La noche se cernía sobre la mansión Jeon con una oscuridad asfixiante, como si el mismísimo cielo llorara en un lamento interminable. La lluvia golpeaba los cristales con furia, el viento ululaba entre las ramas de los árboles como un presagio sombrío. En los sombríos recovecos de la mansión, el Duque Jeon acababa de poner fin a una relación que había sido clandestina y apasionada.
Entre las paredes de la lúgubre mansión resonaban los ecos de sus palabras, cargadas de dolor y desesperación. Park Jimin, su sirviente y amante, recibía la noticia con el corazón destrozado, mientras el Duque Jeon enfrentaba el amargo deber de poner fin a un amor prohibido. El destino implacable les separaba, pues las obligaciones del título nobiliario demandaban que Jeon contrajera matrimonio con una mujer.
El aire se llenaba de un silencio denso y opresivo, roto solo por el susurro de la lluvia y los sollozos ahogados de Park Jimin. En aquel instante, la mansión Jeon se tornaba en un reflejo de la tormenta que rugía fuera, un escenario desolado donde los corazones rotos y los sueños destrozados yacían como ruinas en la oscuridad.
El sonido del desgarrador sollozo de Park Jimin resonó en la habitación, marcando el triste final de su romance clandestino con el Duque Jeon. Con lágrimas que emborronaban su visión, Jimin enfrentó al noble, su voz temblorosa cargada de dolor y decepción.
"Dejadme, me habéis quebrado más que una copa al caer", murmuró entre sollozos, con la dignidad que aún le quedaba destrozada por el rechazo.
El hermoso hombre rubio, símbolo de la belleza desgarrada por la traición, escapó de la habitación del Duque, dejando atrás un rastro de angustia y desesperación.
"Vos nunca me habéis amado de verdad", acusó Jimin con voz entrecortada, sus palabras resonando en el aire como el eco de un corazón roto. Sus ojos brillaban con la intensidad de la tormenta que rugía afuera, mientras se alejaba con pasos torpes, llevándose consigo el lastre de un amor no correspondido.
Jeon Jungkook siguió a Park Jimin con lágrimas en sus ojos, la angustia pintada en cada facción de su rostro.
"Esperad, por favor, hombre", clamó, extendiendo la mano en un gesto suplicante mientras luchaba por alcanzar al amante que se alejaba.
"Lo siento mucho. Os he amado más que a nada en este mundo, pero mi deber hacia mi familia y mi linaje me obliga a desposar a una mujer", confesó con voz entrecortada por la pena, cada palabra resonando con el peso de una decisión inevitable. "No tengo opción..."
Con un corazón pesado, Jeon se lanzó tras Jimin, cuyos pasos resonaban por los corredores de la mansión con la desesperación de un amor truncado. Las sombras de las paredes parecían palpitar al ritmo de su desgarradora despedida, mientras el duque luchaba por detener el torbellino de emociones que amenazaba con consumirlos a ambos.
Jimin se volvió hacia Jeon, su mirada llena de dolor y amargura, mientras las palabras salían de sus labios con una intensidad palpable.
"Vos sos tan cruel como vuestro hermano", acusó el sirviente con voz temblorosa, el eco de su angustia resonando en los corredores de la mansión. Sin importarle quién pudiera escuchar, pues en los pasillos de la mansión, la relación entre él y el Duque Jeon era un secreto a voces, Jimin no podía contener más su sufrimiento.
Con cada paso que daba hacia abajo por las escaleras, su figura se desvanecía en la oscuridad de la mansión, pero su presencia seguía siendo un recordatorio doloroso de los secretos y las traiciones que habían marcado su destino.
Jeon se detuvo un momento, sintiendo como una daga afilada se clavaba en su pecho al ser comparado con la maldad pura de su hermano. La acusación de Jimin resonaba en su mente como un eco de condena, haciendo que el peso de sus propias decisiones se volviera aún más opresivo.
ESTÁS LEYENDO
COMEDIA DIVINA ♪•°~KookTae~°•♪
FanfictionLa historia de Jimin, quien es un estudiante ejemplar y un gran creyente, del cual su familia está muy orgullosa. Pero lo que no saben es que oculta un gran deseó, del cual pensó que nunca nadie se daría cuenta. Al menos no hasta que llegó aquel aza...