Paso el resto de la semana viendo mis viejos VHS de El príncipe de Bel Air mientras como dulces asiáticos. Cerca de mi casa hay una tienda de una familia tailandesa que vende todo tipo de tés, infusiones y postres. Creo que engordé un par de kilos al comer tantos palitos de pan. Se llaman Pocky, me los recomendó la hija de los dueños. Es linda y muy amable. He pensando en invitarla a salir, pero aún no supero del todo a Sherry, y si llegara a rechazarme no podría llevarla a casa de mis padres. Necesito mi libertad para seguir buscando a la mujer indicada.
Llega el fin de semana y decido que ya he tenido suficiente de Will Smith y los Pocky con almendra. Decido ir a una discoteca que no he visitado antes. Se llama Crescendolls, y según la reseña que leí en el periódico, tiene temática de extraterrestres. Una vez estoy en el lugar me siento terriblemente decepcionado: solo tiene algunas estatuas de aliens caricaturescos cerca de la barra, hay posters de astronautas en las paredes, y de vez en cuando las luces que atraviesan la pista simulan ser lásers. Esperaba una experiencia más inmersiva. Algo hace falta aquí, pero no sé qué. Hay mucha gente y el olor a sudor y perfumes varios empieza a darme náuseas. Me siento frente a la barra y pido una limonada. Me quedo ahí, dando sorbos a mi bebida mientras contemplo a los jóvenes bailar. Bueno, supongo que aún soy jóven. Cumplí veinticinco años hace dos meses, pero a veces me siento diez años mayor. No sé por qué. La música atronadora me da sueño. ¿Quién es el artista? Creo que Gloria Stefan.
La letra es muy monótona. Se repite en mi mente.
Turn it up, turn it up, turn it upside down
Turn it up, turn it up, turn it upside down
Todo me da vueltas. No he bebido ni una sola gota de alcohol, pero el aburrimiento me nubla los sentidos.
Makes me wanna move my body yeah, yeah, yeah
And when the drummer starts beating that beat
He nails that beat with the syncopated rhythm
With the rat, tat, tat, tat, tat, tat on the drums, hey
Contengo un bostezo. Una mujer se acerca desde la pista, es parecida a Sherry. No, es idéntica a Sherry. Con sus labios rojos y su vestido pequeño. Me ve con odio, como si quisiera matarme. ¿Por qué quisiera matarme? Me quedo paralizado. ¿Cómo volvió a respirar? ¿Cómo escapó de la tumba? Si estuvo viva todo este tiempo debió ser más educada, y responderme cuando le hablaba, y tomarse el latte que con tanto cariño le hice.
Se sienta a mi lado. Parpadeo varias veces. No es Sherry. Es una chica asiática. Es parecida a la tailandesa de la tienda, pero esta mujer tiene los ojos más pequeños.
—No luces muy divertido—me dice, ladeando la cabeza—. ¿Estás bien?
Tiene un acento leve, pero no sé de dónde.
—Podría estar mejor—respondo, y doy un trago a mi limonada ya tibia.
—¿Y cómo podrías estar mejor?
Me sonríe. Me gusta su sonrisa.
—Ya lo estoy. ¿Te invito un trago?
La mujer asiente y me dice que quiere lo mismo que yo. Pido una limonada al bartender.
—Me llamo Eunji—dice ella, revolviendo su bebida.
—Yo soy Hunter. ¿Vienes seguido por aquí?
—No, esta es la primera vez. No llevo mucho tiempo en la ciudad.
—¿De dónde eres?
—De Seúl. Viví un tiempo en este país cuando me vine de intercambio en la universidad. Luego me gradué, me aburrí de mi vida y aquí estoy. Mañana cumplo quince días desde que me fui de Corea.
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Mujeres de cabello negro
Short Story1993. Hunter es un joven de 25 años bastante normal: escucha sus álbumes de Nirvana, cuida de su gato y mata a cualquier mujer que se niegue a amarlo. Su vida como asesino serial adquiere un nuevo significado el día que, sin explicación alguna, es c...