Parte 18: En el horno

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— Decime — insistió Juli.


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Miró para abajo, y podía ver en su cara que estaba debatiéndose consigo mismo. Le acarició la pierna, como dibujando una figura mientras pensaba.

Se mordió la lengua para no apurarlo, pero la estaba matando de la ansiedad.

Después de lo que pareció una eternidad, pero seguramente fueron segundos, la miró.


Mmm... ¿Ya estás más tranqui? le preguntó con cara de preocupación, mirándola.


No, no estaba nada tranqui ya, la ansiedad la estaba matando, pero no quería preocuparse. 


— Un poco... ¿Me estás cambiando de tema?— Ya lo conozco a éste.

— No... — Lo notó inspirar y se puso un poquito colorado.


Trató de inspirar y tener paciencia. Apretó los labios y abrió los ojos como pidiéndole que le diga.


— ¿Nosotros... ya hicimos esto... ¿No? — le preguntó mirándola, con los cachetes un poco colorados.


¿Qué? 


Se quedó helada y le empezó a latir el corazón, como si tuviera taquicarda.

Se dió cuenta que había abierto la boca y se lo había quedado mirando, y ahora la que no respondía era ella, porque tenía ganas de llorar de nuevo...

Tragó saliva y se dijo a si misma que tenía que respirar e ignorar la pelotita de nervios o de emoción... una emoción muy parecida a la esperanza que empezaba a formarse en su interior.

Cerró los ojos con fuerza.

No se esperaba esa pregunta. 

¿De qué se había acordado?


Ay Ay ay... Dios... por favor...


¿Se había...?

Se acordó de respirar. No se tenía que ilusionar.... tanto.

Tenía que preguntarle bien...

Algo, claramente algo, se había acordado.

Trató de controlar el nudo de nervios de su panza con la respiración y bajar su pulso desatado.


— ¿Juli? — Ahora el que insistía era él.


Él le apretó el muslo y parpadeó. 

Era imposible que no escuche como le latía el corazón.


— ¿Cómo... ehmm... te acordaste de... algo? — le preguntó con la voz entrecortada.


Él le sonrió de costado.

Ay Dios.


— Algo... — Le respondió evasivo. La puta madre.

Marcos...  — Estaba perdiendo un poquito la paciencia.

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