Capítulo 11: ¿Y si te pierdo?

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—¡Solo uno más y terminamos por el momento!

—¡Bien! En marcha.

Bandit y su compañero de trabajo subieron de vuelta a la camioneta negra estacionada en la parte de atrás del club. Llevaban consigo unas cajas de madera pesadas con unas etiquetas que denotaban la fragilidad del producto dentro.

El día anterior a este, el pastor australiano había tenido una conversación extraña con su jefe, en la cual le pedia que llevará estos cargamentos desde el club hasta una parte de la ciudad bastante cerca de donde estudian sus hijas. Ya había llevado cargamentos para su trabajo antes, pero nunca tantos. Pensó entonces que se trataría de algún cargamento de bebidas o indumentaria, no veía nada extraño realmente.

Mientras subian el cargamento a la parte de atrás de la camioneta, Bandit sintió curiosidad y pregunto a su compañero que era lo que en realidad llevaban. Después de dos negativas y respuestas sin sentido del labrador, decidió dejarlo así y no sobrepensar las cosas.

Caja tras caja, Bandit empezó a cansarse cada vez más y, parecía que el trabajo no estaba ni cerca de terminarse, por el contrario, aún faltaba mucho más cargamento que mover. Su espalda imploraba piedad, pero no podía tomar descansos.
Aproximadamente por las cuatro de la tarde, escucho unos sonidos raros desde dentro de una de las tiendas abandonadas, como si estuvieran golpeando algo con un martillo. Se preguntó por qué se generaban esos sonidos tan peculiares, es especial en un lugar como ese. Un grito de su acompañante lo haría volver a centrarse en el trabajo que aún debía realizar. Ya habían hecho dos viajes de ida y vuelta llevando aproximadamente unas veinte cajas en total. Aun tenía intriga por saber qué demonios llevaba a un lugar como este. Pero tenía una orden fija de su jefe: "No abrir las cajas bajo ninguna circunstancia" según el, lo que sea que estuviera allí perdería mucho valor o, según sus propias palabras "se arruinaría"

—¿Cuanto crees que falte? —Murmuró Bandit con una caja en las manos.

—No lo sé. Quizá unas 8 más... —Respondio su acompañante.

—Mierda. No creo poder seguir así, mi espalda se va romper —dijo Bandit.

El apretaba los dientes con fuerza y seguía caminando mientras sostenía la pesada carga en sus brazos. Pasos torpes y lentos, pasos de agonía que dejaba con cada metro que avanzaba.

Unas horas después el ya estaba conduciendo a casa de vuelta.

Apenas podía caminar recto, sentía como si estuviera apunto de caer en el suelo de la sala antes de siquiera poder llegar a su habitación, o al menos, recostarse en el sofá.

—¿Por qué caminas tan gracioso? Bingo hizo aparición bajando las escaleras.

—Tuve que cargar bastantes cosas pesadas hoy en el trabajo —Bandit respondió gruñendo de dolor.

—Oh, ya veo... —Bingo miro extrañada a su padre— y... ¿Te duele mucho?

—Como si estuviera apunto de romperme —respondio Bandit.

Bingo se acercó a su padre y lo guío al sofá, ordenándole que se recueste boca abajo.

—Quedate aquí. No creo que seas capaz de llegar a tu cama en estas condiciones. Traeré unas bolsas de hielo para esa vieja espalda —Bingo corrió enérgicamente a la nevera.

—Si, tienes razón, gracias —resoplo Bandit, aún se quejaba del dolor que sentía.

Cuando Bingo volvió para ponerle las bolsas en la zona baja de la espalda, pudo ver qué Bluey ya estaba frente a su padre conversando con el. Había bajado para buscar algo en los estanterías de la sala y vio a Bandit, por lo que lo saludó y se quedó un rato para hablar con el.

Sé fuerte (Bluey) [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora