p e r f e c t a

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Este fic corresponde a la kiriasuweek2023.
Tengo un pequeño problema con el tema y el día, pero creo que puedo tomarme esa licencia y saltármela sin ningún problema, ¿verdad?
Verán, los temas elegidos corresponden a los días 02 octubre 'Enamarodo/a de un idiota' y el tema 'La sonrisa de quien más odio' del día 03, todo esto ambientado en Alicization, para ser más específicos en la academia de espadas, siendo un AU... y según los temas de este año, corresponde recién al 05 de octubre... así que disculpen por subirlo antes de tiempo.

Nos leemos al final del fic!

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—Los pensamientos de un joven perfectamente imperfecto—


¿Qué es la razón?

Es el atributo que nos es concedido al nacer. La sabiduría, la conciencia que nos dota de conocimiento para obrar juiciosamente en nuestras acciones. También es lo que marca el camino de lo que consideramos que está bien o mal. Lo que nos devuelve a nuestro criterio.

Si la razón es la brújula que guía nuestra vida, ¿por qué a veces parece quedarse muda? Como un GPS que de pronto pierde la señal. Porque siempre he confiado en ella; la razón  es la que me hizo lo que hoy soy: un hombre con principios, con algunas imperfecciones, no muchas para disgusto de algunos; poderosamente apuesto, dueño de una personalidad agradable, y un respetuoso lugar ganado a pulso en la academia en la que estoy matriculado. La Sword Mastery Academy de Norlangarth. Aunque aquí también me conocen por razones más frívolas, que no tienen relación con mi nombre ni mi reputación, y sobre las cuales no deseo entrar en detalle. Una vez más, la razón actuó como mi brújula en este período, aunque en algún momento pareció quedarse en silencio. Posteriormente, al consultar con algunos de mis pares, descubrí que esto era completamente normal. En cierto punto de la vida, cuando creemos que estamos listos y maduros, como el fruto apetecible de un árbol, la razón decide abandonarnos y lanzarnos desnudos y desprotegidos hacia el próximo gran desafío que la vida tiene para nosotros.

Recuerdo que esto me ocurrió aproximadamente en la adolescencia. Fue en esos años cuando mi juicio comenzó a flaquear, y curiosamente coincide con la llegada de una pelirroja que revolucionó mi mundo por completo.

Indudablemente, querido lector, confío en que puedes captar a qué desafío me refiero. Aquel que nos transforma en seres vulnerables y poderosos simultáneamente. Esa sensación que nos atrapa como una droga deliciosa y letal, adormeciendo nuestros sentidos y nuestra lógica, convirtiendo al individuo más perspicaz en un esclavo sordo, ciego y mudo, completamente sometido a los poderes de esta fervorosa pasión. Ese veneno, conocido también como AMOR.

Así que, este es, en última instancia, el dilema en cuestión. Algunos podrían argumentar que no es nada fuera de lo ordinario, y quizás tengan razón en cierto sentido. Sin embargo, en mi situación, donde cada aspecto de mi vida está minuciosamente trazado para suceder con la precisión de un reloj, este pequeño obstáculo representó mucho más que un simple dolor de cabeza.

Habíamos crecido en las callecitas bajas de Rulid, ella, mi rival  y yo. En ese tiempo no hablábamos mucho, después de todo ¿Qué afinidad podría haber entre una noble de primer grado y un niñato medio muerto de hambre como yo? Nos veíamos casi siempre porque habitábamos el mismo pueblo, ella siempre paseándose con sus prendas finas, y yo juntando las monedas para poder comer. Y aunque estábamos en mundos opuestos, parecía que teníamos el mismo sueño: entrar a la academia más importante del norte de Centoria. Ella, desde luego, tenía el pase asegurado; yo, debía demostrar que a pesar de ser un don nadie, disponía de habilidad y destreza en el manejo de una espada. Por lo que, salvo indiferencia, algo de curiosidad apática y desinterés, su presencia no me producía mayor efecto. Asumo que en algún punto llegué a desdeñarla, noble o no, comparada con otras chicas de su edad estaba en obvia desventaja; era más un niño desproporcionado, que una tierna damisela en flor. No sé si en algún punto llegó a enterarse de mis pensamientos, asumo que sí, puesto que con el pasar del tiempo me hice merecedor constante de su mal genio. Yo la detestaba y ella me odiaba. A sus ojos era un vagabundo pobre y sin educación, mientras que a los míos era una niña rica y estirada.

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