10.- Mis Responsabilidades (3/3)

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Después de eso me dirigí una última vez a la habitación de Érica por si acaso la veía despierta. Si no, pensaba pedirles a Virima y Ascel la misma habitación para quedarme a dormir. Sin embargo, al abrir la puerta encontré sus dos ojos azules apuntándome directamente.

—¡Érica!— exclamé— ¡¿Cómo estás?!

De inmediato cerré la puerta tras de mí y me apresuré a sentarme en la silla a su lado. Ella me miró algo confundida.

—¿Dónde estamos ahora?— inquirió.

—En Nudo, en el imperio vole— le espeté— mientras peleabas con María, apareció un fantasma y te puso a dormir. Te trajimos fuera de... ese otro mundo. Ahora mismo estamos en un hotel que pertenece a unos amigos, te tratarán bien. Ya pagamos esta habitación por una noche, deberías descansar hasta mañana.

Ella se refregó la cara con las manos, pensativa.

—¿Qué pasó con María?— inquirió.

Apreté los labios antes de contestar.

—Está bien, no pudiste tocarle un pelo.

Chasqueó la lengua con frustración.

—Maldita suertuda— gruñó— la próxima vez no se librará de mí. Pero qué sorpresa verla ahí ¿Se hicieron amigas?

Abrí los ojos de par en par.

—¡¿Cómo lo supiste?!— exclamé.

—¿Mmm? Por cómo la defendías, me pareció que debían ser amigas o algo así.

"Por cómo la defendías" ¿Entonces Érica sí estaba resentida de mí? Agaché la cabeza y asentí. No podía ocultárselo.

—La conocí en una de mis misiones de infiltración— expliqué— es... excéntrica, pero también bastante simpática.

Quise decir que seguramente se llevarían bien, pero incluso si no hubieran comenzado con una tan mala impresión, no estaba tan segura de que ambas pudieran simpatizar.

—Vaya, quién lo hubiera dicho ¿Y quién fue el que me dejó inconsciente?

—Fue... mi señor fantasma— indiqué— usó un parche especial para hacerte dormir.

Érica se rascó la cabeza.

—Ni siquiera lo alcancé a ver— musitó— si es como Víkala, debe ser fuerte.

Asentí con la cabeza.

—Los fantasmas son aterradores— le espeté— ten cuidado en tus viajes, no intentes enfrentar a ninguno.

—Ah, no, descuida. No es como si hubiera muchos fantasmas allá en Hosilit— indicó.

Pero eso no era lo que me preocupaba. Al ver la facilidad con que la habían dejado fuera de combate, lo que me temía era otro asunto.

—Érica, tú te has hecho muchos enemigos a lo largo de los años ¿No? Es solo cosa de tiempo para que uno de estos se entere de mi organización. Mandarán sombras a matarte, quizás mañana, quizás en diez años, pero lo harán. Ten cuidado, por favor.

Esta vez ella no se lo quitó con un simple gesto. Érica asintió, se gravó mi consejo en la cabeza.

—Entonces deberé hacerme fuerte rápido— dijo, y sonrió— qué bueno que te tengo a ti.

Esas palabras me cayeron como una bola de acero en el estómago ¿Estaba resentida conmigo o no? ¿Qué era? Por una vez, no podía leerla bien.

Agaché la cabeza, débil y cobarde.

La Helada Garra de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora