~Día 01

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Día 01 correspondiente al 30/09.
Tema: No hay mejor competencia que el amor.
Canon.


Cuando Kirito la conoció tenía apenas catorce años, estaba dejando de ser un niño y tenía toda la vida por delante como para andar preocupándose por temas que apenas había oído a hurtadillas. En ese entonces ella era solo una Caperucita fastidiosa y enojona que solía enloquecerlo de las más diversas formas, llevándole la contra todo el tiempo y cuestionando sus conocimientos en el juego en el que se vieron envueltos.

Y aquello ni siquiera se asemejaba al amor.

Cuando cumplió quince, la niña fastidiosa se convirtió en una muy buena compañera, y era una líder entrañable. Ya había aprendido a asimilar su carácter volátil, y hasta se podía decir que disfrutaba de sus ocasionales discusiones. Escucharla y rebatir lo que sea que ella dijera, pronto se convirtió en su hobbie favorito.

Sus amigos alrededor, especialmente Ágil y Klein, decían que había semillas de amor floreciendo entre ellos, pero él solo se reía negándolo, porque después de todo ella era su amiga. Su mejor amiga al fin.

Al cumplir los dieciséis experimentó varios cambios de actitud hacia el sexo opuesto; descubrió que sus hormonas no estaban dormidas dentro de su cuerpo, sino todo lo contrario. Estaban despiertas y por momentos, manejaban el lado racional de su cerebro.

Sin embargo, ella fue siempre ella, su mejor amiga, su consejera incondicional y la muchacha con quien discutía por deporte. Pese a que gracias a esa estúpida fase hormonal, cada vez se le hacía más dificultoso mirarla a los ojos, y mantener una distancia prudencial de ella se hacía estrictamente necesario. Como si temiera que aquellas impresiones nuevas tomaran el control de su cuerpo, y provocaran acciones no deseadas de las cuales luego se arrepentiría.

Hablar de amor no era algo muy común en el ambiente en el que se movía. Era casi descabellada la idea de desarrollar sentimientos en medio de un juego mortal y pese a que seguía negándolo, cada vez que lo hacía, una sombra de duda oscurecía sus palabras.

Cuando la vio hablando con otro chico en el transcurso de una de sus excursiones, porque ella era alguien de renombre, sintió un dolor agudo en el pecho y las infantiles ganas de golpear al sujeto con sus puños. Eran celos, pese a que él mismo se encargaba de negarlo. Ella era hermosa a sus diecisiete años. Una flor perfecta que encajaba armoniosamente en su vida, y entender que otra persona pudiera siquiera, intentar arrebatarla de su lado, lo llenaba de una furia ciega y sin precedentes. Ella debía ser única, y exclusiva… para él.

Quizás fue ese pequeño acontecimiento el que le obligó a considerar lo que todos a su alrededor decían… ¿De verdad era amor?

Los celos siguieron enloqueciéndolo hasta que finalmente se animó a reconocer que sentía algo por esa jovencita fastidiosa y perfecta que era la luz de sus ojos. En ese entonces  también se había labrado de una posición en el juego y su nombre siempre solía estar acompañado del de ella.

Su vida podía ser más perfecta si se atreviera a confesarle sus nacientes sentimientos, pero temía que la bella pelirroja se sintiera ofendida, no lo entendiera, o lo que era aún peor: que no sintiera lo mismo. Verla a su lado se hacía cada vez más traumático, pues no podía hacer nada más que permanecer mudo bebiendo de ella a través de sus ojos hambrientos, sin animarse a proferir palabra por miedo a traicionarse.

Eso le enseñó la amarga lección de amar en silencio.

Jamás se sentiría orgulloso de cómo le robó el primer beso. Había sido un acto impulsivo y desesperado, fruto de una situación traumática para ambos. Todavía recordaba el sabor intoxicante de sus labios temblorosos, la sensación tangible de abrazarla contra su cuerpo, y de sentir como la muchacha respondía a sus caricias tan renuente y nerviosa como él.

A estas alturas era tan obvio, tan palpable. Sí, era amor.

Tan solo algunas horas después de ese primer beso, dio el paso que terminaría de sellar invariablemente su historia. De rodillas como el caballero que era, con sus modales impulsivos, y siendo siempre protegido por esa buena estrella que guiaba de un modo envidiable sus pasos, ofreció a Asuna un anillo simple y le pidió sin mayores preámbulos que se casara con él.

Demás está decir cual fue la respuesta de la emocionada novia. Pero aquella declaración terminó de escribir la idílica novela de dos almas que se conocieron en una jaula mortal, crecieron juntos palmo a palmo hasta experimentar esa rara sensación que era como tener a Dios en las entrañas, y sentirse morir en un instante. Ese misterio que se asemeja tanto a caer por un precipicio, y al sabor embriagante de un delicioso elixir que llena el alma y da vida a los huesos.

Ese misterio tan terrenal y sobrenatural al mismo tiempo, al que todos llaman Amor.



Sí, no es lo mejor que he hecho. Confesaré que este escrito tiene muchos años, pero creo que podría adaptarse al tema de hoy (o ayer)
Lamentablemente ya no dispongo de tanto tiempo libre como quisiera, pero no quería perderme este evento que cada año revive al fandom.
Gracias por leer! Y espero les haya gustado!

Sumi~

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⏰ Última actualización: Oct 02, 2023 ⏰

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