Recuerdo como si fuera ayer el primer día de universidad. Al fin y al cabo, es el primer escalón hacia la vida adulta. No lo recuerdo con miedo, a diferencia de otros a los que he preguntado. Si bien es cierto que subir a ese escalón significaría hacerlo mientras tememos a lo desconocido o estar a la altura de los ojos de los adultos, he de decir que en mi caso no fue así. Sin embargo, toda mi vida he seguido el camino contrario: el del miedo, la distancia y el aislamiento preventivo.
Siempre he tenido una gran dificultad para relacionarme con otros, por lo que las primeras veces nunca han resultado agradables, sino tediosas. Sin embargo, antes de empezar a correr en este nuevo circuito llamado universidad, me prometí que cambiaría para comenzar con buen pie esta nueva etapa de mi vida. Y eso hice. Ya ha pasado algo más de un año y, si miro con detenimiento, puedo ver mi crecimiento con gran claridad. Aquel primer día me sentí poderoso, capaz de hablar con gente nueva a pesar de mis limitaciones y mis pensamientos intrusivos, que logré combatir eficazmente. Desde entonces os aseguro que todo ha ido a mejor y, por ende, podría afirmar sin problema alguno que este ha sido el año más feliz de vida.
Pero...¿A qué viene todo esto?
Resulta que a raíz de la reciente reflexión que publiqué, he continuado evaluando ciertos aspectos de mi vida y eso incluye, indudablemente, a mi relación con la amistad. Digamos que nosotros somos el centro de un sistema solar y que en él orbitan diversos planetas que nos complementan. En otras palabras, nosotros seríamos como el sol de nuestro sistema y el resto de planetas serían las cuestiones o asuntos de gran relevancia con los que estamos conectados intrínsecamente desde que nacemos. Están, por ejemplo, la familia, el trabajo, el yo y por último, la amistad. Así pues, en esta ocasión he decidido profundizar más en mi progreso con ella, ya que, aunque haya encontrado mi forma de ver el mundo, esta no sería posible sin el apoyo incondicional de los que han encendido las velas que me guían en la vida.
Empiezo, por tanto, agradeciendo enormemente el momento en el que mi Yo pasado decidió abrir su corazón y sus pensamientos al mundo. Esa decisión, apenas visible desde el exterior, pero extremadamente potente en mi corazón, supuso el origen de un nuevo Big Bang en mi espacio personal. Todo se reordenó sobre bases más fuertes. Sin embargo, debo comentar que dicha decisión fue premeditada por bastante tiempo, pues me supuso un reto el hecho de despejar mi mente de ciertos obstáculos y falsas concepciones de mí mismo que me solía poner para evitar probar cosas nuevas, o, en este caso, para darle una oportunidad. El primer paso siempre es el más complejo, pero, una vez se da, las puertas y ventanas hacia lo que ha buscado se empiezan a abrir rápidamente. Justo eso me ocurrió a mí y, ahora, mi alma descansa en un confortable Express, con vistas excepcionales a paisajes inéditos y unos extraordinarios compañeros de viaje.
Me dejé conocer en un mundo adverso, abierto a la incertidumbre y abrigado por nubes grisáceas que dejaban caer inseguridad sobre mis hombros, pero, al mismo tiempo, un mundo abierto a la grandeza que siempre había deseado: una vida en la que me sintiera verdaderamente acompañado y que me alejara del fantasma de los pasados. Quise que mi vida diera un giro de 180º y al darle una oportunidad al momento, eso a lo que aspiraba llegó con rapidez. Solo tuve que hacer una cosa: confiar en mí y dejarme llevar de la mano por el tiempo, pues supe que si hacía tal cosa, podría lograr lo que siempre había supuesto un muro en mi camino. En otras palabras, me hice ver y me rodeé de gente de cuyos corazones salían gritos y rayos de ilusión que inundaban cada sala en la que estaban.
Haciendo nuevamente ilusión al último escrito publicado, he de recordar que si la vida es un trayecto de solo ida, nosotros debemos escoger sabiamente con quién disfrutar ese hermoso y tedioso paseo. La vida es mucho más sencilla cuando se tiene pilares en los que apoyarse cuando uno está decaído, como dijo Hilary Clinton: "si quieres llegar rápido, ve solo; si quieres llegar lejos, ve acompañado". Realmente no se sabe a ciencia cierta quién lo dijo primero, pero fuese quién fuese, tenía razón. Me inunda de orgullo saber que, al abrir los ojos y mirar a mi lado, veré a gente que me quiere, a personas a las que admiro profundamente.
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Rincón de Gonzalo
De TodoUn libro de relatos y pensamientos profundos sobre la vida....