22. Cosa de lesbianas

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Amelia
Hace un año

Todas mis relaciones con mujeres habían terminado de forma amistosa, porque una simplemente dejaba de sentirse cómoda o cualquier otra razón válida. Claro, las relaciones de secundaria nunca son muy serias, y cuando tuve mi primera novia —que solo duramos poco más de un mes pero se sintió como toda una vida— creí que me había librado de la maldición de la primera relación lésbica desastrosa.

Hasta que en la preparatoria, cuando empecé a salir de fiestas con amigas conocí a Yulianna.

—Me encanta tu vestido —dijo Elena detrás de mi—. El color esmeralda hace que tu cabello pelirrojo se vea muy lindo.

—¿Si? Lo compré en una tienda de segunda mano hace unos días —murmuré, atándome el cabello en una media cola, no estaba segura de cómo arreglármelo— Tenía el trece por ciento de descuento, ¡fueron solo veintidós dólares! ¿Puedes creer eso?

Seguí luchando con mis mechones de cabello rebeldes que se negaban a ser peinados hasta que Elena se dio cuenta de mi sufrimiento.

—Una muy buena inversión sin duda. ¿Necesitas que te ayude con tu cabello?

—Dios, si por favor. —me senté en su silla para que hiciera lo suyo, y mientras ella me pasaba su cepillo yo revisé mi celular por milésima vez en la última hora.

—¿Yulianna ya está allá?

—No lo sé... no me ha contestado los mensajes —hice una mueca al ver que seguía en visto.

Luego de unos quince minutos más de maquillaje y otros diez de camino al fin nos reunimos con las demás chicas en la fiesta.

Y pasaron otros trece minutos hasta que Yules al fin dio señales de vida.

Yules: ¿Dónde estas?

Amelia: En la cocina, ¿y tu?

No tuvo que responder, en seguida sentí unas manos rodearme la cintura y el aroma de su perfume a mi alrededor. Ese bendito perfume que es para hombre pero que ella tanto disfrutaba usar.

—Hasta que te encuentro —dije, dándome la vuelta para abrazarla. Ya me sentía extrañamente más alegre.

—Tuve que hacer unas cosas antes de venir —murmuró, pero cuando hice ademán de besarla su media sonrisa se borró— ¿vestido nuevo?

Me miré de arriba a abajo como si hubiera olvidado lo que traía puesto.

—¡Si! ¿Te gusta? —sonreí y metí mis manos a los pequeños bolsillos que tenía— ¡tiene bolsillos!

Hizo una mueca.

—Está bien si lo que quieres es parecer una puta —espetó, apartándose un poco y mirándome con algo de desprecio.

Un pequeño nudo se me formó en el estomago, como si algo me hubiera golpeado internamente.

—No entiendo... ¿qué tiene de malo?

—Ya no importa —desvío la mirada hacia las personas a nuestro al rededor—. Saldré a fumar con unas amigas por ahí, te veo en un rato.

Ni siquiera me dio un beso en la mejilla ni algún ademán de despedirse. Hubiera jurado que se apartó al pasar por mi lado para no tener que tocarme.

No entendía este cambio de ánimos, por más veces que se repitiera, nunca entendía porque lo hacía.

Quizás yo era el problema.

Pase el resto de la hora mirándome en reflejos en busca de lo malo, tirando de mi vestido para que no se viera demasiado corto y colocando mi mechón de cabello rebelde detrás de mi oreja para después dejarlo como estaba antes, y creo que después de salir con Julianna empecé a hacerlo más seguido.

Una Novia Para Amanda GrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora