𝐒𝐞𝐠𝐮𝐧𝐝𝐨 𝐜𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨

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-¡Venga Lexa, o no llegaremos al avión!- Nora no había parado de gritarme desde que había puesto un pie en su coche. Estaba muy nerviosa, y aunque la entendía, ni compartía sus nervios ni quería compartirlos. Sabía que no íbamos sobradas de tiempo; pero tampoco llegábamos tarde. Como Adam lanzó mi móvil por la ventana mientras mantenía una conversación con ella, decidí decirle que eso era lo único que había pasado. Le dije que le había explicado a Adam por qué necesitaba irme, y que él lo había entendido y, aunque me costó que me creyera, al final lo conseguí. No quería preocuparla por algo que no iba a pasar nunca más; pero no explicarle lo que había pasado implicaba no poder decirle tampoco que sentía que el abdomen me ardía, que las costillas me iban a reventar, que me fallaban las rodillas y que por eso no podía correr. Así que aquí estoy, andando a cámara rápida detrás de mi amiga con velocidad de león, arrastrando una maleta que pesa más que yo y a la cual se le ha caído una rueda hace diez minutos y con unas ganas de hacer pis impresionantes.
-¡No puedo ir más rápido Nora! Y tranquilizate, que no llegamos tarde.- Justo cuando acabé de decir eso, vi la puerta de embarque que estábamos buscando.- Lo ves, además de que llegamos bien, hay cola. Me has estado metiendo prisa para nada. - Nora me lanzó una sonrisa sarcástica.
-Oh, claro, Lexa, perdona. No recordaba que estoy con la chica más puntual del universo. - Las dos nos reímos con ese comentario. Si había algo en lo que siempre tenía que darle la razón a Nora era con mi impuntualidad. Por más que empiece a arreglarme una, dos, o tres horas antes, no sé qué hago, pero al final siempre acabo llegando tarde a todas partes.

Después de esperar cuarenta y siete minutos en aquella cola infernal, empezaron a dividirnos en grupos para el embarque. Nora estaba muy emocionada, y, aunque yo también lo estaba, no tenía muchas ganas de hablar. Eso ella ya lo sabía, nunca hace falta que le diga si me apetece hablar o no, o si me pasa algo o no; solo con mirar mi expresión durante unos segundos sabe exactamente lo que necesito. No es que no estuviese contenta, sí que lo estaba. A pesar de que me había despertado a las seis de la mañana, recibido una paliza a las siete y corrido por todo el aeropuerto a las nueve; sí; estaba contenta; pero también estaba muy cansada, y solo tenía ganas de llegar.
Una vez estuvimos dentro del avión en nuestros respectivos asientos, comencé a imaginarme cómo iba a ser mi vida a partir de ahora. Por fin podía ir a Estados Unidos, y no solo ir, sino vivir allí. Llevaba soñando con esto desde bien pequeña, y aunque no me estoy yendo de la forma que me habría gustado, ni por los motivos por los que pensaba que me acabaría yendo; me estoy yendo, y eso es lo que importa. No podía parar de sentirme culpable por Adam; aunque él llevaba meses portándose mal conmigo, nunca habría elegido dejar de quererlo; pero lo ha escogido él, y por eso no debería sentirme culpable. No tenía motivos para sentir ni una pizca de culpa; debía irme, bloquearlo y olvidarme de él. Aunque, por otro lado, tal vez debía luchar un poco más por él. Pero, ¿cuándo ha luchado él por mí? Hemos estado juntos dos años, y en el último año y medio, lo único que he recibido han sido palizas, insultos y desprecios. No he dejado de sentirme sola ni un solo momento.
Sumergida en mis pensamientos, noté una vibración en el cuerpo, y entonces me di cuenta de que el avión empezaba a despegar.
-¿Estás nerviosa Lexa?- Nora me miraba ansiosa; sabía que era la primera vez que me subía a un avión, y estaba emocionada porque fuese con ella.
-Bueno, no mucho.-Nora me miró con desilusión- Bueno, tal vez un poco.-Nora sonrió
-Es normal, la primera vez siempre da un poco de miedo; pero te acostumbras. Además, después de esto tardarás en volver a volar seis meses.-Se me había olvidado decirle a Nora que yo no tenía pensado volver de nuevo a Barcelona.
Ella tenía allí su vida, su familia, sus estudios. Pero yo… Yo solo la tengo a ella, esté donde esté; llevo mucho tiempo hundida y necesito crear mi propia vida; necesito vivir.
Pensar tanto me estaba provocando dolor de cabeza; y entre eso y las costillas, no podía aguantar más. Así que, saqué mi móvil, me puse los auriculares y, apoyada en el hombro de Nora, que se había cogido la ventanilla, cerré los ojos e intenté dormir un poco.

𝐀𝐍𝐓𝐄𝐒 𝐃𝐄 𝐂𝐎𝐍𝐎𝐂𝐄𝐑𝐓𝐄 (Esquivando el dolor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora