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Yuki no pensaba encontrarse en el piso de la sala junto a su hermanito Pato haciendo una tarjeta de cumpleaños para su padrastro con ayuda de su tío Alonso.

A pesar de no recordar los momentos en los que su papá Kamui vivía, su papá Sergio siempre hablaba de él con tanto cariño que cuando le presentó a Max como su novio no pudo evitar hacer la peor rabieta que había hecho en sus cortos cinco años.

Durante todo un año el joven Verstappen se empeñó en hacer todo lo posible para que el hijo de su novio lo aceptara, o como mínimo que dejará de llorar en su presencia.

Fue difícil, pero con el paso de los meses Yuki se empezó a acostumbrar a él. Lentamente Max formó un vínculo inquebrantable con Yuki.

Luego con la noticia del embarazo de su papá Sergio —y muy para el disgusto de los padres de Max— fue lo necesario para que Yuki comprendiera que el neerlandés no se iba a ir a ningún lado, si no que se quedaría.

—¡No Pato, así no!

Los pequeños ojos del infante miraban confundido a Yuki, buscando una explicación del porqué no podía continuar vertiendo toda la brillantina de colores en su dibujo de pececito.

—Pero yo quiero que brille.

Yuki se colocó detrás de Patricio, tomando su manita y alejandola de la hoja de papel que contenía el garabato de un pez rojo brillante con ojos saltones.

—Así Pato, mira — colocó una pequeña porción del pegamento para poder esparcirlo en la figura del pez con su dedo —Ahora si, ponle la brillantina.

Patricio soltó una carcajada al ver como el polvo brillante se pegaba a la hoja y a el dedo de su hermano mayor que solo logró hacer una mueca.

Esa tarde se encontraban en la casa de su tío Alonso, debido a que sus papás estarían muy ocupados en la consulta rutinaria del ginecólogo.

—¿No se supone que deberías de ayudarlos? — preguntó Mark llegando con una charola de sandwiches y jugos de cajita para que los niños merendaran.

—Si lo están haciendo perfectamente solos — rió —Es tan lindo ver a Yuki no ser una amenaza de vez en cuando.

El español se levantó del sillón cuando su pareja dejó lo que traía en sus manos. Sonriendo depósito un beso en los labios del australiano quien no pudo evitar reír ante ese lado de Alonso.

Por mucho tiempo habían intentado tener un cachorro propio, no fue hasta que llegó Oscar que se sintieron completos como una familia a pesar de que el —ya no tan— pequeño no compartiera ningún vínculo biológico hacia ellos.

—¡Ewwww!

Se separaron al escuchar la queja a sus espaldas.

Mark no pudo evitar esconder su rostro en el cuello de su omega avergonzado. La diferencia de altura que tenían hacia ver la situación de una forma cómica.

Mientras que Oscar era un niño callado e introvertido que nunca hacía notar su presencia cuando encontraba a sus papás adoptivos en situaciones vergonzosas, Yuki era todo lo contrario.

No era un niño ruidoso como tal, pero su mirada era lo suficientemente pesada para tener ese sentimiento de que alguien te estaba observando, sin contar que no se detenía a hacer públicos sus pensamientos sin ningún filtro.

—¿"Ewwww"? — se burlo Alonso envolviendo sus brazos alrededor del cuerpo de su marido —¡Deberías alegrarte que tus padrinos son tan afectuosos, no como los de Pato!

Tarjeta para la TilapiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora