(Este relato es sobre el nacimiento de un villano)
El día había sido agotador para Karla, pues el trabajo se tornaba pesado para ella con la renuncia de su, ahora, exjefe. Trabajaba hasta altas horas de la noche, sin remuneración extra, fuera del horario estipulado en su contrato. Sin importar el esfuerzo que implicaba para la joven cumplir con todas las tareas del día, sus superiores desviaban la mirada ante la idea de ascenderla o cambiarla siquiera de área. Su paciencia estaba llegando al límite resolviendo los problemas de su nueva, y muy incompetente, jefa. Los nervios y el estrés que sentía sólo podían ser apaciguados por la compañía de un gran amigo que, en sus años de preparatoria, pretendió ser algo más que eso. Agradecía los consejos y masajes descontracturantes que él le otorgaba a domicilio, pues los compromisos le impedían ir al consultorio del muchacho fisioterapeuta, quien fungía su rol como psicólogo con cada visita.
Karla suspiró contrariada por la hora y miró el celular con pesadumbre marcando la una de la mañana en punto. Sus ojos comenzaban a cerrarse y su mente imaginaba lo maravilloso que sería invertir los papeles con esa mujer que le hacía la vida pesada con su ignorancia. Idealizaba sus días con el ascenso que merecía y, a su mente, llegaban imágenes satisfactorias de un Juez orgulloso por el trabajo que ella misma realizaba. Sí, ser abogada era un trabajo difícil. Laborar en la carrera que eligió comenzaba a mellar su convicción sobre escalar justamente a la cima del puesto como Juez. Sabía a la perfección que muchas mujeres conseguían ese trabajo por sus bonitas caras, cuerpos y, en muchas ocasiones, atenciones especiales a sus superiores. Sin embargo, su orgullo le impedía cumplir con aquellos, en su opinión, indecentes y acelerados métodos. Y, ahora, debía soportar a una de esas "aventajadas" mujeres en la oficina que ella merecía.
El reloj marcaba las dos de la madrugada y ella aún permanecía en la entrada de su casa pensando sobre lo injusta que era la vida. Soltó otro gran suspiro y se dirigió a la cocina para tomar un vaso de agua antes de dormir algunas horas antes de que la alarma sonara. Arrastrando sus pesados pies, llegó al dispensador de agua y sirvió el líquido trasparente en un vaso de cristal. Bebió con rapidez y rellenó el recipiente de nuevo para observar con curiosidad las burbujas que se quedaban atrapadas a la mitad del vaso. Algunas de ellas se elevaban y otras permanecían en el mismo lugar. Mientras su mirada permanecía concentrada, sus pies comenzaron a arder y decidió sentarse un rato en una de las sillas del pequeño comedor que se encontraba en medio de la cocina. De manera instintiva, la muchacha metió uno de sus dedos para mover las esferas de aire estáticas hacia la superficie del vaso. << Sólo necesitaban un poco de ayuda >> pensó mostrando una sonrisa amarga comparando su situación actual con aquellas burbujas estancadas. Y, sin siquiera notarlo, su dedo índice había comenzado a moverse en círculos llevándola a especular, otra vez, sobre su vida futura con el cargo que siempre había deseado.
Una hora más pasó. Su mano se movía con lentitud y sus ojos permanecían concentrados en el fluir del líquido dentro del vaso. De manera repentina, varias preguntas aparecieron en su mente como una cascada; << ¿qué pasaría si su jefa desaparecía? ¿su vida mejoraría? ¿obtendría el puesto que deseaba? ¿cumpliría su sueño? Si ella desaparecía... si ella desaparecía... su vida mejoraría... >>. Una sonrisa siniestra se formó en su rostro y varios planes se crearon en su cabeza para llegar a la meta que, por años, se había propuesto para ser feliz y estable. En ese momento, Karla decidió que ninguna vida sería más importante o provechosa que la suya sin importar el método que debiera utilizar.
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MONOCTUBRE
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