Introducción

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1728

La tormenta azotaba la embarcación, los vientos tiraban de las velas y al mismo tiempo intentaban quebrar las astas que las sostenían.

Las aguas del mar entraban en el barco con cada golpe que daban las olas contra este y la lluvia intensa se juntaba con el agua salada en el suelo de madera.

Mientras tanto, el capitán decidió tomar el control de la nave guiando el timón, ya que los demás estaban ocupados asegurando las sogas y sacando el agua que se metía por los flancos del barco.

Mientras tanto, el capitán decidió tomar el control de la nave guiando el timón, ya que los demás estaban ocupados asegurando las sogas y sacando el agua que se metía por los flancos del barco

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Cuando parecía que todo estaba bajo control, los marineros vieron como del agua se asomó lo que parecía ser una aleta blanca. Los conocedores no pudieron ocultar su nerviosismo y miedo aparente ante lo que acababan de ver. Entre la tripulación se murmuraba que se trataba de Leviathan, un enorme dragón marino blanco que era conocido por llevarse embarcaciones enteras al fondo del mar bajo las órdenes del Bucanero Fantasma, quien fue el pirata albino más temido de los mares hasta su ejecución en 1724.

El Capitán Morgan Quirk era un hombre escéptico ante las creencias de monstruos marinos o seres mitológicos, por lo que les dijo a sus hombres que guarden la calma y que seguro solo se trataba de una ballena albina.

Con esas palabras, la tripulación mantuvo la calma. Solo hasta que la bestia marina decidió dejar de ocultarse y mostró su rostro al fin.

Leviathan estaba frente al capitán, Morgan no podía creer lo que sus ojos veían, ese monstruo marino del que tanto hablaban los piratas y viejos marineros siempre había sido real. Los ojos hipnóticos de la bestia eran celestes cómo el mismo océano en los días más despejados y estos tenían bajo un trance al capitán. Leviathan quería llevárselo consigo, a su isla secreta, donde el tiempo no existía y las estrellas danzaban en el cielo como fuegos fatuos.

Pero el capitán no podía ceder. No podía abandonar a su tripulación, a los hombres que confiaban en él para guiarlos a través de los mares traicioneros. Así que luchó contra la hipnosis de Leviathan, resistiendo con todas sus fuerzas.

La tripulación al ver al demonio albino entró en pánico y atacó a la bestia para alejarla de la embarcación. No querían arriesgarse a morir ahogados o ser comidos por el mismísimo Leviathan.

La criatura al verse interrumpida rugió fuerte y con sus garras se aferraba más al navío, haciendo que las maderas se resquebrajaran. La tripulación en su desesperación decidió usar los cañones para así hacer que Leviathan deje de destruir el barco de su expedición.

Los impactos hicieron que la bestia se alejara un poco, pero luego continuó atacando la embarcación hasta que empezó a hundirse en un remolino de agua que hizo el mismo Leviathan.

El barco giró y giró, como una hoja en el viento. El capitán luchó contra las fuerzas que lo arrastraban hacia el abismo, pero los esfuerzos por mantener al Libertad a flote no eran suficientes y fue absorbido por el remolino.

Después de aquel extraño fenómeno, nadie daba razón de lo que acababa de suceder, el navío yacía cerca a una isla paradisíaca, con arenas blancas y aguas cristalinas que contrastaban con un cementerio de barcos que al parecer habían naufragado años atrás. La tripulación en el barco estaba inconsciente y lo último que recordaba era la furia del mar, la tormenta y la presencia de Leviathan.

El capitán dio la orden de bajar a la isla para encontrar provisiones y reparar los daños que tenía el Libertad, pues el Capitán tenía prisa para retornar a Londres.

Los hombres fueron directo al cementerio de barcos para extraer las partes útiles y así arreglar las partes que se habían echado a perder por el ataque de Leviathan.

En la cabina, el capitán Quirk y el teniente Collins estaban discutiendo acerca de su paraje, pues llevaban meses tratando de encontrar una isla oculta que solo se podía encontrar con un mapa que Morgan le había arrebatado a mismísimo Bucanero Fantasma como parte de su venganza, ya que años atrás este se había llevado al rubio cuando era apenas un niño, luego de acabar con su padre frente a sus ojos.

- ¿Alguna idea de donde estamos, teniente?

- No capitán, parece que hemos perdido el rumbo luego de la tormenta, pero podría jurar que nos encontramos al norte de Noruega, lo cual es algo imposible.

- Teniente Collins, dígame una cosa.

- ¿Sí?, capitán.

- Usted vio que el barco se hundió en un remolino de agua, ¿verdad?

- Aunque suene descabellado señor, así fue.

- Tal parece que esos cuentos de piratas embriagados no eran tan falsos después de todo.

- ¿Se refiere al monstruo marino que nos atacó?

- Así es señor Collins, ese monstruo de escamas blancas era el que vigilaba la isla de Howard Page, "El Bucanero Fantasma"; según la información que he estado recopilando de cada uno de los piratas que he capturado.

- ¿Entonces capitán, esta es la Isla Cyfrinach?

- Exactamente teniente, después de tanto tiempo al fin encontramos el tesoro del Bucanero Fantasma.

La conversación de los hombres fue interrumpida por uno de los marinos, pues había encontrado algo que quizás le interese mucho a Morgan.

Los hombres en tierra habían hallado rastros de piedras preciosas y monedas de oro en la arena blanca de la playa. Morgan sin dudarlo ordenó que llenaran barriles y cofres con todo el oro que encuentren.

Desde la vegetación, Leviathan los observaba, había cambiado su forma draconiana a la de una mujer albina de ojos celestes que resplandecían en la oscuridad de las sombras de los arbustos, tenía su mirada puesta en el Capitán Quirk, pues se había enamorado de él desde el primer instante que lo vió.

Su primer encuentro había sido en 1724, Morgan solo era un simple corsario. Leviathan solía verlo desde las profundidades del mar, a veces transformada en sirena para esconderse de los piratas que querían cazarla, pues eran conscientes de que ella resguardaba el tesoro del Bucanero Fantasma.

Era claro que se había obsesionado con aquel hombre de la marina y ahora que había quedado libre del aprisionamiento de Howard Page, no tenía por qué preocuparse. Leviathan quería vivir una vida como la de los humanos en tierra, ya no quería ser el monstruo marino que derribaba barcos y escondía los tesoros de un hombre codicioso.

Sin embargo, su miedo a lo desconocido y al no saber cómo reaccionarían los demás al verla con parte de sus escamas en su piel pálida herida, frenaron sus anhelos de presentarse ante el capitán Morgan Quirk.

Luego de un par de días, el Libertad ya estaba listo para navegar y retornar al puerto inglés con un gran tesoro. Antes de zarpar, el capitán le advirtió a cada uno de sus tripulantes que la ubicación de la isla y el mapa quedaría en secreto, pues aún había quedado parte del tesoro.

Leviathan por su parte, ayudó a que el barco saliera de su isla, disipando la niebla que lo rodeaba y calmando el oleaje del mar. Sabía que si quería estar con Morgan primero tenía que perfeccionar su habilidad de cambiar a su forma humana; además, el capitán siempre volverá a navegar por el mar.

La Maldición del Capitán MorganDonde viven las historias. Descúbrelo ahora