Si de por sí dejar a un hombre solo en casa era un riesgo que a veces uno de los tres debía correr, los tres cohabitándola simplemente era una receta para el desastre. Si John se quedaba solo, terminaba limpiando la sala, lavando la ropa y cuidando sus plantas, por lo que cuando Alex y Philip regresaban, la casa volvía a su estado inicial de desarreglo absurdo.
En cambio, si Alex corría con esa suerte, acababa aburrido sin nada qué hacer, dejaba abierto cada uno de los cajones a su paso y mantenía la televisión encendida para no sentirse tan abandonado. De igual forma, la casa no aguantaba limpia ni tres horas seguidas.
Por último, cuando Philip cumplió la edad en la que sus padres pensaron que era responsable dejarlo por su cuenta, al regresar de la cita que habían organizado habían notado que quizá y se estaban adelantando en sus suposiciones. La cantidad de discos en el pasillo supuestamente ordenados por año de lanzamiento les dieron una pista.
—Ese niño es igual a su madre, se la pasa limpiando cuando está estresado —John sostuvo la puerta para que Alex pasara con las bolsas de compra—. Así que qué mejor que aprovechar y ponerlo a hacer algo.
—Eso mismo dijiste cuando quisiste que lavara su ropa.
—Lo estoy criando para que sea un humano funcional.
—Claro, a los cinco años.
—Es mejor iniciar temprano, Alex. ¿No fue así contigo? —una pequeña sonrisa de suficiencia coronó su pregunta.
Alex en lugar de responderle volteó los ojos y dejó las bolsas sobre el sofá más grande.
—¡Pip! ¡Ya llegamos! ¡Ven a ayudar a guardar las cosas!
Casi al instante, los rizos desordenados del niño se asomaron por las escaleras. Debió ver el bote de helado de entre las bolsas porque bajó de su habitación con tanto apuro que casi se torció un tobillo. O al menos, esa habría sido la razón de Alex para ponerse a ayudar.
—Estaba acomodando mis premios de la feria. Estoy a nada de ganarle a Theo.
Eso bien podía significar varias cosas; sin embargo, por un instante Alex se dedicó a ver a su familia: los rizos de ambos caían de la misma forma sobre sus orejas; los ojos de Philip, aunque de un verde más intenso, tenían la misma forma que los avellana de John; la construcción de los hombros, las manos de artistas, y obviamente, las pecas. Sin ningún aviso, rodeó a ambos, y los apretó contra sus costados, aprovechando para revolverles el cabello con el claro conocimiento que ambos se quejarían de inmediato.
—¡Pops! Sabes que se esponjan si los mueves demasiado.
—Espero que cuando te desviaste para buscar ese helado, también hayas pasado por mis cremas para el cabello.
—Los amo mucho.
De la forma más humanamente posible, Alex se dividió en dos para darle la misma cantidad de besos a ambos, quienes se quejaron por llenarles la cara de saliva.
—Tengo que preparar una tarta, Alex. Ya luego te puedes poner meloso —John escapó de sus brazos y lo miró con un falso enojo que reconoció de inmediato.
Hoy continuaba siendo un buen día.
Philip abrió la puerta del refrigerador, y mientras John sacaba las cosas que necesitaría para armar su tarta, Alex y su hijo idearon una línea de ensamblaje inversa que consistía en sacar las compras de las bolsas, doblar las bolsas, colocar con cuidado cada empaque en su lugar y volver a hacerlo todo hasta desocupar el sofá.
En su travesía, John había comenzado a tararear una canción que iba componiendo conforme separaba las claras de las yemas, montaba la crema de leche y acomodaba todos los polvos en una sola cacerola. Cuando Alex y Philip terminaron de arreglar el refrigerador y se aseguraron de que nada había expirado, su celular sonó.
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In the Winter's Trail - one shots lams
RandomEsta es una colección de historias, algunos cuentos y por lo general one-shots de parejas que rondan a menudo en mi cabeza. Adéntrate a mi mundo si te atreves, quedas advertido. Para más información, revisar el índice. Incluye: • Lams • Kingbury • H...