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Los días pasaron, la intensidad de sus encuentros aumentó, pronto se encontraron escalando en los muros de su apartamento, bailando en algún bar no muy concurrido, haciendo un picnic en medio del invernadero que una noche le mostró cuando, presa de un impulso decidió abrirse a ella y hacerle el amor.

Reían todo el tiempo, caminaban por la playa mientras ella se colgaba de su cuello, se perseguían, competían, y hablaban sin cesar.

Keira estaba asombrada de como las cosas entre ellos dos avanzaban. Ambos se habían aventado a aquello de cabeza, era evidente. La visitaba en los entrenamientos de futbol y al acabar ella lo desafiaba con el balón en aquel parque donde terminaban llenos de barro, rodando por el césped como dos niños.

—¿Qué harás hoy? —pregunto su mejor amiga cuando al fin pudo tener un tiempo libre.

Esas tres semanas había visto como salía disparada cuando él la buscaba, o como algún auto lujoso llegaba por ella, no importaba donde estuviera ni si iba presentable, Samantha simplemente se iba.

—No sé, tengo que generar gráficos para unas cuentas —respondió risueña, mientras bebía del frappé, inquieta, como si escuchara una tonada que inexistente.

—Bueno, en un segundo puede cambiar eso, lo sabemos.

—¿De qué hablas? —preguntó la pelirroja, relajada.

La notaba tranquila en realidad, como si estuviera encontrando la manera de encausar toda su energía, pero no imaginaba a ese hombre haciendo todo lo que ella le contaba. ¿Terminar sucio después de jugar futbol? No, eso no sonaba para nada a Kylian Craig, pero le creía.

Por otro lado, Sam, había acudido ya a un par de eventos de los típicos que solía quejarse. La había visto buscar qué ponerse como nunca antes, permitir a Madelene peinarla y mostrarse entusiasmada por ir. Eso sin contar que él parecía no querer tener distancia entre ambos.

—Pues de que Craig poco le falta para encadenarte a él —murmuró con ligereza. La sonrisa de Sam se perdió.

—No piensa encadenarme —refutó desconcertada porque no se había permitido pensar en nada, solo dejarse llevar por cada momento intenso que estaba pasando a su lado y eso no era lo planeado.

—Es un decir, aunque no lo dudaría... Ya sabes, formalizar pronto —expresó alegre, sagaz. Sam retomó su frappé, perdiéndose en los clientes del lugar.

El anillo, recordó. Ya estaban sobre el plazo que estipuló aquella noche, semanas atrás, que parecían años en realidad.

Observó su mano. ¿Y si no se lo daba? ¿Querría decir algo? Se preguntó nerviosa ansiando que no ocurriera.

—No sé...

—Estás muerta por él, S, ni lo intentes esconder, es evidente y él, pues está igual.

—Ya, sí, me gusta, lo pasamos bien.

—No, soy tu mejor amiga desde siempre. A mí no me mientas. Es más que eso, mucho más.

La pelirroja se mordió el labio porque hubiese querido decir que no de forma sincera, pero... pero lo que Kylian le había mostrado a lo largo de esos días, no podía compararlo con nada.

Se sentía alegre, llena de ideas, libre para decir, hacer. Lo que propusiera él lo aceptaba sin chistar, pero cuando Kylian elegía algo, era infinitamente más divertido. Navegar un yate, mostrarle cómo pilotear un helicóptero teniéndola a su lado en el suyo, aventarse de parapentes y no podía entender como en tan pocos días había hecho tanto, sentido tanto y cambiado tanto.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora