Cabalgaron durante menos de treinta minutos antes de llegar a la zona de Paleo Faliro, los caballos descendieron por una pequeña colina para desvelar un mar cristalino con una coloración azulada junto a una arena menuda y dorada. El grupo dejó los caballos en un pequeño establo administrado por otro arrendador, para disponerse a bajar por el caminillo de arena.
—¡Por aquí! ¡En la sombra!— Hesper comandaba al grupo y sin preguntar a nadie seleccionó un lugar bajo la sombra de una generosa palmera donde colocó la frazada que sirvió para dejar los bolsos y las cestas donde habían traído los comestibles. Desde ahí había un dominio perfecto de la orilla del mar.— Más que perfecto. Atha vamos a cambiarnos.
La castaña apenas dejó su bolso fue arrastrada por la chica hacia una de esas casetas de madera donde varias mujeres entraban para cambiarse, ambas chicas esperaron un poco antes de entrar. Agatha cerro el cubículo y suspirando se descalzó para luego proceder a desatarse el cinto que ajustaba el peplo, luego desanudar el nudo que estaban sobre su hombro izquierdo y dejó que la tela se deslizara por su cuerpo. «Me estoy arrepintiendo» La chica se dio unas cuantas palmaditas en las mejillas, como si fuera una manera de espantar los nervios, se cercioro de tener el strophium y el subligar en su lugar antes de tomar sus cosas y salir encontrándose con Hesper que le esperaba portando un conjunto igual a de ella.
—Se sincera... ¿Se me ve bien?— La mayor preguntó aquello mientras giraba su rostro para cerciorarse de tener el subligar en su lugar y se ajustaba la parte superior de la vestimenta.
—¿S-Si?— La castaña se sonrojo ante aquella pregunta y respondió lo primero que se le vino a la cabeza. Nunca había tenido que dar su opinión respecto a la ropa de otras personas. Noto que Hesper le miraba no muy convencida y es que ni ella misma lo estaba, por lo que aclarando la voz volvió a hablar un poco menos titubeante.— D-Digo, se te ve muy bien.
—¿Enserio?
Así comenzaron a entablar una conversación mientras caminaban de regreso a su lugar, donde los chicos se estaban quitando las camisas. La delfiense observó disimuladamente el cuerpo de Egan, noto el trabajado torso y los fuertes brazos que más de una vez le sostuvieron, se deleito con la tez besada por el sol de Grecia y el como aquellos ensortijados cabellos caían con gracia sobre su frente, sintió sus mejillas algo calientes, siendo peor cuando sus ojos inconscientemente se desviaron hacia Calixto.
El corazón le latió aceleradamente, y percibió como si la maldita respiración hubiera jugado a detenerse en ese preciso instante, casi se le caen las zapatillas por estar admirando en silencio el cuerpo bien trabajo del ateniense, el cabello desordenado que se alborotaba aún más cuando las briznas de viento hicieron acto de presencia y... «¡Agatha!» La chica dio un salto sintiendo el escalofrío recorrer toda la columna vertebral, las mejillas eran iguales a las granadas maduras ¡Estaba tan avergonzada! Y cuando sus azorados fanales se percataron que Heraclio alzaba la mirada para saber donde estaban deseo que la tierra se abriera para que la succionara. Agatha bajo la cabeza tan rápido como sus reflejos se lo permitieron, ladeando la mirada tratando de distraerse con los demás bañistas o prestar atención a las dispersas palabras que Hesper decía y que ya no entendía para nada «Por amor a los dioses, ¿¡Que mierda fue eso!? ¡No debía ver a Calixto! ¡Tampoco a Egan! ¡Oh dioses, que me aspen!»
Egan observó a la chica, sus ojos avellanos siguieron cada paso que esta daba y las acciones que realizaba con lentitud, «Parece tímida, ¿Sera la primera vez que viene a la playa?» El ateniense sonrió, se sintió satisfecho de ser el primero en invitar a la chica a una salida, así que ignorando aquellas mejillas sonrosadas siguió a Calixto hacia el agua.
...
—Venga Agatha ya entra.
Tras cambiarse cada uno hizo lo que mejor le apeteció, y Heraclio impaciente alentaba a la joven a entrar al agua. Agatha había llegado apenas a una distancia mínima desde la orilla donde el mar mediterráneo acariciaba las mejillas arenosas de la playa y se había quedó ahí mientras se mordía el labio, «Bien ¿Y ahora?» con temor intentó dar un paso al frente, pero se detuvo al instante para sentarse con brusquedad en aquella arena mojada del fondo del mar. «Ni hablar, no se que tan profundo es»
—Venga, Atha. No hay tiburones, entra.
—S-Solo admiro el paisaje primero— La castaña volteo brindándole una sonrisa al joven de cabellos azabaches que se encontraba detrás a una escasa distancia, luego volteo su mirada hacia donde los otros dos ateniense se encontraban nadando y esperándola, trago grueso antes de esbozar un intento de sonrisa y negar suavemente.
Agatha dejó escapar un suspiro, percibió como cada fibra de su cuerpo se relajaba ante el vaivén del agua y los granitos de la arena húmeda se pegaban a sus muslos, se dejó llevar por su respiración calmada junto a los murmullos de los demás bañitas que pasaban cerca y se sintió en calma, solamente sino fuera por las manos que le tomaron de las caderas para luego soltarla en la parte profunda del mar hubiera seguido en su burbuja de tranquilidad.
La castaña cerró los ojos escuchando el splash de la estancia acuosa cuando cayó de espalda, se desesperó, ella no sabía nadar ¡Apenas y había aprendido a flotar cuando estaba en Corinto! Intentó moviendo sus brazos y piernas, pero fracasó, abrió sin querer sus labios con la intención de pedir ayuda, viendo solamente como un par de burbujas se formaban frente a sus azorados ojos marrones que ya picaban por el contacto del agua salada. Realmente pensó que moriría ahogada, pero ese pensamiento se interrumpió cuando sintió que alguien le tomaba de las caderas para llevarla hacia la superficie, jadeando y tosiendo buscaba recuperar el aire que se le había escapado. La joven se aferró al cuerpo cálido de alguien y permitió que despacio le llevará a aquellas rocas salientes que se encontraban cercanas a la orilla donde Heraclio, Hesper y Calixto aguardaban con los nervios de punta.
—¿No sabes nadar?— Inquirió el chico ante aquel acontecimiento que le creó mil preguntas.— Egan me dijo que si.
—¿Y si él te dice que se volar también le crees?— Agatha susurro aquello, su puño que aún descansa sobre el antebrazo del chico de ojos avellanos se cerró y apretó con fuerza hasta que los nudillos se volvieron blancos, el ceño se frunció y con un tono mordaz respondió con una sonrisa de medio lado.— Soy la única que sabe si puedo o no hacer algo, para la próxima pregunta antes, Heraclio.
Egan se tenso cuando la chica apartó su brazo y fue a sentarse junto a Hesper que le preguntó si se encontraba bien, estaba preocupada por la menor y cuando esta le confirmó que todo estaba en orden suspiro aliviada, sin embargo, no evitó dirigir una mirada de advertencia a los chicos. Calixto echo una ultima mirada a la delfiense y se sintió repentinamente apenado por aquel mal rato que Agatha había pasado, «Ese idiota, en vez de haberle preguntado» El heleno de cabellos desordenados suspiro antes de darse media vuelta e irse a nadar un rato «Mejor me mantengo alejado, puedo cometer una estupidez si me quedo cerca»
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ᴛᴡᴏ ᴛᴡɪɴ ғʟᴀᴍᴇs ᴅᴇsᴛɪɴᴇᴅ ɴᴏᴛ ᴛᴏ ʙᴇ ᴛᴏɢᴇᴛʜᴇʀ
Teen Fiction«𝐅𝐢𝐠𝐮𝐫𝐚́𝐬𝐞𝐦𝐞, 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐚𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐡𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞𝐬 𝐡𝐚𝐧 𝐢𝐠𝐧𝐨𝐫𝐚𝐝𝐨 𝐞𝐧𝐭𝐞𝐫𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐞𝐥 𝐩𝐨𝐝𝐞𝐫 𝐝𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫; 𝐩𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐢 𝐥𝐨 𝐜𝐨𝐧𝐨𝐜𝐢𝐞𝐬𝐞𝐧, 𝐥𝐞 𝐥𝐞𝐯𝐚𝐧𝐭𝐚𝐫𝐢́𝐚𝐧 𝐭𝐞𝐦𝐩𝐥𝐨𝐬 𝐲 𝐚...