22 - Castigo

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Aylah se acercó a la sirvienta que temblaba de pies a cabeza con una expresión de miedo en su rostro. No sentía empatía alguna con ella, lo tenía merecido por seguir las órdenes de un ser tan despreciable como Ellies. A veces hay que saber elegir entre la consciencia y hacer lo que te mandan, si esta mujer no era capaz de hacer lo correcto entonces ¿Por qué ella debería hacerlo? Si la echaban de la mansión tendría a un enemigo menos del que preocuparse así que esto significaban muy buenas noticias para ella.

- Señorita Aylah, el conde solicita su presencia – dijo una fría voz masculina de repente

Alzó la vista con curiosidad hacia el recién llegado, no lo había escuchado acercarse. Se trataba de un hombre de gran tamaño que poseía un aura siniestra. Se sentía como alguien peligroso. Aunque su cara no revelaba expresión alguna, sus ojos parecían témpanos de hielo que la atacaban con su mirada. De manera obediente se sentó en la silla de ruedas mientras la joven sirvienta intentaba retirarse en silencio.

- ¿A dónde crees que vas? – siseó el hombre de manera venenosa

- Yo... tengo que ayudar con... con el lavado... - balbuceó la joven torciendo las manos en su regazo con nerviosismo

- ¿Acaso pensabas que podías escapar? – le dijo entornando los ojos en su dirección – Eso no es posible y lo sabes muy bien

La joven bajo la cabeza derrotada y comenzó a caminar hacia la mansión. En cada paso que daban se podía sentir la tensión y la expectativa de algo terrible. Aylah no entendía por qué, pero esa extraña sensación no la abandonaba. Era como si estuvieran caminando en silencio hacia el lugar donde serían ejecutadas con el verdugo como guía.

Entraron al estudio de su tío y el hombre que las había traído cerró la puerta tras él. El conde estaba de espaldas a ellos, frente a la chimenea que aún no era tiempo de usar. Extendió su mano y tomó un atizador. Se giró y comenzó a caminar con lentitud en dirección a la sirvienta. Se detuvo frente a ella con una expresión fría y comenzó a golpear la palma de su mano libre con el atizador de manera rítmica. La joven temblaba de pies a cabeza y en su cara las gotas de sudor corrían sin cesar mientras seguía torciendo sus manos con aún más nerviosismo que antes.

- ¿Qué fue lo que sucedió allá afuera? – preguntó con voz inexpresiva – quiero que me lo expliques de manera clara, quiero que me expliques como teniendo un invitado tan importante, ella estaba afuera – señaló a Aylah con el atizador

El labio inferior de la sirvienta temblaba sin control como si estuviera a punto de echarse a llorar. Aylah no entendía esta situación, era una reprimenda, solo eso. ¿Por qué la sirvienta actuaba de esta manera? ¿Por qué estaba tan aterrada? ¿Acaso iba a suceder algo más? No podía ser, por más despiadado que fuera el conde, no sería capaz de hacerlo ¿No es cierto?

Sus respuestas llegaron de repente de manera tormentosa cuando la mano del conde agitó el atizador y golpeó a la sirvienta de lleno en una pierna lanzándola al suelo con un horrible grito de dolor. Un momento, no se suponía que esto iba a pasar, no debería ser así. El corazón de Aylah latía de manera violenta mientras veía la escena que se desarrollaba frente a sus ojos.

- La... señorita... quiso... quiso salir... - gimió la joven mientras las lágrimas surcaban su rostro contraído por el dolor – ella...

- ¡ACASO QUIERES QUE CREA LO QUE DICES!!! ¡QUE ELLA EN EL ESTADO EN QUE ESTÁ SIMPLEMENTE TE DIJO QUE QUERÍA SALIR! ¡ELLA NO HABLA! ¡ES UN MALDITO VEGETAL AMBULANTE! – gritó el conde dejando ver su cólera por primera vez

- Pero... me señaló... - balbuceó tratando de justificarse en vano

- ¡¿ERES IDIOTA O QUÉ?! ¡LAS ÚNICAS ÓRDENES QUE SE SIGUEN EN ESTA CASA SON LAS MÍAS!

- Por favor... perdóneme – rogó la joven mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas de manera descontrolada poniéndose de rodillas – por favor... solo esta vez

- Al parecer has olvidado tu lugar, tu procedencia al igual que la de todos los sirvientes de esta casa – dijo el conde entornando los ojos en su dirección – son ratas, animales inmundos que recogí de las calles casi muertos, cosas que pueden ser desechadas sin que a nadie le importe porque no deberían existir en primer lugar

La joven abrió los ojos aterrada cuando la mano del conde voló en su dirección. Aylah estaba paralizada sin que su cuerpo fuera capaz de reaccionar, no esperaba esta reacción de su tío. Lo que estaba presenciando, se sentía irreal como una oscura y turbia pesadilla. El sonido del atizador golpeando la piel cortaba el aire de manera siniestra, la sangre que salpicaba su vestido y su rostro cada vez que el conde alzaba el brazo para arremeter nuevamente.

El atizador golpeaba su cuerpo sin piedad y sus terribles gritos de dolor era lo único que se oía en la habitación. Respiraba con dificultad sin entender lo que estaba viendo ¿Qué demonios estaba pasando? Miró al hombre que las había traído, aún custodiaba la puerta sin mover un músculo. Lo que estaba sucediendo no provocaba ninguna reacción en él. Lo que quería era que echaran a la sirvienta o que la regañaran, pero no esperaba una reacción tan violenta. A este paso, la iba a matar.

Aylah reaccionó sin darse cuenta y se paró delante de su tío recibiendo de lleno uno de los golpes en las costillas. Cayó sentada sintiendo que no podía respirar doblándose por el dolor punzante que comenzó a recorrer su cuerpo. Tosió escupiendo saliva, tratando de recuperar el aliento en vano mientras una mano fuerte la agarraba por el cabello tirando su cabeza hacia atrás con rudeza.

- ¿Qué crees que estás haciendo? – preguntó su tío con una voz peligrosamente calmada, tiró de su cabello hacia arriba obligándola a levantarse del suelo totalmente adolorida – tú tampoco vas a escaparte de tu castigo

Un débil gemido proveniente del suelo indicó que la sirvienta aún estaba con vida pese a su deplorable estado. Su rostro estaba empapado en sangre ocultando parte de sus heridas y su cuerpo también se hallaba en muy malas condiciones.

- Orman, sácala de aquí – ordenó el conde con frialdad – ponla donde debería estar, en la basura con los de su clase, de donde nunca debió salir – y llama a un sanador, lo esperaré aquí

El hombre agarró a la joven por los brazos y la comenzó a arrastrar fuera de la habitación, dejando el suelo manchado con sangre a su paso. Aylah tragó en seco, esto estaba mal, muy mal. Su tío era más peligroso de lo que pensaba, estaba lista para un castigo, pero esto era demasiado. Este no era el resultado que había imaginado.

- Te enseñaré a ser obediente, si tu cabeza no funciona bien espero que el dolor te ayude a obedecer – dijo el conde mientras en un rápido y fuerte movimiento encajaba la punta del atizador en el pie de Aylah.

Gritó hasta que su voz se quebró por el dolor mientras su tío hundía el metal más profundo de manera lenta en su piel.Las lágrimas comenzaron a salir de manera involuntaria mientras su respiración continuaba desbocada. Sacó el atizador de su pie y la lanzó al suelo de manera violenta mientras se quitaba la chaqueta. Se tronó los dedos y le lanzó una mirada de furia mal contenida, su castigo apenas iba a comenzar.







Destinada a renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora