A marte más no pude, a la luna o al sol, ya no hay venus que me ayude, ni firmamento sin sabor a seol: amarte más no pude, aunque bajase el último lucero, poniendo en todos un te quiero, un beso, y un abrazo sincero.
Nostálgico recuerdo se volvía tu faz en mi alma sin paz; olvidar el olvido no he podido, aun con todo lo que me ha dolido tener tu amor y que parezca prohibido por la distancia en que yace escondido, mas, sin estar perdido redunda en lo más querido, en lo etéreo de lo desconocido. ¿Es acaso un ángel, un demonio inhumano, o un espectro mundano capaz de perderme con sólo el roce de su mano?
Es ella como el misterio latente e infinito del universo cuya lejanía de su último confín no alcanzaría en sueños aunque me desviva en mil y una letanía; y la amaría, por siempre jamás, cual loco poseso, intranquilo en la vida que sin vivir no es un deceso, por los siglos de los siglos esperando un beso; por eso, quiero, quiera el destino queramos querernos, aun sin vernos; quisiera querramos en un mirar eternamente decir que nos amamos: sea así por doquiera, en invierno y primavera, pensar que eres, no que fuiste, y que me quieres, no que me quisiste.
Ay del querido cielo que tanto te daría, si es que tanto lo quise yo un día, ¿qué es lo que me has hecho, para que te ame más de lo que le quería?