Se desvanece

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"Y el monstruo  se dividió en dos en busca de un nombre, uno  se fue al  este y el otro  al oeste, separándose por completo en busca de su  verdad"

Se vistió con  aquella ropa y me pidió que le maquillara como siempre, mostrándose igual que aquella chica  que era su hermana, salió  de la casa, dejándome sola en ese lugar. 

Pensaba en lo que había pasado  aquella noche y su  respuestas tras persuadirles, quizás, simplemente era por  la ráfaga de emociones compartidas o la convivencia misma que lo llevo  a estar conmigo  realmente no lo  sabía.

Tras el pasar del tiempo  Johan  llego,  se metió  rápido al baño  y  salió  cambiado con  el  cabello mojado tras  haberse bañado, sus expresiones se habían tornado  algo oscuras, aquello  me preocupaba bastante.

-          ¿Johan? -  me acerque a él  al  verlo  absorto en sus pensamiento - ¿estás bien? -  intente acercarme, a él  estirando mis manos para abrazarle.

-          No me toques – dijo con  aquel filo dándome una puñalada.

-          ¿Qué sucede? -  le mire confundida.

-          Nada que te incumba  - parecía sumamente furioso.

-          Pero -  no pude articular palabras .

-          Déjame solo – su  tonalidad de voz subió  un poco más – sal de una vez – abrí la puerta y me dedique a salir.

Era la primera vez que me decía ello, contradiciendo aquello de que no  saliera de la habitación, ahora deseaba estar solo y lo comprendía, no  había mejor lugar que el hogar  y tenía muchas cosas que pensar, tantas que   el  estar en soledad le iban  ayudar.

A diferencia de él  yo  tenía más tiempo pensando las cosas,  y mi mente me atormentaba ante la realidad, puesto  estos sentimientos no  eran correspondidos debido a la forma de actuar de Johan ante la situación.

Tras caminar bastante decidí  ir al  mercado, compre algo  y me dispuse a regresar  puesto  el sol  estaba empezando  a esconderse, dejando la oscuridad temible ante  aquellas calles que no conocía.

Llegue aquel lugar, donde se encontraba el letrero  de las tres ranas, entre y subí las escaleras para poner mi mano  en la perilla,  ver a Johan con una mirada perdida, unas maletas hechas  y un rostro melancólico.

Se acercó  a mi  lentamente,  después de ello  me entrego la pistola que había dejado olvidada tras aquella petición  extraña que me había dado hace tiempo, se alejó considerablemente  de mí, cerro el puño  y con su  dedo índice apunto hacia su  frente, su mirada estaba perdida, llena de desesperación.

-          ¿Qué sucede? – le mire extrañada.

-          Dispara – dijo el  en tono  de súplica.

-          Yo, yo no lo haré -  avente aquella arma- yo no puedo dispararte -  comencé a temblar.

-          Hazlo, nadie lo  sabrá, solo limpia bien  el arma y huye de este lugar -  tomo  el  arma y se acercó  a mi poniéndola en mis manos -  hazlo-  exigió  poniendo mis manos con  aquella pistola en su  frente.

-          No, no puedo -  grite soltándome del  agarre.

-          Vete – exclamo  él -  he hecho tus maletas – miro las maletas  - ya no  me eres útil – dijo con  rudeza.

-          Pero Johan yo – el comenzó  a reír ante ello.

-          ¿Johan? -  me miro  gracioso –  ¿cree usted que ese es mi nombre? – me dijo con ironía- he tenido  tantos nombres que ya no  recuerdo el mío -  comento  con melancolía – retírese rápidamente -  su mirada mostraba tristeza  y decisión.

-          Pero  yo- le mire sorprendida ante la confesión -  yo no puedo irme,  yo  te -  fui interrumpida.

-          Cree que no me di cuenta Berit, usted me temía al principio -  sus ojos mostraban hostilidad.

-          Pero las cosas han cambiado -  puse mi mano en  el pecho.

-          No lo entiende -  chasqueo la lengua – usted era un  experimento -  termino diciendo.

-          ¿un  experimento? – le mire confundida y triste ante ello.

-          Usted cree que supe sobre su pasado solo para  ayudarle -  sus ojos  mostraban  tristeza disfrazada de hostilidad -  yo  solo quería verla en la perdición, que  terminara acabando con su vida -  apretó las manos – o con  aquellos  que  le dieron la vida -  comenzó  a reír ante ello -  todo fue falso, ya se lo había advertido – sus ojos  parecían desbordarse a pesar de no soltar ni una lagrima – todo fue una mentira – dio aquella sonrisa siniestra pero sus ojos  mostraban su  tristeza disfrazada de hostilidad – ya me es inútil -  aquello fue una puñalada en mi corazón.

-          Pero -  mis lágrimas comenzaban a desbordarse por  cada palabra que salía  de sus labios.

-           Le he dejado dinero para que se vaya -  paso  a mi lado como si no le importara.

Cada paso, cada segundo que pasaba a mi lado,  sin mirarme, con  aquella mirada cabizbajo,  y aquellas palabras me habían destrozado el alma, pasando la puerta, dejándome sola en aquella habitación.

Paso una semana y el no  regresaba, sus cosas  no  estaban  y yo ya no  tenía nada que hacer en ese lugar,  fui a comprar mi boleto de regreso  a Múnich quizás solamente era un  experimento para él, aunque aquellos ojos parecían desbordarse a pesar de no salir lágrimas de ellos.

El amor de un monstruoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora