14.- Frustrar un Atentado Especial (4/6)

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Nix se marchó con toda calma por donde vino, volando con sus alas negras.

-La Plaga ¿Eh? Se oye peligrosa.

"Si sus miembros permanecen escondidos hasta que atacan, podríamos conocer a alguien que pertenezca a ellos" observó Brontes "como ese sujeto"

-¿Dices que es un fantasma, un encadenado y además un agente secreto de una de un grupo terrorista? ¡Eso sería demasiado!

"Solo digo que oculta algo".

-Bueno, sí ¿Su misterio no es encantador?

Sentí que Brontes hacía rodar sus ojos, o por lo menos que tenía esa sensación. Aun así no dijo nada.

Pronto vinieron un par de soldados a llevarse a los sujetos. Uno pareció sorprendido, porque me miró con los ojos bien abiertos, luego miró a los cuerpos y de nuevo volvió a mirarme a mí.

-¿Usted hizo esto?- preguntó.

-Sí- contesté.

-No molestes, vamos, ayúdame a cargarlos- le reclamó su compañero.

Finalmente se los llevaron y yo continué con mis rondas. Después de relajarme un poco me fijé en la parada militar abajo; las trompetas y tambores habían sonado por un buen rato, pero de un momento a otro cesaron. Los soldados vole terminaron de marchar. Un señor que parecía el jefe del ejército se acercó marchando perfectamente hacia el presidente y los ministros, en las gradas especiales que les habían preparado, y les entregó una copa grande de la que bebieron todos. Compartieron un par de palabras, luego los soldados se retiraron marchando.

Seguidamente el actual presidente se puso de pie. Era una cara que ya había visto un par de veces en discursos y anuncios de elecciones, estrechando las manos de otros políticos para indicarles a los ciudadanos por quién quería que votaran. Recordé lo que Cecil nos había explicado sobre el gobierno del imperio vole; los políticos de cada país respondían al presidente, los presidentes respondían al consejo de sabios, y el consejo de sabios respondía ante el emperador, el dueño de todo. No me imaginaba cuánto poder tendría cualquier persona encima de un presidente, mucho menos un emperador.

"¿Y qué hay de Tur?" inquirió Brontes.

-¡Oh, verdad! ¡Tur es un emperador!- exclamé en mi mente- ¡Yo sé cuánto poder tiene un emperador! ¡El poder para ir a otros mundos y conquistarlos de la manera en que se le da la gana!

Esperé que el emperador del imperio vole fuera distinto, pero tanto poder no podía encontrarse libre de abusos.

Mientras tanto, abajo los candidatos a la presidencia comenzaron a dar discursos sobre armonía y esperanza, puras mentiras. Reconocí a Alimari entre ellos, bien parado para su edad. Hablaba con vehemencia, pero siempre con un tono positivo, como demostrando que era un líder fuerte.

Estuve a punto de continuar con mi patrulla, pero al girar mi cabeza, algo me llamó la atención. Algo que no debía estar en ese lugar. De inmediato volví mi mirada hacia el suelo, pegué mi cara a la ventana y lo busqué desesperadamente. Había visto su cabeza azul, estaba segura ¿Pero qué hacía Cecil en la parada militar?

Había mucha gente abajo, no podía distinguirlo. Alimari daba su discurso sin preocuparse de nada más. La gente lo miraba, los guardias tenían sus ojos puestos alrededor para evitar asesinos. Por más que buscara, no conseguía encontrarlo de nuevo.

-¿Quizás solo me lo imaginé?- pensé.

Después de todo, no era la mejor discerniendo entre vole. Seguramente lo había confundido con alguien parecido.

La Helada Garra de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora