Disfraz de Abeja

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El chasquido del seguro resuena en el departamento. La puerta se abre con un fuerte golpe y se cierra igual. Las pisadas fuertes le siguen, adentrándose a la vivienda.

— ¡Yoichi! ¡Yoichi! —grita un chico de estatura mediana tirando su bolso de entrenamiento en el sofá grande de la sala. Frunce el entrecejo al no recibir respuesta a su desesperado llamado. Pone ambas manos alrededor de su boca y vuelve a gritar—. ¡¡Yoichi~!! ¡¡¡Yoichi~!!! ¡¡¡¡Yoi-!!!!

— ¡¿Qué pasa, Meguru?! —pregunta asustado Isagi, saliendo de la habitación.

Bachira lo mira emocionado, pero su sonrisa se vuelve picara al caer en un detalle. Apunta hacia el pantalón.

— ¿Interrumpo algo?

Isagi mira hacia abajo y ve la cremallera completamente abierta, viéndose su bóxer con estampados de corazones. Se apresura a cerrarla.

— Me ofende que estés haciendo cochinadas sin mí —dice Bachira llevándose una mano al pecho, lo ve herido, claramente bromeando—. ¿Acaso el rapidín mañanero no sació tu deseo sexual de conejo en celo?

— ¡No me levantes falsos, Bachira Meguru! —regaña Isagi, entrecierra sus ojos hacia él y niega—. Estaba en el baño cuándo llegaste y te agarraste gritando como señora chismosa, me asustaste, pensé que había pasado algo.

— ¡Pero sí pasó algo! —exclama volviendo a sonreír feliz, dejando lo lascivo de lado. Se acerca a Isagi y lo abraza del cuello. Alza sus labios—. No me recibiste con mi besito de bienvenida.

— Pues lo siento por no poder aguantarme las ganas de orinar, amor —expresa Isagi con voz dulce, claramente con sarcasmo. Le da un piquito en los labios—. La próxima vez me orino encima, para no perderme tu llegada y darte ese beso que te permite respirar, mi bebe hermoso ¿si?

— Idiota —insulta Bachira, le da un pequeño zape en la cabeza y después se aleja. Camina hacia el sofá y se deja caer—. De todas formas, ¿qué hay de comer?

Isagi lo ve divertido, se acerca y se sienta a su lado.

— Lo de siempre —responde sacando su celular, revisa sus redes sociales—. Kimbap.

— ¡No~! Llevamos una semana comiendo lo mismo, Yochan —se queja, lo ve con un puchero—. Vamos, debes de recibir al hombre de la casa con algo más agradable. Llego cansado de trabajar toda la mañana, mínimo una sopita o filetito con verduras al vapor, cielo.

— En primer lugar —dice Isagi, dejando de lado su celular, Levanta un dedo y lo señala con diversión—. Yo también soy el hombre de esta casa —alza un segundo dedo—. Y dos, no porque a mi me dieran vacaciones y a ti no, quiere decir que me mantienes, novio bonito, aun me llega la nomina cada mes y tus compras por Internet lo comprueban.

— Las cuales puedo pagar yo, ya te había dicho —recuerda Bachira, arrugando la nariz. Cierra sus ojos al sentir un beso en ella. Al abrirlos se encuentra con ojos azul y brillantes—. Mi culo vale más que el tuyo en la bolsa deportiva.

— ¿Y eso qué? Sabes que adoro consentirte —asegura, esta vez besando la frente—. Esos cien mil dólares de diferencia ahorrarlos para algo más, lo que quieras, porque mientras estés conmigo yo te mantendré.

— Pues no se nota, Yochan, llevamos comiendo lo mismo desde que pasas todo el día en casa —regaña abrazándolo del pecho, desde abajo lo ve con ojos grandes y pestañas revoloteando—. Por favor, pide comida o haz sopa instantánea ¡A este paso harás que odie el kimbap!

Isagi rueda los ojos, no dice nada porque es verdad y tampoco quiere confesar que ya le causa náuseas prepararlo, pero es lo único que sabe hacer. ¡Él no es ningún chef, es un futbolista!

¿Trick or Bachisagi?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora