Capítulo 32

221 26 72
                                    

Termino de estudiar y apoyo mi cabeza sobre el libro que tengo frente a mí. Mi cerebro está completamente frito y ya no puedo retener más información hasta que logre descansar un par de horas.

-Oye -dice la chica que estudió a mi lado toda la tarde-. Voy a ir por algo de comida. ¿Quieres que te traiga algo?

-Muchas gracias -le respondo mientras sonrío-. Pero creo de que es hora de que regrese a mi habitación.

-¿Tan pronto? Recién son las nueve de la noche.

Sonrío por segunda vez y me froto los ojos con cansancio. Lo normal durante los exámenes era estudiar la mayor cantidad de horas posibles ya que no teníamos clases durante el día, y la noche era el mejor momento para hacerlo.

-Necesito dormir un par de horas y regresaré cerca de la medianoche -contesto y guardo mis libros y apuntes adentro de mi bolso-. ¿Tú hasta qué hora te quedarás aquí?

-No lo sé, supongo que hasta que mis ojos se cierren por completo.

Ambas nos levantamos de nuestra mesa y salimos a paso lento de la biblioteca.

-¿Qué año estás cursando? -pregunto con curiosidad.

La verdad era que no conocía de nada a la joven pero habíamos compartido un día entero adentro de aquella biblioteca estudiando y no parecía ser el tipo de persona que evitara una conversación casual con otra extraña.

-Segundo -contesta y me mira de costado-. ¿Tú?

-También.

-¿En qué te quieres especializar?

-Literatura inglesa. Profesora de literatura inglesa, específicamente. Pero si nadie me toma no me molestaría trabajar como columnista en algún periódico local.

-No creo que tengas problemas para que te tomen. Se nota que tu vocación es enseñar.

Bajamos las escaleras y sonrío de manera espontánea.

-¿Cómo puedes saberlo?

-Te escucho todos los lunes en la biblioteca durante las horas de tutoría. Estoy sentada un par de mesas a tu lado y debes estar haciendo las cosas bien porque cada vez que levanto la cabeza en tu dirección tienes un estudiante nuevo.

Me muerdo el labio inferior y me quedo sin palabras para cuando llegamos al primer piso.

-¿Tú también das tutorías?

La joven asiente y saca unos billetes antes de llegar a la cafetería.

-Historia del arte. No quiero ser profesora pero definitivamente me gustaría trabajar en algún museo importante.

-Eso es maravilloso -respondo y luego muevo la cabeza con culpa-. Disculpa... ¿Cuál es tu nombre?

-Chloe -dice y me tiende la mano-. ¿Y tú eres?

-Charlotte -murmuro avergonzada mientras le devuelvo el gesto-. No puedo creer que después de todo lo que hablamos recién ahora sepa tu nombre. Lo lamento, Chloe. No suelo ser tan despistada.

-No te preocupes por eso. Tu gentileza ya me la has demostrado con la lata de soda. ¿Recuerdas?

-Eso fué más un intercambio justo que un gesto de amabilidad.

-Podrías haberte negado, pero no lo hiciste -responde y me regala una sonrisa, luego se gira hacia la entrada de la cafetería y levanta su mano a modo de saludo-. Supongo que te veo luego.

Asiento y me despido de ella con una sonrisa cálida y genuina. Después de eso tomo el pasillo opuesto y salgo al patio del campus. Un viento frío me golpea de frente y me obligo a cubrirme el pecho desabrigado con mi grande y pesado bolso. La llegada del otoño ya no podía negarse y era hora de que empezara a usar prendas más abrigadas.

La Siguiente LecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora