3. Hunter Brown

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Raisa Winslow

—Al parecer, necesito quedarme en la enfermería de la central durante un par de semanas —veo a Hunter sudar a través de la cámara—, hasta que la universidad acepte mi propuesta de terminar la residencia en el hospital militar de Londres.

Hunter Brown es un teniente recién asignado a la central rusa. Somos amigos, y debo admitir que es increíble en la cama.

—Me siento muy orgulloso de ti, lo sabes —dice, dejando las mancuernas en el suelo del gimnasio y tomando el teléfono para verme mejor—. Serás la mejor pediatra.

—Lo sé.

—Bueno, ya sé que la humildad no es tu fuerte —lo veo rodar los ojos y sonreír—. Te extraño mucho. Aún no termino de adaptarme a esta central, los soldados siguen viéndome como alguien que compró su lugar en la FEMF.

Hunter es hijo de Marck Brown, el candidato favorito para la presidencia de los Estados Unidos. No conozco a su familia, pero pondría las manos en el fuego por él. Sé que se ha esforzado mucho para estar en la FEMF.

—Te entiendo. A donde quiera que voy, la gente sigue viéndome como una fracasada. Creo que nadie esperaba que pusiera mi carrera como médico por encima de mi papel en la FEMF.

—Linda, jamás serás una fracasada. En el poco tiempo que llevo conociéndote, me he dado cuenta de todo tu potencial. Solo vas a tu propio ritmo. Primero está la universidad, y después la FEMF. Nada te ha detenido nunca y nada lo hará ahora.

—Gracias. Opino exactamente lo mismo de ti. Te he visto en el campo de batalla y eres espectacular, toda una máquina de matar —le sonrío con sinceridad. No soy de las que disfrutan adular, pero sé reconocer a los buenos prospectos, y también sé devolver los favores y buenos tratos que recibo.

No llevo más de un par de meses conociendo a Hunter, pero ese tiempo ha sido suficiente para darme cuenta del gran soldado que es, sin mencionar el papel de amante que ha jugado en las últimas semanas. Todo comenzó cuando, durante un operativo en Marruecos, la tropa de Hunter logró rescatar a diez niños que habían sido secuestrados por un grupo de traficantes. Muchos de esos niños presentaban cuadros severos de desnutrición.

—¿Con quién hablas? —pregunta Christopher al entrar a la enfermería.

—Con Hunter —le muestro la pantalla y sonrío cuando lo veo apretar los puños antes de arrebatarme el teléfono.

—Si sigues jodiendo a mi mujer, te corto la verga —escucho la carcajada de Hunter mientras intento acercarme, pero Christopher coloca la palma de su mano sobre mi frente.

—Buenos días, Coronel —saluda Hunter desde Rusia, antes de que Christopher termine la llamada, no sin antes gritarle:

—No quiero que hables con ese imbécil —me devuelve el teléfono tras calmarse un poco—. Te traje a Londres para que te alejaras de él, no para que te comportaras como una cría enamorada.

—Es que no puedo evitarlo —fingo una sonrisa estúpida y llevo mis manos al centro del pecho—. ¿Acaso no ves los corazones que flotan a mi alrededor?

—No intentes jugar conmigo, Raisa.

—No juego, solo hablo de mis sentimientos —suelto un suspiro exagerado.

Está a punto de mandarme a la mierda, lo sé. Tiene las manos hechas puño, las venas de su cuello se notan, y respira lentamente un par de veces. Me siento pequeña cuando me mira de esa manera, y lo único que provoca es que mis piernas tiemblen. Pero no puedo caer tan fácil, no le daré ese gusto.

—No digas pendejadas.

No puedo evitar sentirme húmeda cuando su voz sale más grave de lo normal, debido al enojo. Aprieto los muslos buscando alivio. Christopher lo nota, y sus ojos se oscurecen. Instintivamente, me muerdo el labio justo en el momento en que él corta la distancia entre nosotros y me toma del cuello. Me acorrala contra la pared más cercana, su mano izquierda está al costado de mi cabeza, mientras que la otra ejerce presión en mi cuello. Nuestras respiraciones se entremezclan, y mis ojos no lo pierden de vista en ningún momento.

En las garras de la Bestia [Christopher Morgan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora