CAPITULO TRES - PAPAFRITA

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GUILLERMO

Mi familia nunca ha sido normal, aunque, posiblemente, esa descripción no coincida con ninguna familia en concreto. Mis padres han sido siempre muy estrictos conmigo, a la vez que permisivos en algunas ocasiones, como si el término medio no estuviese permitido y lo anómalo fuese el sello de identidad de mi familia, porque en el fondo, somos todos unos excéntricos, incluyéndome a mí mismo.

Mis abuelos entran también en esta definición y por eso no me extraña cuando mi abuela me obliga a salir a bailar con ella That's what I want de Lil Nas X.

- Abuela, un día voy a partirme la crisma por bailar en el salón cuando han movido los muebles – le echo en cara al ayudarme a que me siente en el sillón, que no está ubicado donde suele estarlo, después de bailar y cantar como si los dos tuviésemos veintitrés años.

- No digas tonterías, en el mundo todo cambia constantemente y tendrás que estar preparado para ello sin importar donde te encuentres o lo que estés haciendo – no le da la mínima importancia a mi recelo.

- Para ser una abuela, no te preocupas demasiado para que no me suceda nada.

- Nunca te sucede nada, aunque me ha contado Eric que la semana pasada conociste a una chica y te besaste con ella – comienza a incordiarme mi abuela, que ya estaba tardando mucho en sacar el tema en la conversación.

- Eric es un chivato – me molesto.

- Solo se preocupa por ti. ¿Has vuelto a ver a la chica?

- No, abuela, y no creo que vuelva a verla – le digo para que no se haga ilusiones.

- ¿Por qué no le pediste su número de teléfono? Me dijo Eric que era simpática y agradable - se molesta mi abuela.

- Porque no iba a quedar con ella. ¿Dónde está la cumpleañera? – intento cambiar de tema preguntando por Tania, la hermana de Eric.

- ¿Ella te pidió el tuyo? – me pregunta la madre de mi madre que, posiblemente, sea la persona que mejor me conoce.

- Sí, abuela – le digo suspirando al final, cansado de esta conversación.

- ¿Y sabes el porqué no te ha llamado? – me pregunta y por su tono de voz sé que no está muy contenta conmigo y que ha adivinado lo que he hecho.

- No sé si me ha llamado.

- ¿Qué hiciste, Guille? – me pregunta al sentir su mano sobre una de las mías.

- A las cifras pares de mi número les sumé el número dos y ese fue el número que le di – me sincero.

- No deberías boicotear tú mismo tu vida amorosa – me aconseja cariñosamente.

- ¿Qué vida amorosa? Sabes que yo nunca tendré nada de eso.

- ¿Por qué no? Eres guapo, listo y divertido. No te olvides que desde pequeño era yo quien te despertaba por las mañanas y no recuerdo que tuvieses algún problema de disfunción eréctil – me contesta la muy desvergonzada.

- ¡Abuela! – le riño.

- A tu edad los chicos se acuestan con una chica diferente todas las semanas, no entiendo por qué no quieres vivir las mismas experiencias que los demás.

- No sería justo para una chica hacerla convivir con mi ceguera – le intento explicar.

- El único que tiene que convivir con tu ceguera eres tú. Ni siquiera te quisiste acostar con aquella chica a la que le pagamos por hacerlo cuando cumpliste veinte años.

¡VOY CIEGO! - TERMINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora