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Sunoo le tenía mucho miedo a las tijeras, y a cualquier objeto puntiagudo capás de cortar o herir.

Y eso era con lo que un idiota lo estaba molestando una ocasión en la que lo perdí de vista porque iría al baño, amenazándolo con que cortaría su cabello y su ropa.

Le hablaba acerca de las cosas que habían leído de su cuaderno, el que le habían arrebatado y no le habían regresado.

-¿De quién dices que son los ojos bonitos, eh? ¿A quién dices amar tanto, raro de mierda? Además de inadaptado social resultaste ser un marica, que vergüenza...- La gente era tan cruel con él, no entendía el porqué, no podía hacerlo.

Odié ese momento. Lo odié tanto porque me hizo sentir como si todo lo bueno que era se hubiese muerto para crear a alguien nuevo y malo. Lo odié hasta el punto de golpear con todas mis fuerzas al sujeto que amenazaba a Sunoo, lo iba a odiar hasta el punto de encajarle las malditas tijeras entre los ojos de no ser por el llanto de Sunoo, asustado.

Obligué al sujeto a irse, abandonando el baño con rapidez, como el cobarde que era. Estaba demasiado molesto. Quería ir por él, y por todos los que alguna vez se atrevieron a insultar o lastimar a Sunoo para golpearlos y hacerlos pagar por su ignorancia.

Busqué a Sunoo, pero no lo encontré, podía escucharlo, pero no podía verlo. Lo busqué hasta encontrarlo encerrado en el mismo cubículo en el que nos conocimos.

-No me gusta...- repetía entre lágrimas largas. Verlo así era algo que podía partir mi corazón. Porque él menos que nadie más en el mundo merecía estar triste, porque joder, él no era culpable de la miserable clase de mierda que podía llegar a alojarse en el mundo, capás de lastimarlo -No me gustan los golpes, Heeseung...

Me senté frente a él en el suelo, y a penas lo hice él buscó mi mano, murmuró mi nombre entre sollozos, apretó mis dedos con los suyos en su pecho.

-Lo siento. No pude evitarlo, no podía dejar que siguiera molestándote... No es justo- Sunoo limpió sus lágrimas con su brazo.

-Casa...- habló. -Quiero ir a casa.

Yo no entendía porqué lo molestaban, pero no era necesario que lo entendiera si lo protegería.

𝙡𝙖𝙩𝙞𝙙𝙤𝙨  heesunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora