Capítulo: 12: La torre del guía

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La ciudadela, en sí misma, poseía una gran cantidad de torres con enormes ventanales que formaban arcos, donde los dragones guardias vigilaban los caminos de loza.


La enorme torre del guardián, pegada al basto muro de la ciudadela, donde resaltaban sus torres parecidas a las de un castillo, las enormes ventanas, adornadas con arcos de piedra incrustada, fueron iluminados por la luz de la luna.


Aterrizando en el sendero de lozas empedradas. Spyro y Lion se posaron cerca de un pequeño portón de madera, el cual daba al basto jardín de la estructura, notando los enormes maseteros, donde residían unos árboles de abeto blancuzco.

Cercano a los caminos, se notaban enormes antorchas: compuestas por pilares de ladrillo empedrado, sobre las mismas, se notaban unas vasijas de metal con carbón.


Las antorchas se encontraban apagadas, dejando que el jardín sea iluminado de forma tenue por la enorme luna; la cual adornaba el cielo estrellado, sin embargo, su luz no llegaba a iluminar todas las esquinas del jardín, dejando partes sumidas en la oscuridad.


Lion alzó la ceja de duda, a la vez que su hocico era iluminado de forma leve por la luz del astro, enseñando de forma leve un colmillo en sus fauces, al mirar el jardín, las flores que estaban en un masetero rodeado de piedras. 


Viendo que este se encontraba, pegada a las vallas de piedra, donde denotó el camino central que daba a una pequeña escalinata; al final de la misma, estaban unas enormes puertas circulares; quedaban a la torre, donde dormían los miembros de colmillo.


—Parece que aún no ha llegado nadie —señaló la fiera con escamosa piel blanca con un tono pensante, mientras que le quitaba el seguro a la puertilla, abriéndola al empujarla con la pata delantera, izquierda, dejando escapar un gruñido—. Sabes exhalar fuego, ¿no, Spyro?


—Sí... claro. Es mi elemento favorito, me recuerda a alguien —dijo el dragón púrpura bajando la cabeza de forma leve, mientras que dejaba escapar un suspiro—. No me gusta hablar de eso.


—Entiendo, yo sé cómo se siente, al perder a un ser querido —aclaró el dragón blanco con un tono desanimado, dejando escapar un gruñido leve, mientras que avanzaba por el jardín con un pisar de sus cuatro patas, girando la esquina en la primera intercepción, se acercó a una pequeña estructura que estaba al final, continuando:

—Voy a buscar la regadera para las plantas en el cobertizo, tú enciende las antorchas, pero ni se te ocurra, quemar las plantas.


—Yo no salve al mundo para hacer lo que dice un príncipe que ni conozco, además, ¿Por qué un príncipe dragón haría jardinería? ¿No tienes a un guardia que haga eso por ti? —preguntó Spyro con un tono pensativo, mientras que notaba como Lion abría la puerta de madera del cobertizo; esta tenía un pequeño techo triangular; dando unos pasos para acercarse, se dispuso a meter la parte delantera de su cuerpo en la estructura, bajando sus alas para poder caber sin problemas, mientras que lo escuchaba revolver las cosas en el cobertizo con el hocico, buscando algo entre los estantes, Spyro se acercó para verle con una cara desconcertada, diciéndole:

—¿Me estás escuchando? ¡¿Acaso?!


—Los guardias están muy ocupados, cuidando la ciudad, no solo existe esta, sino que hay más ciudades en todo el reino, además soy un dragón de la realeza. Puedo cuidarme solo, me gusta tener amigos reales que se preocupan por mí —dijo Lion dejando escapar humo de sus fosas nasales, a la vez que miraba los estantes, azotando la cola al no encontrar lo que buscaba, mencionaba entre gruñidos—: ¡¿Dónde está la regadera...?! ¡Donde!

La leyenda de Spyro: La Dimensión FronterizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora