Estaba oscuro y hacía frío. Esperaba el tren para volver a casa, a un par de kilómetros de allí. Nunca había visto la estación de trenes en la noche, y sentía un aire más deprimtente de lo usual en las estaciones subterraneas, quizás porque solo servían dos de las muchas luces que deberían iluminarlo todo allí, y lo que hacían era resaltar la profundidad de aquél túnel oscuro y retorcido.
Había dormido en la biblioteca, no sé cuando perdí la noción del tiempo de esa forma, tantos días de insomnio y miedo de dormir, junto con buscar entre tantos libros finalmente me habían pasado factura, pero lo importante es que había dormido, 10 minutos quizás, algo es algo.
La jóven recepcionista me tocó el brazo para despertarme y me sobresalté tanto que salté de la silla, la pobre se encogió del susto, parecía que saldría corriendo con un movimiento brusco por mi parte, y la verdad no era para menos, me veía como un muerto viviente, una barba que ya daba asco, ojos agrietados y la cara pálida de los que sufren cuando se acuestan. Me disculpé y me fui como pude, tuve que dejar los libros en el lugar, igual no había encontrado nada que me sirviera.
No tengo la culpa de quedarme dormido, sueño es todo lo que tengo. No me acuerdo siquiera de que es lo que me atormenta tanto, pero sí tengo muy fresco en la memoria cada grito con el que me despierto de la pesadilla nebulosa y esquiva y por mucho que lo intento no logro saber de que se trataba. Todo lo que me queda de mis intentos de descansar son sábanas llenas de sudor y más miedo de volver a la cama. No se ni qué día es, no puedo concentrarme en nada, todos los sonidos son taladros que perforan mi cráneo.
La estación estaba oscura, a pesar del frío no me sentía precisamente incómodo, pero tenía una sensación lejana de que ya había vivido esa situación. Me dormía. Caminé de un lado para otro, volvía sobre mis pasos, me abofeteaba ligeramente la cara, traté de buscar en mí la fuerza para mantenerme despierto pero el sueño volvía, pulsante, aplastante, me pesaba en los ojos como nada había pesado antes.
Había estado en la Biblioteca buscando la explicación a mi situación, desesperación era la norma general para describirme en ese momento, no quería consumir drogas para dormirme, no después de haber ganado la pelea hace ya tanto tiempo. Sabía que los doctores solo me ofrecerían esa salida, así que me negué a ir con ellos...
Caí al suelo de espalda, un dolor repentino en la cara me hizo llevarme las manos a la frente, me había estrallado contra la pared opuesta a las vías del tren, me senté rápidamente, maldiciendo, yo... estaba caminado en otra dirección
¿Cómo demonios había llegado hasta ahí? ¿En qué momento?
Me di cuenta entonces, me había dormido de pie, me dormí caminando, y darme cuenta de esto me hizo sentir el mayor miedo de mi vida, ya no sabía ni siquiera que era real y que no lo era, me quedé divagando un rato sentado, el dolor fue pasando, estaba de pié, me sentí confuso, ¿no estaba en el suelo?
Entonces lo sentí, extrañamente silencioso, casi místico, el tren estaba llegando, podría irme a casa, si me dormía ya no sería de pié, sería en la cama, en el sofá, en el suelo, pero de mi casa.
Paró, y abrió las puertas, sus luces tenues centelleaban suavemente, caminé hacia él, pié derecho entrando, y el suelo metálico desapareció bajo mis pies. Caí de frente, sentí un dolor agobiante en mis manos, las había puesto al frente mientras caía, y no podía ver casi nada, estaba en algo irregular, ¡estaba en las vías del tren! Me había dormido, alucinando de nuevo, habia caminado hacia las vías vacías. Me apoyé para pararme y el dolor me hizo perder toda la fuerza y volver a caer. Mis manos estaban sangrando, no podía moverlas, solo sentir el dolor, y el dolor sí que me despertaba.
El suelo empezó a vibrar poco a poco, cada vez más fuerte, y entonces supe que ahora sí llegaba el esperado tren. Las luces me cegaron y traté de cubrirme la cara con mis manos, vi mi hueso fuera de la carne, lloré. Entonces recordé cada pesadilla que tuve, el monstruo metálico arrancandome todo mi ser, despedazandome, mutilando cada fibra de mí. Y dormí.