CUATRO

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Marcelo

Me pongo la chaqueta del traje antes de salir de mi habitación. Hoy tengo mucho trabajo por delante, estamos esperando la salida de un cargamento hacia África. Es muy importante tenerlo todo bien atado para que no haya ningún contratiempo.

Encuentro a Bastian en el despacho cuando entro, tiene a Eric dormido en sus brazos mientras trabaja en el ordenador. Me inclino hacia adelante para darle un beso en la frente al pequeño. Mi amigo tiene suerte de tener una familia con una mujer increíble. Es lo que más deseo en la vida, encontrar a alguien que me ame y quiera formar una familia conmigo, pero es complicado cuando no son mujeres de nuestro mundo, sólo he tenido dos novias, a la primera la dejé por coquetear con mi hermano menor de edad y la otra salió corriendo en cuanto se enteró de mi trabajo real. Desde entonces no he querido tener ninguna relación duradera con ninguna mujer, tengo encuentros con amigas para saciar nuestras necesidades.

Me siento en la silla al otro lado del escritorio.

—¿Qué hace aquí el pequeño?— le pregunto a Bastian.

—Ha pasado mala noche, le dolía el estómago.

—Pobrecito, ¿le has dado manzanilla?

Bastian sonríe.

—Es curioso que sepas sobre niños sin ser padre— me dice.

—Comencé a informarme cuando el pequeño capo llegó a nuestras vidas.

—Por supuesto, tú que siempre lo sabes todo, ya sabías que Adriana y Jeren se quedarían en mi vida por toda la eternidad.

—No, joder, por toda la eternidad no, hasta que te mueras, hijo de puta.

Bastian y yo nos reímos.

Trabajamos duro durante las siguientes dos horas. Hemos dejado todos los cabos bien atados, el barco debería salir a las cuatro de la tarde.

La puerta del despacho se abre, Edoardo entra con el rostro sombrío, ha estado así desde que Camelia se fue. No hay ni rastro del hombre fuerte y poderoso que una vez conocí, jamás lo había visto tan destruido.

—¿Habéis encontrado algo?— nos pregunta.

Siempre viene por las mañanas desde su casa para preguntarnos si hemos encontrado algo sobre Camelia. Cada mañana desde hace tres semanas, cuando se fue Camelia.

—No, papá, nada aún.

Edoardo asiente y se marcha del despacho.

—Deberíamos decirle la verdad— le digo a mi amigo— Bastian, está destruido, piensa que estamos buscando a su hija.

—No puedo decirle que no lo estoy haciendo, lo destruiría más.

Tiene razón. Edoardo tiene debilidad por Camelia, siempre fue así. Sólo yo vi lo mucho que sufrió cuando los dejé, a él y a su esposa, en el aeropuerto en su primer viaje. No quería irse, pero necesitaba hacerlo, por el bien de su salud mental. Perder a mi padre, para él, fue como perder a un miembro de su cuerpo, estaban muy unidos. Isarema tuvo que llevárselo casi a rastrar hasta el avión. Llamó cada día para preguntar por su princesa, ama demasiado a esa niña, aunque ella no lo crea. Puede que sus padres se hayan equivocado en algunas cosas, pero la aman.

Me levanto de la silla, necesito ir al almacén a terminar algunas cosas.

—¿A qué hora vuelves?— me pregunta Bastian.

—Por la mañana, voy a pasarme por el almacén primero y después por el club, quedé ayer con Sheila.

—Bien, ten cuidado, no necesito perder a ningún miembro más de mi familia.

LA NIÑA #3.1 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora