1: Cobarde.

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Jeon Jungkook no era la persona más paciente del mundo, tampoco la más tolerante

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Jeon Jungkook no era la persona más paciente del mundo, tampoco la más tolerante. Cuando alguien le preguntó a su mejor amigo con qué objeto compararía a Jungkook, Jimin respondió que con un fósforo.

No estaba equivocado, a decir verdad. Jungkook tenía una personalidad volátil, no se necesitaba de mucho para irritarlo y lo peor de todo: era de brazo suelto. Como hermano de un luchador de peleas clandestinas, confiaba mucho en su habilidad para repartir puñetazos como una factible solución para cualquier cosa. Literalmente cualquier cosa.

Después de todo, Jungkook aspiraba a ser igual de bueno en el ring como su hermano San, razón por la cual había entrenado toda desde que tenía memoria, aunque nunca hubiera participado en una pelea oficial. San creía que no era lo suficientemente hombre para pelear de verdad, y hasta que él no cambiase de opinión, Jungkook se veía limitado a simples riñas en su universidad o algún callejón con simples idiotas que no duraban una mierda.

Era frustrante. Él quería subir al ring y pelear con alguien que de verdad le hiciera sentir emoción, o el mínimo atisbo de una lucha real. Estaba harto de que ganar fuera tan fácil.

Mira ahora, por ejemplo.

Ni siquiera recordaba por qué estaba golpeando al tipo en la cara, ya sus nudillos tenían algo de sangre incluso, aunque realmente no estaban tan mal. Sus dientes permanecían en su lugar, lo cual significaba que Jungkook se había estado controlando por alguna razón.

Parpadeando, soltó el agarre en la camiseta del sujeto, viéndolo caer al suelo de rodillas mientras Jungkook intentaba recordar porqué carajos estaba peleando (y ganando) de nuevo. Un par de segundos después, decide que no le importa. No lo suficiente, por lo menos.

—Maldito... —dijo uno de los sujetos que acompañaba al tipo que golpeó—. Nos las vas a pagar.

—Mhm, no soy bueno recibiendo amenazas vacías —bostezó, ladeando la cabeza un par de veces hasta que su cuello emitió ese crujido que tanto adoraba—. Si vas a intentar golpearme, házlo y ya, inútil.

El tipo pareció pensárselo un poco, inseguro mientras veía las manos de Jungkook manchadas de sangre, pero al final pareció convencerse a sí mismo y se abalanzó hacia él con el puño cerrado en un muy patético intento de darle un golpe. Jungkook lo esquivó, por supuesto, y lo pateó para que cayera de rodillas en el suelo.

Cuando el chico miró hacia él, ya Jungkook iba a mitad de camino para insertarle los nudillos en la nariz. Planeaba romperle uno o dos huesos para que aprendieran la lección.

Solo que, en ese momento, su brazo fue detenido por una fuerza mayor.

No estuvo particularmente sorprendido cuando se encontró con la sonrisa cansada de Kim Seokjin.

—¿Otra vez tú, Jeon Jungkook?

Con un chasquido de lengua que expresaba su fastidio, Jungkook sacudió  su brazo fuera del agarre de Seokjin, quien le miraba como si fuese un niño pequeño al que han encontrado rayando las paredes con crayones de nuevo. Odiaba esa mirada, casi tanto como odia al mismo Seokjin. Era la única persona a la que Jungkook no podía golpear, aunque ganas no le faltaran: Seokjin era el maldito Presidente del Consejo de Estudiantes de su universidad y uno de los alumnos más inteligentes de Seúl. Si Jungkook se atrevía a ponerle una mano encima estaría metido en un problema más grande que él, y no estaba seguro de que la satisfacción de borrarle la sonrisita a Seokjin valiera esa molestia. Podrá ser volátil, pero no estúpido.

«HYPOCRITE» jinkoo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora