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La joven se duchó en tiempo record, se puso un poco de color en la cara, siendo de vello y cabellos tan cobrizos, podría parecer que no tenía ni pestañas ni cejas si no las hacía notar. Luego se detuvo frente a su armario, con el corazón a todo galope.

Si elegía algo simple, sus padres sospecharían, además de que Kylian podría encontrar la manera de hacerla sentir incómoda llevándola a algún sitio en el que desentonara, pero si iba muy ataviada, parecería que deseaba impresionarlo.

Se decantó por una falda elástica de tubo con rayas verticales, que cubría sus rodillas, junto con un top blanco que dejaba ver un poco de su vientre, deportivas del mismo color y una chaqueta de jeans. Se pasó el secador un poco por el cabello pero no quería demorar más y bajó lo más despacio que pudo, conteniendo las ganas de salir corriendo.

Al llegar a la sala, los encontró ahí a los tres, además de a Esko, el único de sus hermanos que aún vivía en casa y, debido a sus estudios, poco se le veía.

—Ey, huracán —exclamó su hermano, avergonzándole.

Kylian volteó en ese momento. Durante un instante no supo cómo actuar. La pelirroja lucía preciosa, además de muy joven, notó. Esa falda se adhería a su cuerpo de una forma sugerente, favoreciendo sus delicadas curvas, ese trasero, además ese top que dejaba ver un poco de la piel pálida de su vientre. Su cabello húmedo aún, apenas si maquillada. Era un deleite para cualquiera, sin duda.

—Esko, qué simpático —se quejó la pelirroja dándole un empujón carente de delicadeza.

—Samy, por favor —la reprendió Madelene, levantándose al tiempo que el invitado lo hacía y su esposo.

—Lamento esto, de verdad —susurró la joven a Kylian, verdaderamente apenada porque aunque era una venganza, no la sentía correcta.

Kylian se acercó a ella, despacio. Samantha pestañeó aturdida. Enseguida notó la palma de esa caliente mano sobre la piel desnuda de su cintura que, aunque era apenas una franja, no evitó que sintiera su tacto. Su piel se erizo. Mierda.

—No te disculpes, esperarte es algo a lo que podría acostumbrarme —le dijo clavando los ojos grises, tan parecidos a los de su padre, sobre los suyos. Pasó saliva, sabía que lo hacía para que su familia lo escuchara, pero sintió que se lo decía solo a ella. Sonrió trémula—. ¿Nos vamos?

Ella asintió cohibida

—Fue un placer charlar contigo, Kylian —intervino Madelene, colgándose del brazo de su marido, que los estudiaba sin dar crédito.

—Igualmente, espero que se repita y que sigas mejorando, Londo —expresó Kylian con cortesía. El hombre asintió, así que estaba al tanto de su condición. Quizá era la razón por la que se mostró tan tolerante por la mañana, o quizá era debido a su hija. No tenía idea, lo cierto es que lo tranquilizaba de alguna manera tener tiempo, porque daría con el jodido ladrón, se juró aferrando la mano de su mujer, que sonreía buscando esconder su agobio. Los dos sabían que aquello no sería pasajero.

Salieron un segundo después aquella casa. Sam esperó lo peor, pero no ocurrió, en cambio Hades le abrió la puerta del auto y sonriendo la invitó a subir. Eso la tensó sin remedio. Qué se traía entre manos. Por experiencia podía esperar solo lo peor de ese humano.

—Kylian —comenzó ella, pero él negó al poner en marcha el motor.

—Iremos a cenar, si no te molesta, muero de hambre, después hay una exposición en el centro de la ciudad a la que asistiremos —explicó.

—No quise llegar tarde, pero es que...

—Quisiste. No mientas —la interrumpió calmado, mientras tomaban camino.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora