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Will había pasado varios días luchando por concentrarse. Cada vez que intentaba leer algo en su tablet o enfocarse en alguna tarea, terminaba en un sitio de noticias, temiendo encontrar informes sobre otro secuestro o el descubrimiento de otra niña muerta. La esperanza de atrapar al asesino en serie responsable de esas muertes lo consumía.

Era miércoles por la tarde, y se encontraban en el Palazzo. Will pensó que la atmósfera de ese lugar iba a ayudarlo para enfocarse, pero su mente estaba abarrotada de pensamientos inquietantes. Y para empeorar las cosas, Hannibal no ayudaba a su concentración.

Will estaba sentado en el escritorio de Hannibal, rodeado de archivos y objetos extraños que parecían sumamente caros, en su oficina llena de objetos invaluables. Soltó un gemido y se dejó caer hacia atrás en la silla, con los ojos cerrados y la boca entreabierta.

Pasos resonaron en el suelo de la oficina, y Will se acomodó rápidamente en su silla, recogiendo su tablet que había caído al escritorio momentos antes con un golpe sordo. Una mujer vestida de manera elegante entró, y sus ojos se encontraron con los de ella cuando sonrió al verlo

—¡Oh! Señor Larser, ¿ha visto a su esposo? No responde a las llamadas ni mensajes —preguntó la mujer, manteniendo su sonrisa

Will bajó la mirada, sintiéndose avergonzado, pero mantuvo una expresión estoica a pesar de su incomodidad.

—Estoy esperando a que regrese.

Aunque eran esposos, no consideraba que debieran estar al tanto de la ubicación del otro en todo momento. Sin embargo, sabía exactamente dónde se encontraba Hannibal en ese momento y no por la necesidad de vigilarlo para evitar que fuera a matar a alguien. Hannibal estaba en la habitación, oculto bajo el escritorio con una mirada engreída en el rostro mientras tenía la polla de Will en la boca. 

Parecía un adolescente cachondo todo el tiempo, pero Will se culpaba a sí mismo por no detenerlo. Tampoco se alejó cuando Hannibal se metió bajo el escritorio, ni cuando empezó a desabrocharle el pantalón.

—Si lo ve, dígale que necesito revisar con él algunas cosas de la exposición de mañana —informó la mujer antes de fijarse en el escritorio. Will se puso nervioso—. ¡Oh! Esa es la carpeta que necesitaba.

La mujer se acercó al escritorio, y Will entró en pánico, sintiendo un nudo en la garganta cuando Hannibal succionó su polla. Will tuvo que disimular un gemido con una tos falsa

La mujer le regaló una cordial sonrisa antes de irse, y Will finalmente pudo relajarse, soltando un suspiro de alivio.

—Eres de lo peor —Will jadeó, su respiración agitada.

Hannibal esbozó una sonrisa sutil y, con una lentitud provocativa, se levantó del suelo dejando su trabajo a medias. Se acomodó en el regazo de Will, colocando sus rodillas a ambos lados de las caderas de este último.

La silla en la que Will estaba sentado no estaba diseñada para soportar el peso de dos hombres adultos, pero parecía estar aguantando sorprendentemente bien.

—No he escuchado ninguna queja al respecto, profesor Graham —susurró Hannibal, enviando un escalofrío por la espalda de Will.

—Ya te dije que no me digas profesor —advirtió con molestia—. Me hace sentir incómodo. A diferencia de ti, yo desempeñé mi trabajo con moralidad. Nunca me aproveché de mis alumnos.

—No, pero ciertamente ellos querían aprovecharse de ti. Sobre todo esa joven rubia, alta y delgada, que siempre llegaba temprano y se iba tarde, esperando poder hablar contigo a solas —informó Hannibal, depositando besos en la mandíbula de Will—. Como una niña enamorada, se enviaba mensajes con su mejor amiga sobre lo maravilloso que eres, y cómo una vez la felicitaste por un trabajo de psicoanálisis

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