Capítulo 38

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 Eder Ross

Si mi vida estaba hecha un caos, ahora es peor. El embarazo de Crista me tiene al pendiente, pero también me estresa lo insistente que es. Ella misma se encargó de anunciar su embarazo a todo Mintternacht, incluso invento que ella y yo estamos juntos, rumor que he negado. Le he prohibido trabajar y le contrate a una mujer que le ayude en sus terapias, consultas y todo eso sobre el embarazo. Yo no puedo estar al pendiente, además de que me estresa la idea de pasar mucho tiempo con ella por el empalago, opte la idea de que Nina me informe sobre su estado.

He trabajado mucho en recuperar y levantar Mintternacht después de la estúpida reacción que tuve, y gracias a la ayuda de la francesa y Peter mi negocio se está levantando del pequeño declive. Otro asunto que me inquieta es saber sobre el alemán, desde que se fue a Rusia no ha dado noticias, ni siquiera ha llamado a Charlotte o a mi.

Después de recibir la carga de droga camino directo a mi habitación para darme un respiro. En todo el jodido día solo he dormido treinta minutos y eso fue en el trayecto al ferrocarril. Voy directamente por un puro y no dudo en encenderlo para relajarme; después de servirme un vaso con agua y hielos me dejo caer en el sofá, para después, beber la refrescante agua.

De inmediato el cuerpo se me refresca y al fin puedo respirar profundamente para exhalar y relajarme. Cierro los ojos sin soltar el puro y el vaso de agua y por el cansancio se me cierran los ojos, estoy a punto de quedarme dormido, pero la puerta se abre, abro los ojos y me enderezo de inmediato ante el ruido.

— ¡Eder! ¡Omg! —su grito me martilla la cabeza —. Según este test podría ser niño nuestro bebé.

El puro se resbala de mis dedos al reconocer su voz y en cuestión de segundos se apaga en el suelo. Me masajeo el cuello antes de mirarla, me tranquilizo para no gritarle.

— ¿Qué quieres Crista? —digo con molestia en mi voz, acto que no le afecta.

Ella emocionada se sienta a un lado de mí, se pega a mi cuerpo y me enseña la revista en sus manos.

—Según este test que he contestado indica que nuestro bebé puede ser niño. ¿Te imaginas a nuestro hijo manejando este imperio?

No he logrado comprender o hacerme entender que seré padre y debe de enorgullecerme, pero no siento la misma emoción que derrama el rostro de la pelinegra.

—Apenas llevas seis semanas, no es posible...

—Son siete —me corrige.

—Si, siete... —cierro la boca ante la estúpida idea de seguirle el juego —. Crista, estoy cansado, no tengo tiempo para ese tipo de situaciones ridículas que son más que falsas. Te dije que no me molestes cuando estoy trabajando y mucho menos entres a mi habitación sin mi autorización.

—Pues deberías, en poco tiempo pienso mudarme aquí contigo —dice sonriente, pero detengo su estúpida idea.

—NO —levanto la voz —Crista, deja de ilusionarte conmigo. Soy consciente de que vamos a tener un hijo, pero el tenerlo no me ata a ti. Entiende No-te-amo.

De nuevo pone esa cara, gesto que ya conozco y no voy a caer. Siempre pone esa cara cuando se siente decepcionada. Estoy harto de siempre lo mismo.

—P-pensé que cambiarias —hace un puchero.

Me levanto del sofá y la miro de frente después de que ella se levanta.

—Deja de pensar que estaré contigo. Entiéndelo, nunca lo haré. Sí, seremos padres, pero por separado, lo único que te puedo asegurar es que a nuestro hijo no le faltará padre.

En este momento se le cristalizan los ojos.

—Bien, si eso quieres. Ok.

Se enfadada, avienta la revista al suelo y sale de mi habitación después de cerrar la puerta de un fuerte golpe.

Falsa Identidad: Amores que hieren (2do libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora