—Los errores que he cometido en mi vida superan por mucho mi edad. Es sorprendente, ¿no? Se supone que debería estar arrepentida... ¿O no es así...? —susurra Remi Wii, una idol de renombre, mientras su vista se nubla con lágrimas de angustia y culpa.
Mira a la nada desde un rascacielos, atrapada entre la agonía y un dolor indomable. Las luces de la ciudad parpadean debajo de ella, pero su mente está sumergida en recuerdos confusos y dolorosos. Siente un dolor de cabeza agonizante, como si las mentiras y traiciones que ha cometido estuvieran aplastándola de la misma forma en la que ella arruinó lav ida de gente inocente.
—¿Qué debería hacer? —se pregunta con voz temblorosa. Su cuerpo tiembla, no sólo por el viento frío de la altura, sino por el tumulto interno que la consume—. ¿Debería seguir su consejo?
Sus pensamientos la llevan a su pasado: una infancia robada por sus padres, quienes la veían como una máquina de hacer dinero, amigos que la abandonaron, y una carrera construida sobre actos de los que nunca se sintió orgullosa. Incluso para alcanzar el estrellato, tuvo que hacer sacrificios oscuros, tal así como acostarse con el CEO de la empresa que la promovía en su debut.
—¡Mierda! ¿No hubo un solo momento en el que haya sido feliz? ¿Alguna vez hice algo bueno...? —se cuestiona con un tono ahogado, el dolor en su voz tan palpable como el viento que la azota.
Lucha por encontrar algún recuerdo feliz, pero la marea de emociones oscuras es demasiado fuerte. Finalmente, cierra los ojos, resignada a su propio juicio.
—Aunque haya hecho algo bueno, ya no puedo arrepentirme. No, ¡no puedo! —grita con desesperación, sus lágrimas cayendo en el abismo junto con la poca esperanza que quedaba dentro de ella.
Da un paso al frente, mirando hacia el vacío que se extiende bajo sus pies.
—¡Adiós a toda esta porquería llamada "yo"!
Minutos antes...
Un hombre vestido de traje, con una presencia tan imponente como misteriosa, se encuentra a unos metros de ella, bajo el rascacielos y mirando hacia arriba. Saca su teléfono y, con una sonrisa fría, informa:
—Sí, señorita. Ya estoy en el lugar. Así es, justo ahí...