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Comieron en medio de risas, juegos, sin hablar de nada importante, solo disfrutando el momento. Terminó Sam recostada sobre uno de los muslos de Kylian, ambos con la atención puesta en el mar.

—¿Dónde vive tu padre? —preguntó de pronto, sin verlo. El hombre la enfocó, sereno.

—Grecia —respondió. Ella alzó las cejas, incorporándose, mirándolo con fijeza y ladeó la cabeza.

—En... en ese acuerdo... Decía que ahí sería la luna de miel —recordó sintiendo como eso que había logrado mandar lejos ese par de días, retornaba, porque la realidad es que todo eso que estaba ocurriendo era una pantomima, parte de un plan y no debía olvidarlo. Él la estaba acorralando, chantajeando, no era en definitiva ese hombre que le habría gustado que fuera, ese que se mostraba.

Kylian flexionó las rodillas, descansó los codos sobre ellas, en pose desgarbada, mirándola.

—Sí, ahí será, pero no en el mismo sitio en el que vive mi padre.

—Oh, no suegros en el radar. No sabes el alivio que siento —replicó abanicando las pestañas, llevándose una mana al pecho, con sarcasmo.

—¿Irás por esos rumbos? —la cuestionó serio. La pelirroja se encogió de hombros, quitándole importancia, para perder de nuevo la atención en el oleaje.

—Son los rumbos que tú elegiste, cada cosa tiene ese motivo. Así que supongo que, aunque no quiera, todo va hacia allá —replicó poniéndose de pie.

Él la observó, impávido, ocultando ese algo incómodo que surgió, buscando esconderlo. Entonces ella cerró los ojos y sonrió aspirando con fuerza la salinidad marítima.

—El último se lleva la cesta —lo desafió y salió corriendo hacia el agua.

Kylian no lograba adaptarse a esos cambios abruptos, pero aceptó el reto y corrió enseguida. Cuando Sam iba a llegar la tomó por la cintura y la alzó tocando él primero el agua con sus piernas, mientras ella gritaba envuelta en carcajadas que burbujearon en su cabeza.

—La llevas tú —avisó el hombre un tanto desconcertado, otro tanto divertido, mientras la hacía girar a su costado, consiguiendo con eso que gritara aún más fuerte, pero no por estar asustada, sino entregada a la situación.

—Ya, bájame, ganaste aunque no me asombra, eres tramposo —dijo sofocada, pero alegre. Kylian la dejó sobre el oleaje. Ambos mojándose los pantalones, el calzado.

—Nunca hago trampa, aprovecho lo que tengo a la mano para salirme con la mía —le aclaró serio. Ella entornó los ojos, asintiendo, porque en definitiva estaba de acuerdo con aquellas palabras. Entonces se agachó y sin que él lo viera venir lo salpicó.

—Yo también —respondió Sam, riendo, pues ya se limpiaba el rostro empapado, lo hizo de nuevo sin poder contenerse. Kylian se sacudió el agua y la observó con malicia.

—Corre porque no quedará nada seco de ti si te alcanzo —le advirtió, en respuesta volvió a mojarlo y enseguida echó correr. Había crecido entre hombres, no temía

Darle alcancé no fue sencillo, era escurridiza, ágil y con muy buena condición física. Le hacía fintas, se burlaba y luego se alejaba gritando mientras abría los brazos, entre danzando y corriendo, provocándolo, burlándose.

Kylian rio como hacía años no lo hacía. Entonces Sam, sin que lo viera venir se acercó a él corriendo y sin impórtale nada se abalanzó contra su cuerpo. Trastabillaron, enseguida perdieron el equilibrio, cayendo los dos en la arena, en medio de carcajadas cuando el agua les dio alcance.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora