supone, sin embargo, a medida que los días pasan y la rutina compartida del monasterio se extiende, Gojo presiente que nada de lo que haga evitará que el vínculo que los une no se profundice. Helena, por otro lado, siente sospecha y recelo por el nuevo sacerdote, siente que es un remplazo en todo el sentido de la palabra para el padre Ignacio, y eso no le agrada. Pero con el paso de los días un sentimiento de desafío la impulsa a incumplir sus votos, inexplicablemente atraída por el nuevo sacerdote. La oscuridad que le envuelve a dicho hombre, y sus actitudes extrañas, hacen que Helena sienta la necesidad de ir más allá y averiguar de que se trata, de encontrar en él una oportunidad de experimentar y comprender aspectos del mundo exterior que nunca pudo vivir por sus votos y prohibiciones.
A medida que el extraño sentimiento prohibido entre ambos florece, los dilemas morales atacan para ambos, y los sentimientos comienzan a surgir de formas extrañas que Helena no logra comprender. Siente la necesidad de encontrar una figura de protección en Gojo, pero el temor de contradecir sus votos de celibato y lealtad le embargan. Por otro lado, Gojo no puede entender porque esa joven monja le atrae tanto, al punto de que ha experimentado la empatía y la conexión humana sentimental.