Leyenda local: El anima sola.
Diosa mitológica: Hela.
El hedor a putrefacción y el incipiente resplandor de la luna que se filtra en la estancia no debería de causar gran reacción en mí, pues al contrario de lo que los demás creían, mi reino se asemejaba a la estrecha cueva donde había despertado. Confundida, intenté comunicarme con Garm, mi gran lobo, no obstante, este no llegó a mi llamado, y tampoco lo hizo Helhest ni mis cuervos.
Mis manos recorrieron mi cuerpo y no hallaron más que al andrajoso vestuario al cual había sido sometida a llevar esa noche. No entendía a quién se le ocurría la estólida idea de disfrazar a los dioses de personajes ficticios y mundanos que no asustarían ni a esos chiquillos humanos, los humanos eran tan miedosos que si realmente se encontraran con un duende o una bruja no lo pensarían dos veces antes de salir despavoridos. Patético.
Mis manos tantean ambos lados de mi cara, y aquella acción consiguió que mi mueca se tornara en horror puro. Bajo mis dedos solo logro palpar una piel tersa y viva. En... todo mi rostro. Con asco, me levanto del rustico suelo repleto de hojas y rastros de algo blanco. Soy la mismísima diosa Hela, y en ese instante me parecía a todo lo que aborrecía; cualquier otra mundana y a los demás dioses. ¿Quién había cometido aquél atroz acto? ¿Dónde se suponía que estaban mis esbirros?
Intenté invocar mis poderes, no obstante, aquellos que me hacían ser quién era, habían tomado la decisión de desaparecer.
—¿Tienes miedo, Hel?
Debo estrechar mis ojos para poder captar la silueta de aquella mujer que me había hablado. Solo vestía una larga y haraposa túnica blanca, similar al color alabastro de su piel. Sus ojos, al contrario, parecían dos fosos sin fin y de no ser porque me encontraba con almas aberrantes a diario en mi reino o cuando guiaba a los muertos a su lugar, aquellas huecos mugrientos y llenos de larvas me asustarían.
—¿De ti? Por favor, ni siquiera mi abuelo me ha subestimado tanto —alcé el mentón, fallando nuevamente cuando intento invocar mis poderes. Si tan solo pudiese llevarla al lago de la muerte con sus colegas los muertos—. ¿Qué le hiciste a mis poderes?
—¿Yo? —se ríe, alcanzando un nivel de cinismo nunca antes visto. Ni siquiera mi padre se había atrevido a tanto—. Fíjate que necesito tus poderes para poder volver al mundo real y dejar de vagar. Eras tú o alguna de las diosas egipcias, pero, si te soy sincera, creo que ellas son más aburridas.
>>Necesito terminar el ritual. La primera fase fue quitarte tus poderes, la segunda fue convertirte en humana, ahora solo necesito de tu sangre para volver al mundo como una diosa.
La miro de la cabeza a los pies. —¿Y quién se supone que eres tú?
—Muy pocas personas me conocen, pero muchas me utilizan... para el mal. Antes, era buena, hasta que me corrompieron. Mi nombre era María Celestina de Abdégano, ahora me conocen como El anima sola... gracias al orgullo de los hombres ya que siempre toman a los más inocentes para hacer el trabajo sucio.
—Mira, María Celestia, o como sea que te llamas. Tu por mí puedes hasta matar a mi abuela, pero a mí no me estés metiendo en tus juegos malignos. Así que por tu bien, es mejor que me sueltes y me dejes ir —Frustrada, rodé los ojos—. Es más, devuélveme mis poderes y te ayudaré a secuestrar a cualquiera de los otros dioses —Detrás de ella, en la entrada de la cueva, una forma conocida se acerca—. Neftis es una de mis principales opciones, es demasiado egocéntrica.
Comienzo a retroceder antes de que mi perro y guardián salte encima del espíritu. Este, al poseer poderes similares a los míos, logró inmovilizar al alma aberrante. Y con un ladrido ensordecedor, desterró a aquella mujer deseosa de poder.
—Como siempre, mi querido amigo, eres muy oportunista —sobo su pelaje, ganándome una baboseada. Detrás de su gigantesco trasero, aparece mi caballo de tres patas, ofreciéndome montarme en su lomo.
—¿Quieres ir al reino a torturar a aquella alma para que te ceda tus poderes? —grazna uno de mis fieles cuervos.
No me inmuto.
—Creo que deseo tener una apariencia normal para la necia fiesta de Halloween —dije sorprendiéndonos a todos.
¿Quién sabe y terminaba acostumbrándome a aquella apariencia tan juvenil?
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Spiritibus
ParanormalEris, Diosa de la discordia, ha organizado como es de costumbre la fiesta anual de Halloween en el Olimpo, invitando a todos los Dioses de las mitologías. ¿Qué locas aventuras traerá consigo? Relato corto, creado para el desafío de "Dulce o truco"...