CAPITULO UNO - PRIMER ENCUENTRO

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CARMEN

Desde luego que de la experiencia se aprende y yo voy a aprender a la primera. No pienso ir a ese restaurante en la vida. Todavía vuelvo y le monto un pollo al imbécil del hijo de mi jefe. Para más inri, la madre, con esa cara de estreñida, riéndole las gracias al degenerado de su hijo.

Mierda, que tengo una asignatura de tercero pendiente de aprobar, porque me pidieron que trabajase el día del examen, llegué tarde y no pude presentarme.

Tenía que haber dimitido ese día al darme cuenta de que a nadie en ese restaurante le importaba lo que le pasara a la tonta de Carmen, solo era crucial el llenar las mesas con clientes, que siempre hubiese comida en el bufé y que el pescado que se sirviese fuese el más barato del mercado.

Del enfado que tengo, no sé hacia dónde voy. Hace un calor horrible y a esta hora, a principios de agosto, todas las terrazas están abarrotadas de gente. Supongo que es lo que tiene vivir en Granada, a falta de playa, nos sentamos a la sombra a tomarnos algo fresquito donde corra un poco el aire.

En cuanto me centro un poco, recuerdo que a tres minutos a pie de mi trabajo hay un bar-cafetería con terraza, giro sobre mis talones para volver sobre lo andado y me dirijo al paraíso prometido.

No hay muchos estudiantes en la calle, pero, aun así, hay demasiada gente para el calor que hace. 

Al llegar, me doy cuenta de que, o comparto mi mesa con alguna alma bondadosa que me deje sentarme a su lado o me quedo de pie. Así que me dirijo a una de las pocas mesas con sillas libres donde está sentado un chico solo, de uno o dos años más que yo y bastante mono. Como diría Lola, mi hermana, puestos a elegir, prefiero la mesa con las mejores vistas.

—¿Puedo sentarme en esta mesa? —le digo al moreno con mi mejor sonrisa.

—Depende —contesta sin ni siquiera mirarme.

—¿De qué? —pregunto sin entender a dónde quiere llegar.

—¿Eres guapa? —me suelta así, sin más, y supongo de inmediato que es una pregunta trampa, ya que no es algo que se suela decir en un primer encuentro.

—No mucho —le respondo divertida, sin entender la broma del todo.

—Sí, lo es y siento llegar tarde —nos interrumpe un chico que se sienta al lado del moreno con una gorra negra del Real Madrid Baloncesto.

—Pues, entonces, puedes sentarte —me da su permiso y no sé muy bien qué pensar.

—¿Eres ciego? —le interrogo sin poder esconder mi incomodidad.

—Además de un mal educado, soy Eric —se presenta el chico que acaba de llegar.

—Yo soy Carmen —lo imito.

—Ya que os habéis encontrado, solo espero que me invitéis a vuestra boda —bromea el moreno.

—No es mi tipo —le sigo la broma.

—Yo soy el tipo de todas —responde Eric poniendo pucheros.

—¿Cuál es tu tipo? —pregunta el moreno curioso.

—Los ciegos, imagino que entenderás lo difícil que es ligar en esta ciudad para una chica como yo —respondo, haciendo reír a los dos amigos.

La conversación se ve interrumpida por un camarero con cara de llevar sin librar dos meses, pero muy amable. Hay personas que la buena cara les puede y ni el cansancio las hace desaparecer, no es mi caso.

Los tres pedimos una jarra de cerveza con limón y unas tapas. Aún son las doce, pero me desayuné a las siete de la mañana, por lo que comer algo me vendrá bien.

¡VOY CIEGO! - TERMINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora