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El hombre, aturdido, la tomó por el cuello y la besó con necesidad. Samantha, tensa, porque se sentía en el filo de su voluntad, luchó contra su impulso, ese mismo que le exigía tomarlo por el cabello y someterlo a sus labios de una maldita vez, en cambio, movió su taza y la vació entre los dos, fingiendo asombro.

Kylian, al sentir la bebida caliente sobre su pecho, retrocedió de inmediato. La joven, agitada, se levantó porque la mitad del líquido había caído también sobre sus piernas.

—¿Estás bien? —preguntó él de inmediato, aguantando su propio dolor. La mujer asintió alzando la tela para que no se le adhiriera, tensa.

—Lo siento... —se disculpó enseguida pero el hombre la observó y sonrió entornando los ojos.

—No, no lo sientes, pero me alegra que sea así. Ve arriba, seguro encuentras algo que ponerte mientras Gina lava ese vestido —replicó divertido porque no era idiota, lo hizo apropósito y eso le encantó por lo que me implicaba.

Samantha sabía que decir algo, la haría caer en su propia trampa.

—Prefiero ir a casa, ¿ni no te molesta, Kylian? —murmuró fingiendo docilidad.

—Me molesta, ve arriba, te llevaré un ungüento para que no te inflame la piel —insistió, midiéndola. La pelirroja respiró hondo.

—No ocurrió nada, nos vemos mañana —replicó aquel día dejándolo solo, en el estudio, con una sonrisa cargada de picardía.

Una llamada de Lasha, lo sacó de aquel recuerdo, la atendió enseguida, ansiando saber lo que su hermana podría decirle, esperando un avance.

-*-

La boda sería al día siguiente. Simplemente no lo podía aceptar.

Las tres pruebas del vestido que transcurrieron en esa semana, mismas que le daban igual, pero que su madre agendó para que no pasará un incidente de último momento; se podía bajar de peso, subir, lo que fuese y no dejaría ni un detalle fuera de su lugar, así era Madelene y Samantha lo sabía, las recordaba como una puta pesadilla.

Esa semana, más que todas las otras, la hizo sentir hundida, muy hundida. Un sinsentido la envolvía, mismo que se empeñaba en ocultar para que nadie sospechara nada, reemplazándolo por sonrisas desbordadas todo el tiempo, hiperactividad y entusiasmo. Eso era agotador, más de lo que una vez pensó.

Vio a Kylian muy poco con el pretexto de que los pendientes eran demasiados, después de aquella tarde en su casa, donde había fracasado en ocultar lo que verdaderamente la movía, prefería tenerlo lejos, muy lejos si fuera posible.

Durante las noches le costaba dormir, fantaseaba con que el gran día se viera arruinado, que él no asistiera y entonces, para lo que todos sería un fracaso y un insulto, para ella significaría haber logrado doblegarlo.

Pero sabía que eso era imposible, su próximo marido no daría ni un paso atrás, había calculado cada detalle. La agencia que planeaba la boda tenía instrucciones precisas, mismas que le importaban un comino, pero que su madre tenía bien claras, pensando, de forma equivoca, que eran las que Sam y Kylian habían solicitado, porque la realidad era que Samantha en nada opinó, esperando conseguir en él una reacción, claro que no la obtuvo, en cambio, los planes seguían en marcha.

La noche anterior, después de una extenuante despedida de soltera que su madre había organizado en un salón del club, donde sus amigas y demás mujeres de sociedad asistieron, se sentía abatida.

Fingir era espantoso. Mentir, era más fuerte aún, dolía incluso tal como notó cuando Keyra, su mejor amiga y a la que veía muy poco a últimas fechas, la cuestionó días atrás, y esa misma noche.

Solo para mí.  Serie Streoss I •BOSTON•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora