˚₊★₊˚ˑ༄ؘ 𝑻𝑯𝑬 𝑩𝑨𝑳𝑪𝑶𝑵𝒀
❝ La joven modelo y poetisa siempre había estado muy apegada a sus amigos y a su ciudad. Roma era todo lo que le inspiraba, pero los ojos azules de Victoria De Angelis era todo lo que necesitaba para...
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𝐉𝐔𝐋𝐈𝐄𝐓𝐀.
El crepúsculo nos invadía completamente, la tarde había caído hacia horas y mi estómago seguía vacío muy a pesar de las riñas de Damiano al respecto. No me gustaba pensar en ello muy a menudo, y tan solo me limitaba a rechazar algunos platos de comida a la semana, aunque no pensaba que fuese nada demasiado descabellado como al vocalista le parecía.
Mis ojos eran presos de la noche y de la tranquilidad que esta ofrecía. Me encontraba en la habitación de la gigantesca choza mientras miraba a través de la ventana que daba al balcón. Era presa también del insomnio, mientras mis pensamientos se centraban en la conversación con Victoria hacia horas. No podía resistirme a salir de aquella habitación de puerta cerrada para ir con ella y solo con ella. A abrazarla bajo las sabanas y acariciar su piel. Aquello era muy tentador e íntimo, tal y como la fémina.
Di varias vueltas sobre el algo incómodo colchón de sábanas blancas, con los ojos tan grandes y abiertos como platos. Suspiré fuertemente y cerré los ojos de la misma manera, intentado así evadirme de cada uno de los pensamientos que me incitaban a desplazarme hasta donde mi amada. No funcionó... En absoluto, a decir verdad, por lo que de un bote puse los pies en el mármol que tenía como suelo y me percaté del calmante frescor que este me proporcionaba. Sin ningún calzado me dirigí sin hacer demasiado ruido hasta la zona del pasillo donde se encontraba la desordenada habitación de la bajista de ojos claros. No sin antes echar un vistazo al resto de habitaciones, que como la de Thomas, por ejemplo, se encontraba abierta de par en par, dejándome una vista al completo de su placido descanso. Damiano y Ethan, en cambio, mantenían sus puertas cerradas, pero eso no me privaba de escuchar los ruidosos ronquidos del vocalista. Reí al percatarme de ello, intentando no hacer demasiado ruido. Me aproximé, entonces, a mi objetivo, entrando por la puerta encajada de la tauro.
La observé un par de segundos algo dudosa, pero finalmente decidí meterme en la cama junto a ella. La bajista descansaba plácidamente en el lado izquierdo del colchón, que era lo suficientemente grande como para que mi figura huesuda tuviera espacio para tumbarse bajo las sábanas.
